domingo, junio 07, 2015

En la víspera electoral

“El más terrible de los sentimientos,
es el sentimiento de tener la esperanza perdida.”
Federico García Lorca

Con mi sincero reconocimiento a tod@s mis compañer@s en los 300 consejos distritales y en los 32 consejos locales del INE, a tod@s l@s capacitador@s y asistentes electorales, a tod@s los funcionari@s de casilla y a tod@s los obsercador@s electorales.

En algún lugar dominical y en el momento exacto, una fuerza descomunal se fraccionó en miles de partes alícuotas y se revirtieron los estratos del poder ante el derecho inalienable de la ciudadanía…

            El domingo 7 de junio y durante las horas de la jornada, miles mexicanos asumieron la autoridad electoral en cada una de las casillas y se integraron a un minucioso mecanismo diseñado para eludir los artificios de la desconfianza. Los ciudadanos  recibieron y contaron los votos, llenaron y publicaron las actas,  realizaron el cómputo en los distritos. Sin embargo, los afanes de este pequeño contingente suelen ser insuficientes comparados con la inmensa mayoría que no ejerce el derecho a votar y que rehúsa participar.

            El abstencionismo es el resultado de las expectativas destrozadas por candidatos que alcanzaron la victoria y decepcionaron a sus electores, por las promesas que nunca se cumplieron, por el bienestar que nunca llegó. La apatía también se justifica por el bombardeo que sacudió la percepción de todos los mexicanos en la mañana, en la tarde y en la noche, en las avenidas, en radio y por televisión con una diversidad de lemas y ritmos que impregnó el imaginario colectivo con promesas baladíes emperifolladas con los sueños guajiros de los candidatos.  

Campaña tras campaña se produce el mismo fenómeno agudizando la apatía. Una y otra vez y otra vez, los rostros cambian pero las promesas son las mismas y  pululan los mensajes genéricos  sin fundamento ni sustento, y entonces: el hartazgo prolifera,  porque para eso fue diseñado este artificio. Y muchos mexicanos se niegan a creer en las líneas someras de un mensaje mediático pero no encuentran una vía para expresar su rechazo porque la legislación, diseñada por la partidocracia,  no contempla ni el voto en blanco, ni la ponderación jurídica del voto nulo, ni la segunda vuelta.
 
Este dilema merodeaba en la mente de muchos mexicanos cuando los ataques y agresiones contra las autoridades electorales (en Oaxaca, Chiapas, Guerrero, Puebla) y los violetos enfrentamientos entre militantes enardecidos complicaron el ambiente y propagaron el miedo.


            Escribo esta columna horas antes del inicio de la jornada electoral y  lo hago plenamente  convencida asumiendo el compromiso de  fortalecer a la democracia,  la única utopía que hoy perdura. Sean cuales fueren los resultados, espero que representen un avance en la participación ciudadana porque el vetusto mecanismo de la democracia ha permanecido en reposo por mucho tiempo y para revertir esa inercia se requiere de una fuerza descomunal, equiparable a la voluntad de un pueblo fraccionada  en miles de partes alícuotas que garanticen el derecho inalienable de la ciudadanía…