domingo, noviembre 30, 2008

La impunidad como adjetivo

En algún lugar del régimen, sobre el perímetro que condensa las atribuciones del poder, existe una atmósfera repelente que excluye cualquier atisbo de la realidad; por eso, dentro de la burbuja presidencial, los motivos más contundentes en la toma de decisiones, son la comunión de intereses y el apoyo incondicional…

Los adjetivos que califican y describen a un régimen suelen asignarse en función de las acciones gubernamentales emprendidas, de sus resultados y de los ajustes y reacciones correctivas. En esa lógica, la actuación de Felipe Calderón como mandatario podría describirse como la institucionalización de un compacto círculo de amistades incondicionales, como la oficialización de la impunidad.

A cien días del Acuerdo Nacional para la Seguridad, el único resultado obvio es la desesperanza generalmente compartida: los reclamos públicos de Fernando Martí, Nelson Vargas e Isabel Miranda de Wallace, son la ínfima proporción de todos los secuestros que se cometen en el país; los tres padres de familia, como valerosos denunciantes, conforman un porcentaje microscópico de todos los ciudadanos afectados y las familias ultrajadas por el secuestro.

Existen más de mil familias en el quebranto moral por las aborrecibles consecuencias del secuestro, pero esa inmensa mayoría no dispone de los recursos para denunciar públicamente la negligencia de las autoridades. Y aún peor, los tres niveles de gobierno aluden a la denuncia ciudadana como el mecanismo para reducir la criminalidad, pero evaden la cifra negra, ese doloroso porcentaje de los casos no denunciados por la desconfianza en las corporaciones policiacas.

Entre los resultados presentados por el gobierno federal, sobresalen las detenciones de líderes de los cárteles del narcotráfico, desviando deliberadamente la atención hacia esta manifestación de la criminalidad, a la que se han adjudicado todas las culpas y el móvil de todos los delitos.

Pero el índice oficial de la eficiencia en la lucha contra la delincuencia excluye las evidencias de corrupción que involucran a los colaboradores de Felipe Calderón, amigos e incondicionales, como Juan Camilo Mouriño, el fallecido Secretario de Gobernación, y Genaro García Luna, actual Secretario de Seguridad Pública.

Fernando Martí fue contundente cuando lanzó el dilema: o cumplen o renuncian; Nelson Vargas exhibió la podredumbre en las instancias encargadas de la investigación de los delitos; Isabel Miranda de Wallace indicó que “México Unido Contra la Delincuencia” -organismo infiltrado y cooptado por el propio Genaro García Luna, Secretario de Seguridad Pública- monopoliza la información sobre los casos de inseguridad en el país.

Las denuncias, ciudadanas y públicas, terminarán en el cajón de los olvidos, como las cartas de Javier Herrera Valles, ex comisionado de la Policía Federal Preventiva que señaló las anomalías en la Secretaría de Seguridad Pública, ahora sujeto a arraigo.

Es evidente que el criterio rector en el calderonismo es el apoyo incondicional a los incondicionales y que la impunidad es el único adjetivo para describir lo indescriptible; es obvia la existencia de esa atmósfera que repele y excluye cualquier atisbo de la realidad, porque en esa burbuja presidencial, la justicia y la paz social se postergan por la comunión de intereses y el apoyo incondicional…

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lunes, noviembre 24, 2008

Figura excepcional

En algún lugar palaciego, donde se fabrican las máscaras y las aureolas de las imágenes públicas, al final de un corredor sombrío se encuentra el archivo de las excepciones; ahí se conservan las biografías que no admiten matices y aquellas acciones imborrables de la memoria colectiva…

En cuestiones de imagen pública existen retos y excepciones; los retos surgen cuando debe confeccionarse el carisma para personalidades sin talento ni gracia, suelen ser casos extenuantes con pocas posibilidades de éxito; las excepciones están configuradas con los eventos y personajes que permanecen en la opinión pública, y por eso, no hay estrategia alguna para encubrir o suavizar la imagen de aquellos que han escrito su biografía sin escrúpulos.

El Licenciado Fernando Gómez Mont es un caso excepcional en el diseño de imágenes públicas. En el currículum del actual Secretario de Gobernación destaca su brillante intervención como abogado en los juicios más lucrativos que implicaron a políticos y empresarios en conductas delictivas como fraude y corrupción.

