domingo, agosto 26, 2018

La noche de un día soleada. 50 años de silencio. Tercer y última parte




“Tiempo al tiempo y cada huella irá encontrando su arena.”
Jorge Drexler



Durante décadas, sistemáticamente, todos los intentos por dignificar el movimiento estudiantil de 1968 fueron demeritados y las memorias, mancilladas; las marchas conmemorativas devinieron en episodios de vandalismo. Los estudiantes comprometidos con el movimiento, flagelados por los artificios de un régimen represivo, se incorporaron al silencio forzado y todos los testimonios se marginaron por la contundencia del olvido institucionalizado, cuya vigencia trascendió los primeros gobiernos de alternancia.

En diciembre del 2001, la portada de la revista Proceso recuperó la fotografía de un estudiante golpeado, semi desnudo, empapado; al fondo aparecen soldados sometiendo a otros estudiantes bajo la leyenda: “Tlatelolco 68: Las fotos ocultas”. Era el ejemplar 1,310 (10 de diciembre 2001) con la convocatoria “Reconozca y Reconózcase: quienes tengan una historia que contar sobre los personajes, víctimas o victimarios, que aparecen en estas fotografías, comuníquese a la Redacción”.
 
Y el joven de la portada se reconoció, se comunicó con la revista Proceso y brindó su testimonio, que fue publicado en el ejemplar 1,311 (16 de diciembre 2001): Florencio López Osuna, fue dirigente de la Escuela Superior de Economía del Instituto Politécnico Nacional (IPN) en 1968 y en el 2001 era Subdirector de la Vocacional 5 del mismo instituto. La fotografía (de autoría anónima) fue tomada en el momento de su detención en el edificio Chihuahua en Tlatelolco, poco antes de su traslado al Campo Militar Número Uno donde permaneció hasta su reclusión en Lecumberri.

Pero la convocatoria de la revista Proceso tuvo un desenlace increíble: resucitó los artificios más perversos de la censura, imponiendo un silencio fatal y absoluto. En el ejemplar 1,312, de la siguiente semana (23 de diciembre 2001) se publicaron los reportajes que cubrieron la extraña muerte de Florencio López Osuna, cuyo cadáver fue encontrado en un hotel de paso la noche del jueves 20 de diciembre, apenas 4 días después de la publicación de su testimonio.  

Pero los esfuerzos por esclarecer las sombras que envuelven ese episodio no han claudicado. Fabrizio Mejía Madrid consultó las 5,000 páginas del expediente de Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (que surgió y desapareció en el sexenio de Vicente Fox) y 60 libros testimoniales para recuperar, momento a momento, los 123 días del movimiento estudiantil en su novela “Esa luz que nos deslumbra”.


Quiero creer que por fin podremos leer el capítulo maldito que siempre se excluyó de la historia oficial; ojalá que un testimonio ya no signifique arriesgar la vida; espero impaciente el derrumbe de la feroz custodia del pasado para que las leyes del tiempo alivien el dolor que estuvo recluido en el olvido y que por fin, nada ni nadie se resista a sus efectos…  


domingo, agosto 19, 2018

La noche de un día soleado. 50 años de silencio. Segunda parte


“Tiempo al tiempo y cada huella irá encontrando su arena.”
Jorge Drexler


En algún lugar hermético y ferozmente custodiado languidecían las imágenes de un dolor recluido en el olvido; pero las leyes del tiempo son implacables y nada ni nadie se resiste a sus efectos…  

Mientras todo el mundo celebraba la paz olímpica, en 1968 se implementaba el mecanismo de control para silenciar cualquier testimonio capturando todos los vestigios de la verdad del movimiento estudiantil y la mediocracia se sometió a la prohibición gubernamental de publicar fotografías y testimonios.

El flagelo de la censura oficial sometió a todos los medios… excepto a uno: la revista ¿Por qué? de Mario Menéndez Rodríguez (testigo presencial de la masacre de Tlatelolco), fue la única que publicó las fotografías de aquella noche y las declaraciones de los sobrevivientes que fueron entregadas por los periodistas y reporteros que las captaron porque no serían publicadas en sus respectivos medios. Mario Menéndez Rodríguez fue perseguido por el gobierno; las instalaciones de la Revista ¿Por qué? fueron destruidas, literalmente, pero ningún periódico publicó la noticia y nadie se atrevió a defenderlo. Fue aprehendido y sentenciado a 30 años de prisión en Lecumberri; tras una negociación, recuperó su libertad pero perdió la ciudadanía mexicana. Emigró a Cuba y se dedicó a escribir sobre sus experiencias pero ninguno de sus libros se ha publicado en México.

