domingo, septiembre 26, 2010

Germen justiciero

En algún lugar de la hostilidad, en la tierra de nadie y muy lejos del amparo de ley germinó el híbrido de la venganza y la justicia; como todos los sentimientos encontrados, las paradojas sociales eluden las normas y las ansias justicieras proliferan en el vacío de autoridad…

Dicen los que saben que la esencia de las leyes reside en su observancia general y obligatoria, que según el canon jurídico, nadie está por encima de la ley y que nada queda fuera de su ámbito, y que por eso, la paz social sólo existe bajo el amparo de las leyes.

El origen de todas las normas se ubica en la necesidad de imponer un orden superior que regule la conducta de los individuos para lograr un ambiente de armonía. En las primeras comunidades, cuando la sobrevivencia era la prioridad y la cohesión social residía en los lazos de la sangre, la ley común otorgaba el derecho de la venganza. En el proceso civilizatorio, la sociedad confirió a una minoría la atribución para legislar, y fue entonces cuando la crueldad y la violencia se erradicaron como forma de castigo; no obstante, con la aparición de los poderes en los estados nacionales se dispersó la polución del totalitarismo, y con él, se distorsionó la facultad para legislar e imponer el orden social.

El cabildeo legislativo, que tantas veces se ha justificado como el ejercicio de la democracia, es la evidencia del deterioro en el criterio del legislador, ese padecimiento que se ha propagado como una pandemia y que reduce el espíritu social de las leyes a los caprichos de la clase política.

Cuando el poder es el móvil de los legisladores y mantenerlo es la única prioridad de los gobernantes, se descuida la intención primigenia del Estado y el espíritu de todas las leyes, que debiera ser la convivencia pacífica y el funcionamiento armónico de la sociedad. Y entonces, surge un vacío de autoridad que se expande gracias a la impunidad; y ante las injusticias y la impotencia, brota el germen justiciero, ese fruto híbrido de la venganza y la justicia.

Después de la grotesca Fuenteovejuna que linchó a dos secuestradores en el Municipio de Ascención, en el estado mexicano de Chihuahua, resulta evidente la impericia de las autoridades para controlar la situación y procurar justicia; el epílogo forzoso de este episodio es la desaparición fáctica de las corporaciones policiacas en ese Municipio que ahora es protegido por un grupo de residentes.

Es obvio que un gobernante deja de ser un estadista en el mismo momento en que el estado desatiende las atribuciones que le dieron origen; cuando la vida, la propiedad y la seguridad de los gobernados dejan de ser prioritarios germina el híbrido de la venganza y la justicia; y como paradoja social, las ansias justicieras proliferan en el vacío de autoridad…

domingo, septiembre 19, 2010

Con pena y sin gloria

En algún lugar de la noche, en la grieta más reciente de la memoria, cuando las luces y los artificios se desvanecen en el amanecer de una inminente realidad, el eco de la algarabía y las imágenes vacías se disuelven en la niebla del olvido…

Todo lo efímero es intrascendente como lo son las llamaradas de petate, es fugaz e intenso como suelen serlo las mentadas de madre; lo efímero incide momentáneamente en el ánimo, enardeciéndolo o exasperándolo, pero no se aloja en la hospitalidad de los recuerdos. Y así: efímera, fugaz e intensa fue la celebración del bicentenario de la independencia nacional.

Los ecos de una celebración suelen perdurar mucho después de la culminación del evento; no obstante, los festejos del bicentenario se diluyeron en cuanto se transmitieron. El bicentenario se redujo a un espectáculo mediático, escrupulosamente ejecutado bajo todas las medidas posibles de seguridad. En la fiesta del pueblo se reservaron el derecho de admisión y solamente una minoría logró participar.

Ahora, cuando el eco de las fiestas patrias se ha extinguido, sólo queda un dispendio injustificable; es poco menos que improbable que el baile de las flamas intermitentes sobre Palacio Nacional se inscriba con letras de oro en la memoria colectiva de un pueblo con necesidades apremiantes. El rezago educativo se agudiza, las inclemencias de la naturaleza se traducen en miles de damnificados, escuelas y hospitales públicos padecen el descuido y la desatención gubernamental. La invocación de epopeyas históricas carece de importancia para la mitad de los mexicanos que día a día luchan por sobrevivir. El bicentenario se esfumará como otra fiesta cívica más, envuelta en penas y pesares, sin ápices de gloria.

Los millones de pesos que se han erogado en eventos fastuosos pero efímeros pudieron destinarse a solventar el quebranto de los mexicanos que han padecido la indiferencia y el olvido de las políticas públicas. Una verdadera celebración patriótica consistiría en hacer realidad los anhelos elementales de los ciudadanos. En un digno festejo se hubiese asistido a los damnificados, a los marginados por la miseria y la ignorancia, extendiendo el abrazo de la patria a todos los rincones del país.

Ante el peso de la historia es un imperativo recapitular y reconocer que la patria es una idea que se aloja en la memoria colectiva, es una convicción que se arraiga en un corazón agradecido y que se forja cuando los habitantes perciben la protección de un estado realmente libre y soberano.

La mejor forma de celebrar el pasado es construyendo el futuro: un pueblo alcanza la libertad cuando se despoja de las cadenas de la ignorancia, cuando logra vencer al flagelo de la miseria, cuando la esperanza del porvenir perdura sobre las imágenes vacías disueltas en la niebla del olvido…

domingo, septiembre 12, 2010

La oportunidad perdida

En algún lugar del olvido, en el último rincón de la centésima mazmorra del Archivo General de la Epopeyas Nacionales, entre testimonios, planes y tratados, yace la crónica verdadera de la patria; y día tras día, y año tras año, y siglo tras siglo, entre los gritos y la pirotecnia se posterga la reivindicación de la historia…

Dicen los que saben que la historia siempre la escriben los vencedores, que la influencia perversa de una minoría se expande por la imposición de la versión oficial del pasado, y que por eso, los verdaderos héroes de la historia nacional duermen el sueño de los justos en el rincón de los olvidos.