Como funcionario público, Gómez Mont, ha combinado la política y la abogacía; a su autoría se atribuyen las modificaciones constitucionales que han permitido la absolución de connotados e ilustres delincuentes de cuello blanco, como los ex banqueros Carlos Cabal Peniche y Jorge Lankenau, artífices de fraudes millonarios que posteriormente se incorporaron al Fobapora.

Entre sus defendidos más ilustres y notables se encuentran: Tomás Peñaloza Webb, acusado de fraude al Instituto Mexicano del Seguro Social; Gerardo de Prevoisin, ex director de Aeroméxico acusado de fraude y transferencia ilícita de recursos; Rogelio Montemayor Seguy, ex director de Pemex, acusado de triangular fondos de la paraestatal para la campaña presidencial de Francisco Labastida.

Por eso, en estos momentos, cunde la desesperación en el Departamento de Imagineria Pública del Calderonismo. El Licenciado Gómez Mont, como titular del Palacio de Cobián, es una figura excepcional, porque no existe estrategia ni técnica para disolver los avatares en su trayectoria profesional.

No!... Tampoco la politiquería, ni la demagogia pueden encubrir todas evidencias; y suele suceder, que se producen efectos adversos. Aunque en el discurso de Felipe Calderón, el nuevo secretario de gobernación aparece como “modernizador”, “reformador” y como “una pieza clave en el proceso de transformación democrática”; entre las líneas del discurso presidencial se entiende que Calderón deposita toda su confianza en su ex compañero de la Escuela Libre de Derecho para implementar la Reforma Penal recientemente aprobada.

El arribo al gabinete presidencial de una personalidad como Gómez Mont envía señales realmente desconcertantes: el estado mexicano se encuentra en guerra contra la delincuencia organizada y el encargado de la seguridad nacional es un flamante defensor de delincuentes distinguidos; la reforma penal será implementada por un experto en tergiversar el sentido de la justicia.

Y más desafortunada aún, fue la licencia discursiva del propio Gómez Mont, cuando equiparó la lucha contra el narcotráfico con los ideales de la Revolución mexicana, con mayúsculas. Porque, en apego a la lógica del discurso, debe entenderse que un defensor de la aristocracia será el adalid del pueblo mexicano.

Lo único claro en esta designación, es que la soledad se cierne cada vez más sobre Felipe Calderón, que el círculo del poder incluye a sus amigos e incondicionales, que el criterio presidencial carece de sensatez, que por eso, ignora lo consignado en el archivo de las excepciones, y que se pretende reinventar las biografías que no admiten matices y desvanecer las acciones imborrables de la memoria colectiva…

domingo, noviembre 16, 2008

El poder oculto de las palabras

En algún lugar de la desventura, cuando se percibe una esperanza en el porvenir, justamente en el horizonte de las expectativas, las palabras deben despojarse de los artificios y los significados deben desnudarse; sólo entonces, el discurso público proyectará la realidad y se extenderá desde el callado suplicio cotidiano hasta la justicia social, desde la marginación hasta la igualdad…

Las albricias del triunfo electoral de Barak Obama provocaron el júbilo multitudinario porque llevaban implícito un mensaje de esperanza y reivindicación a las minorías y a los grupos marginados. En todos los rincones de la desventura se anunció el primer gran retroceso de la discriminación y del racismo en el bastión de la xenofobia.

El próximo presidente de Norteamérica es la manifestación tangible del sueño americano, la encarnación del anhelo de miles de migrantes que buscan un porvenir mejor en ese país. Sin embargo, todos los asuntos relacionados con las fronteras y los trabajadores migratorios fueron excluidos de los debates y de los discursos durante el proselitismo.

La tendencia de Obama como candidato inició como una respuesta a los reclamos de los familiares de los soldados en Irak, prometiendo un cambio a los grupos vulnerables, a las minorías marginadas y al sector flagelado por el desempleo y la crisis hipotecaria. Pero gradualmente, las propuestas se suavizaron conforme la candidatura adquiría fuerza, fondos y simpatizantes. Por eso ahora, ante el umbral del imperio, es imprescindible que Obama incluya en su discurso y en su agenda la reivindicación de la estirpe que lo llevó a la cima del poder.