Todos los intelectuales orgánicos callaron… menos uno: Octavio Paz renunció a la embajada en la India y en respuesta a la petición del Comité Organizador de aquellos Juegos Olímpicos escribió el poema “México: Olimpiada de 1968”, que no se leyó en la ceremonia de inauguración porque sus versos equiparaban la plaza de Tlatelolco con el altar azteca de sacrificios humanos, omitiendo deliberadamente cualquier alusión a la gloria olímpica.

Y entonces, en el silencio generalizado, surgieron las versiones apócrifas que durante décadas distorsionaron la realidad y que aún ahora deambulan en las arengas de todos los ingenuos que aún creen en la amenaza del comunismo internacional en el 68. Los estudiantes comprometidos con el movimiento, flagelados por los artificios de un régimen represivo, se incorporaron al silencio forzado y todos los testimonios se marginaron por la contundencia del olvido institucionalizado, cuya vigencia trascendió los primeros gobiernos de alternancia. Sistemáticamente, todos los intentos por dignificar el movimiento fueron demeritados y las memorias, mancilladas; las marchas conmemorativas devinieron en episodios de vandalismo.

Así como infiltraron a sombríos personajes del régimen entre las filas de los estudiantes, deslizaron motivos apócrifos que distorsionaron la narración de los hechos en la versión oficial de un capítulo prohibido. Los recuerdos de quienes vivieron aquellos tiempos eran indiscreciones ficticias, el cuento de nunca acabar en cualquier conversación, poco menos que obsesiones delirantes por una fiebre anacrónica porque en los albores del siglo XXI seguíamos esperando la reivindicación por las leyes del tiempo…

Continuará                                                       

lunes, agosto 13, 2018

La noche de un día soleado. 50 años de silencio. Primera parte




“Tiempo al tiempo y cada huella irá encontrando su arena.”
Jorge Drexler

En algún lugar hermético y ferozmente custodiado languidecían las imágenes de un dolor recluido en el olvido; pero las leyes del tiempo son implacables y nada ni nadie se resiste a sus efectos…   

La contundencia de los años es ineludible. Parece que por fin languideció el poder que reprimía todos los esfuerzos por esclarecer el movimiento estudiantil de 1968; quiero creer que la férrea censura y las violentas represalias quedaron atrás. Hoy por hoy, la memoria se sublima acariciando las heridas latentes provocadas por un olvido forzado:

La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) publica una serie de suplementos de su Gaceta, desde julio y hasta noviembre, con la recuperación de “trozos” de la memoria de los acontecimientos del movimiento estudiantil; el programa de conmemoraciones de la UNAM incluye más de 110 actividades y la creación de un patronato. Y a principios de agosto, TV UNAM estrenó la serie “Verano del 68” dirigida por Carlos Bolado, quien después de 9 años de censura podrá compartir “la historia que siempre quiso contar”. 

El 22 de julio de este año, el micrositio digital “A 50 del 68. La historia que nos une” inició la recreación de los acontecimientos que desencadenaron el movimiento estudiantil y la efervescencia social en 1968 recuperando testimonios de los protagonistas en un muro virtual, adaptando los mensajes de aquel entonces a la inmediatez de las redes sociales.

Otro esfuerzo para esclarecer este episodio es el lanzamiento de la “Colección M68. Ciudadanías en movimiento” del Centro Cultural Universitario Tlatelolco (CCUT) que integrará el archivo histórico del periódico El Universal sobre el movimiento estudiantil en un cerebro digital.

Y así, las verdades saldrán a relucir, y la recuperación de las verdades es un motivo para celebrar porque el peso inclemente del silencio forzado fue atroz. En aquel entonces, todos los medios de comunicación transmitieron la versión oficial de los hechos. Un ícono de la censura de aquellos días es la frase con que Jacobo Zabludovski inició la emisión del 2 de octubre del noticiero 24 horas de Telesistema Mexicano. Después de la masacre en Tlatelolco y de una tarde con tormentas, la nota inicial fue: “En la ciudad de México hoy fue un día soleado”.