La celebración del bicentenario de la guerra de la Independencia será una ocasión fatalmente memorable que se registrará como una oportunidad perdida para reescribir el pasado y repensar el porvenir. Hoy por hoy, los festejos del bicentenario que ha preparado el gobierno federal se reducen a costosos espectáculos multimedia que evocan una versión mostrenca de la historia, a ostentosos desfiles de la fuerza pública, a conciertos y verbenas multitudinarios, a un concurso de popularidad donde ganará el mejor ciudadano de México.

Sí! … es cierto que los países y las sociedades son producto y reflejo de su entorno; y en esa lógica, la nación mexicana es un claro exponente de la trivialidad predominante en la posmodernidad, cuando lo sublime y lo excelso se vulgarizan y se venden en la industria del entretenimiento masivo.

Está a punto de perderse la oportunidad de corregir las ambigüedades y los mitos que predominan en los capítulos de la historia nacional, de enmendar el calendario de las conmemoraciones patrióticas eliminando los caprichos de los gobernantes que mancillaron el legado histórico de México. Vgrs: Celebraremos el grito el 15 de septiembre cuando deberíamos conmemorar la consumación de la independentista el 27 de septiembre.

Y los verdaderos héroes, aquellos mexicanos que antepusieron sus ideales a los privilegios del poder y la gloria, que asumieron el reto de intervenir en la construcción de una patria seguirán perdidos en el limbo conjurado por la historia oficial.

Y las relucientes aras de la patria permanecerán impecables pero vacías, porque en el México del siglo XXI la patria es un concepto lejano y esquivo. El significado original de la patria surge de la certidumbre de protección, de la convicción de pertenencia; pero ahora, la patria se ha reducido al sinónimo de un Estado incapaz de proteger a sus ciudadanos, de un régimen enfrascado en una guerra sin cuartel y sin estrategia.

A doscientos años de la lucha por la independencia de la corona española, las condiciones predominantes son exactamente las mismas: los grupos marginados permanecen en el lumpen de la miseria y los grupos dominantes se concentran en las élites que ostentan la atribución de distribuir la riqueza nacional.

Somos un país independiente pero no somos una nación libre y soberana, aún dependemos de las decisiones de potencias extranjeras, o consorcios internacionales, acatamos la línea determinada allende las fronteras y nos sumergimos sin pensar en la tendencia que predomina en el mercado. Descendemos continuamente en la escala de la productividad internacional pero festejaremos el bicentenario con un placebo populista: un mega puente que paralizará la mayoría de las actividades.

La patria ya no ostenta la corona de oliva en las sienes, se erige como hogar y sepulcro de ilusiones y esperanzas; en la mazmorra más oscura del olvido yacen las crónicas verdaderas de las epopeyas nacionales; y día tras día, y año tras año, y siglo tras siglo, entre los gritos y la pirotecnia se posterga la reivindicación de la historia…

domingo, septiembre 05, 2010

El umbral del futuro

“El papel de los medios de comunicación en la política contemporánea nos obliga a preguntar por el tipo de mundo y de sociedad en los que queremos vivir, y qué modelo de democracia queremos para esta sociedad.”
Noam Chomsky


En algún lugar del planeta, cuando las ficciones futuristas se materialicen en una contundente realidad, se perpetuarán los criterios de la estratificación social y la predisposición legendaria por el dominio…

Desde el amanecer de los tiempos, el acceso al conocimiento ha sido el factor indiscutible del control social; las minorías que han acaparado los saberes de su tiempo han sido las élites que concentran el poder. Hace miles de años la escritura fue la distinción intelectual que condenaba a los marginados a la sumisión y al fanatismo; con el devenir de los tiempos, las revoluciones en la comunicación y el avance en la tecnología, el artificio del saber se ha sofisticado hasta convertirse en un bien esquivo e intangible.

Hoy por hoy, en el umbral de la sociedad de la información el artificio del conocimiento que segregará a las masas y polarizará a las sociedades deambula en el espectro intangible en la banda del 700 MHz. El entorno digital se expande inexorablemente y con él, se reduce el contorno de los sectores informados y educados. El decreto anunciado por Felipe Calderón en su IV Informe a la nación refleja la necesidad de controlar el acceso a la información, de incidir en el discurso social para compensar la creciente debilidad del ejecutivo ante la reconfiguración del legislativo. Se pretende sustituir el desequilibrio entre los tres poderes de gobierno controlando el cuarto poder.

El impacto del decreto presidencial afectará al 95% de los hogares mexicanos con televisión abierta; se estima un gasto del gobierno federal de 1,600 millones de dólares por la entrega de un bono, a cada hogar, para la compra de un decodificador o antena receptora de señales digitales; y la licitación del espectro digital aportará al Estado alrededor de 10 mil millones de dólares… pero la frialdad de estas cifras adquiere el filo de la perversidad cuando coinciden con la contienda por el poder.

Este decreto es la primera ofensiva en la lucha por la presidencia en el 2012, en un país donde la miseria se expande y la educación es casi un privilegio, donde las políticas sociales han sido postergadas, donde los funcionarios públicos atienden intereses privados y el gobierno es una agencia de negocios millonarios.

Al margen del progreso, en la vertiginosa transformación del mundo del saber, la información se erige como el baluarte de todos los tiempos y la desinformación configura el lumpen del futuro porque se perpetúan los criterios de la estratificación social y la predisposición legendaria por el dominio…