El voto y la simpatía del sector hispano fueron determinantes en el resultado de los comicios del 4 de noviembre: he ahí la razón y la fuerza del proyecto de una reforma migratoria integral que presentará a Obama la Coalición por los Derechos Políticos de los Mexicanos en el Extranjero, cuya propuesta no consiste en la regularización de los ilegales en Estados Unidos, sino en institucionalizar la migración, y eliminar la persecución y la criminalización de los trabajadores migrantes.

Este mensaje llegó a Mexicali con la visita de Alan A. Benjamin, coordinador de The Organizer, periódico afín al Acuerdo Internacional de los Trabajadores y los Pueblos (AITP), y Al Rojas, representante del Frente de Mexicanos en el Exterior, quienes participaron en la Segunda Conferencia Binacional “Globalización Migración/Inmigración” en la Universidad Autónoma de Baja California (UABC), y asistieron a una Mesa de Redacción en el periódico la Crónica de BC.

Como representantes de los trabajadores extranjeros en Norteamérica expusieron que aún predominan la explotación y la discriminación, el racismo y el abuso, el incumplimiento de las prestaciones elementales, y que estas circunstancias se extienden a los convenios conocidos como “Programa de Trabajadores Huéspedes”.

Explicaron que el deterioro de las condiciones de trabajo, incluso el fallecimiento durante las jornadas en el campo, son algunas de las consecuencias del pacto entre la Unión de Trabajadores del Campo (United Farm Workers), el gobernador de California, Arnold Schwarzenegger, y los empresarios del sector agrícola. Los llamados “agribusiness” actualizan las aberraciones de la explotación que se creían superadas.

Indicaron que la respuesta del gobierno estadounidense a las movilizaciones multitudinarias del 2006 fue una represión feroz contra los migrantes: redadas, ordenanzas y operativos policiacos fueron implementados para la expulsión masiva de indocumentados.

Por eso ahora, ante Obama, como la figura que concentra las esperanzas de las minorías, esperan que la realidad surja en las líneas del discurso político, que las palabras se despojen de la máscara que oculta el padecimiento de miles de trabajadores desprotegidos, y que los títulos de las reformas y programas designen su verdadera dimensión.

Porque en el discurso político las palabras adquieren una cualidad turbia y perversa para encubrir la realidad; por eso, se aprueban leyes y se implementan programas cuyo objetivo es el antónimo del título; y cuando se dice “apoyo” se promociona la “indefensión”, con el sustantivo “huésped” se ocultan mil y un abusos, por la palabra “amnistía” debe entenderse “persecución”, y bajo el ideal genérico de los “derechos” yacen las aberraciones de la explotación.

Pero las palabras se clarifican en un entorno solidario, se purifican con la velocidad de la empatía y se engrandecen por la coincidencia. Y así, en el entorno virtual se configura la multitud que el próximo 21 de enero marchará desde todos los rincones de la desventura para exigir un discurso acorde con la realidad, una cita en la agenda presidencial, un rubro en la legislación y un espacio digno en una sociedad que se ha enriquecido explotando a quienes desprecia.

En las palabras de Al Rojas, sobresale la necesidad de eliminar las etiquetas despectivas, los estigmas insultantes y los peyorativos, porque la fuerza de trabajo que ha soportado el peso de la economía estadounidense no está formada por hispanos o mexicanos, ni por latinos o sudacas, ni por ilegales o braceros, ni por indocumentados o migrantes: está formada por seres humanos dispuestos a trabajar para ganar dignamente el sustento.

La presidencia de Obama representa la realización inusitada de una ficción y es una oportunidad por mucho tiempo esperada; por primera vez, residirá en la Casa Blanca un heredero de la porción de la humanidad históricamente más ultrajada y despreciada, y es ahí, justamente en el horizonte de las expectativas, donde las palabras deben despojarse de los artificios y los significados deben desnudarse; sólo entonces, el discurso público proyectará la realidad y se extenderá desde el callado suplicio cotidiano hasta la justicia social, desde la marginación hasta la igualdad…

domingo, noviembre 09, 2008

Síndrome de Fragilidad Compartida

En algún lugar del quebranto, cuando la vulnerabilidad es un síntoma socializado, la indefensión se expande como una epidemia incontenible, porque la salud y la integridad, la vida y la muerte dependen del talante de un delincuente…

Baja California, enfáticamente la ciudad de Tijuana, padece los estragos de la violencia en todas sus manifestaciones; las autoridades justifican el incremento de los delitos del orden común por la adicción a las drogas y adjudica todos los delitos de alto impacto a las redes del narcotráfico. Pero las generalizaciones suelen ser ociosas y la gama insufrible del delito aún no admite exclusividades; la delincuencia surge en todos los ámbitos y estratos sociales.