Y al día siguiente, el 3 de Octubre, las primeras planas de la prensa sometida (y vendida, como muchos la califican) describían un sangriento zafarrancho entre las fuerzas armadas y un grupo de francotiradores conformado por estudiantes, comunistas y terroristas cuya misión era vulnerar al estado mexicano en la víspera de los juegos olímpicos. No… no es casualidad: de ahí surgió el nombre del batallón Olimpia.  

La libertad de prensa, la objetividad y la imparcialidad periodística se refundieron en un cajón extraviado obedeciendo las exigencias de la “Corte del boletín”, como define José Carreño Carlón al mecanismo de control y censura ejercido en aquel entonces cuando las fuerzas del régimen custodiaban ferozmente las imágenes del dolor infringido y las recluyeron en las mazmorras del olvido forzado; pero las leyes del tiempo son implacables y nada ni nadie se resiste a sus efectos…
Continuará…          

domingo, agosto 05, 2018

Rompiendo lanzas. El discreto encanto del contraste

En algún lugar veleidoso, muy lejos de la consistencia, las fobias se convierten en filias, los ataques encarnizados se transforman en lisonjas disfrazadas y en un giro insólito, se rompen lanzas por los enemigos de antaño…

La victoria de Andrés Manuel López Obrador fue contundente, insólita. El próximo régimen inicia con un efecto trepidatorio conmocionando las estructuras de la parafernalia mediática al servicio del gobierno. La comentocracia y los opinólogos orgánicos han hecho gala de sus mejores artificios para atenuar el giro excéntrico de su perspectiva y disimular el contraste en sus críticas. Algunos se ufanaban como moderados e imparciales porque insertaban su rechazo entre las líneas de su discurso enfatizando su postura con medios tonos y medias tintas. Aquellos que aprovecharon las bondades del periodismo para defender su condición orgánica, lanzaron críticas implacables con el pretexto de formar opinión.

Sin saber cómo ni cuándo, aquellos que atacaron ferozmente al candidato ahora le desean la mejor de las suertes al virtual presidente electo, justifican sus propuestas y se afanan en detectar las ventajas de lo que alguna vez descalificaron. Categóricamente, pero con discreción, se desplazaron de un extremo a otro. Ahora, los unos y los otros, se desdicen con la gracia del cinismo y se atreven porque creen, firmemente, en la escasa memoria de la gentil audiencia.

Sea como fuere, encubrir las filias y las fobias entre las palabras de una nota informativa es mucho más que una ofensa a la inteligencia porque desvirtúa la esencia del periodismo, definido por Gabriel García Márquez como el “mejor oficio del mundo”. Y tratar de encubrir el giro absoluto en sus intereses, es un flagelo insufrible. La simpatía por algún partido, la adherencia a una ideología o la defensa de un proyecto son humanamente inevitables, pero deben asumirse éticamente, como deben admitirse los errores, las omisiones y los cambios de perspectiva.

Hoy por hoy, cuando Andrés Manuel se prepara para recibir las carpetas de la administración pública, como secuela de la designación de Manuel Bartlett como el próximo director de la Comisión Federal de Electricidad, la comentocracia ha divulgado toda clase de opiniones incluyendo la redefinición de la caída del sistema en 1988 como una “elección inequitativa”, como el gran “mito” que “transformó el sistema político mexicano en una auténtica democracia”. Los orgánicos pretenden redimirse y se disfrazan de transgénicos. 

Esta es apenas una de las redefiniciones que se avecinan. Le recomiendo que acuda a los datos y a las cifras originales, evite a los intermediarios y configure su propia opinión. Ojalá que, en el próximo régimen, la crítica se mantenga a una sana distancia del poder y se erija como una autoridad ética e intelectual porque su ausencia sería un brutal retroceso. En estos días, la química primigenia de los opinólogos es poco menos que una quimera y ya no se distingue la militancia autentica y asumida de las simpatías artificiales porque súbitamente las fobias se convirtieron en filias, los ataques encarnizados se transformaron en lisonjas disfrazadas y en un giro insólito, se rompen lanzas por los enemigos de antaño…