En Tijuana, los médicos padecen la victimización consuetudinaria de la delincuencia organizada y han sufrido el secuestro en todas sus variantes y modalidades. El secuestro es ese virus que pulula en esta época, que se reproduce y se expande sin control y flagela a la ciudadanía sin esperanzas de un pronto alivio.

El diagnóstico inicial determina que la entidad bajacaliforniana presenta el síndrome de fragilidad compartida y un agudo deterioro en la salud pública en cuestiones de confianza en las instituciones.

Dicen los que saben, que la desconfianza respecto al poder es una actitud socialmente compartida, que la sospecha generalizada surge por las demostraciones, constantes y contundentes, de la intrínseca corrupción para perpetuar el dominio, y que por eso, la actuación de las autoridades provoca recelo y escepticismos.

Y si la desconfianza social surge por acciones desmedidas, injustificadas o escabrosas; luego entonces: la pasividad, la omisión, la impunidad, el silencio, o la impericia de las autoridades provocan un malestar que lesiona gravemente al inconsciente colectivo.

La imagen del dolor, concentrada en la figura de los médicos, se expone en la carta abierta fechada el viernes 7 de noviembre de este año y dirigida al presidente Felipe Calderón Hinojosa por los integrantes del Consejo Médico Ciudadano, encabezado por José Manuel de Jesús Ortiz Ampudia, en la que denuncian “un vacío de poder en el estado de Baja California”, generado por la escalada de delitos de máxima gravedad y alto costo social.

En la misiva, los médicos le hacen notar al mandatario que en los 311 días que van de este año, 580 personas han sido asesinadas, lo que corrobora la existencia de “un estado de sitio delincuencial ante la incapacidad de las autoridades estatales y federales para reaccionar, frenar y atender la prevención de este tipo de delitos”.

Ese viernes, los médicos de Tijuana trabajaron bajo protesta por el reciente secuestro de uno de sus colegas y se manifestaron en las afueras del Centro de Gobierno. Consternado por la fragilidad compartida de los médicos, el destino les envió una providencial coincidencia y en un encuentro fortuito con el gobernador José Guadalupe Osuna Millán los médicos exigieron resultados, reclamaron la seguridad y protección que el estado está obligado a proporcionar a todos los ciudadanos, y anunciaron que el lunes 10 de noviembre se inscribirá en las crónicas tijuanenses como “Un día sin médicos”.

Por lo tanto: todos debemos mantener la calma y cuidar la salud, porque la estrategia para el combate al crimen organizado que se aplica en Baja California, se diseña en, y desde, el gobierno federal. Y en estos momentos, todo el poder ejecutivo está inmerso en el duelo por la pérdida del secretario de Gobernación, cuyo fallecimiento desquicia no sólo al presidente, sino que trastorna y posterga los resultados del Acuerdo Nacional de Seguridad, firmado el 21 de agosto en Palacio Nacional, cuyos avances deberían presentarse en los primeros cien días. Otra lamentable contingencia: las reformas y compromisos de justicia y legalidad deberán readecuarse por el deceso de Santiago Vasconcelos, el primer zar anti-drogas de México.

Y aún existe un riesgo mayor: todos los síntomas de la indefensión socialmente compartida pueden agravarse ante la posibilidad de un atentado que exhiba la vulnerabilidad de la impenetrable burbuja del poder. Ahora, más que nunca, el imperativo de justicia adquiere rasgos de una reivindicación política, social, humana y moral.

Pero mientras el ejecutivo y las huestes panistas se desgarran las vestiduras en homenajes y ceremonias luctuosas, la delincuencia sigue ejerciendo el dominio en la plaza bajacaliforniana. Y la sucursal del calderonismo en Tijuana se mantendrá a la expectativa hasta que el ejecutivo federal tenga a bien girar las instrucciones que estime convenientes.

Lo recomendable en épocas de desconsuelo es abrigarse con una coraza blindada, evitar las exposiciones prolongadas de la prosperidad y encomendarse al ángel de su guarda, porque todas las circunstancias indican que la estrategia federal no será inmediata, y que el hartazgo de los médicos es tan sólo una pequeña muestra de la indefensión que se expande como una epidemia incontenible, porque la inseguridad enferma más a los cachanillas que el estrés y la contaminación… y porque la salud y la integridad, la vida y la muerte ya no dependen ni de Dios, ni de la ciencia, ni de la justicia, sino del talante de un delincuente…

domingo, noviembre 02, 2008

Alquimia social

En algún lugar metódico, donde el rigor científico pondera todos los fenómenos, entre los porcentajes y las estadísticas existe una excepción incuantificable; el albedrío es ese prisma indefinible que esquiva todas las fórmulas, y es por eso, que aún no existe un mapa de los recovecos de la condición humana…

Los comicios electorales del 4 de noviembre serán la ocasión perfecta para cuantificar lo imponderable. La elección presidencial en Norteamérica no sólo confronta los proyectos de los partidos políticos y la personalidad de los candidatos, éste ejercicio democrático involucra actitudes del electorado que permanecieron en el sótano del inconsciente colectivo debidamente custodiadas por un ejército de prejuicios.

El predominio del racismo y la supremacía blanca, la extensión de la ignorancia y la magnitud del conservadurismo a ultranza, han eludido cualquier medición hasta este momento. En una inmensa espiral de silencios, los encuestados ocultaron su verdadera intención de voto; plenamente conscientes de los valores políticamente correctos, los racistas y ultraconservadores ocultaron el sentido de su voto.

El contraste entre Barak Obama y John McCain trasciende las cuestiones raciales: los comicios electorales definirán la idiosincrasia predominante, el color del inconsciente colectivo. Los norteamericanos también deberán decidir respecto al aborto y la legitimidad de la unión civil entre homosexuales; también definirán las atribuciones de su gobierno y las prioridades de la administración pública. Los matices históricos surgen porque esta elección se materializará el criterio de los estadounidenses en el contexto de una hegemonía decadente.

Estas elecciones se realizarán en medio de la peor crisis económica en la historia norteamericana, cuando se han confrontado dos discursos completamente opuestos y dos personalidades recíprocamente excluyentes: mientras Barak Obama propone la ruptura de paradigmas para reorientar el rumbo de las políticas públicas, John McCain encarna al patriotismo exacerbado y defiende las prioridades de la economía bélica y el dogma del expansionismo.

Los pronósticos son reservados, porque el comportamiento del electorado norteamericano ha sido impredecible, dando lugar a resultados inverosímiles, como el segundo periodo presidencial de George W. Bush. Además del esquivo factor racial en las encuestas, existe un patrón persistente de fraude electoral, perfectamente implementado y culturalmente asimilado en varias regiones del país. En estas circunstancias, la jornada electoral no solo determinará al presidente y la composición del Congreso, también se evaluará la eficiencia de todo el aparato democrático.

El resultado del sufragio popular cuantificará la influencia de los sectores sociales en el porvenir nacional; se consolidará la presencia del sector hispano, o se manifestará públicamente el fervor de los grupos racistas y xenófobos, o se actualizan los perjuicios arcaicos y obsoletos. Independientemente de quien resulte vencedor, el proceso electoral determinará la composición exacta del pensamiento del pueblo norteamericano.

Por todo eso, el martes será una oportunidad extraordinaria para la alquimia social: por esta única ocasión, será posible capturar en un matraz el calor de la esperanza, evaporarlo y condesarlo bajo la frialdad de las cifras; en una molécula suspendida se identificarán los enlaces afectivos y las partículas de solidaridad que flotan en el aliento de las minorías; se obtendrá el suero de la identidad y se harán todas las combinaciones posibles; y tal vez, los alquimistas definirán el prisma del albedrío que ha esquivado todas las fórmulas, y trazarán el primer esbozo de los recovecos de la condición humana…