martes, mayo 26, 2020

De las caravanas, los sombreros y el viento


“Tiempo es la medida del movimiento entre dos instantes”
Aristóteles

            En algún lugar recóndito, agazapado entre las líneas de un discurso persiste un motivo arcaico que se desplaza a destiempo anticipando promesas a una audiencia cautiva…
            Desde siempre he padecido los estragos de una pésima noción del tiempo y por eso, suelo confundir la distancia de los eventos en el pasado, y en el presente, los días del mes y de la semana; el único antídoto es la observancia rigurosa de mi agenda. Mi despiste involuntario se agudiza con la edad pero ahora en el confinamiento ha llegado a niveles excéntricos porque esa incertidumbre deambula en mi cerebro y siempre despierto alarmada y preguntando ¿!qué día es hoy!? 
            En días recientes, empeoró mi desorientación en el tiempo  y ahora traigo una escalofriante confusión con las épocas y los conceptos; esto inició cuando leí el ensayo de Nuestro Señor Presidente, “Nueva política económica en los tiempos del covid-19” donde propone “establecer un Estado de bienestar igualitario y fraterno”… y ahí fue cuando las épocas se me traslaparon provocándome  una ligera conmoción porque hasta entonces, tenía entendido que el Estado de Bienestar ha existido sobre la faz de la Tierra desde las últimas décadas de 1800.
Seguí leyendo y las ideas se desplazaron en un salto cuántico enlazando el pasado y el presente cuando el mandatario afirma: “El estado de bienestar que estamos construyendo tiene como objetivo la protección de las personas a lo largo de la vida, desde la cuna hasta la tumba, haciendo realidad el derecho a la alimentación, al trabajo, la salud, la cultura, la vivienda y la seguridad social” … y: ¿acaso, no fueron esas las características del Estado Benefactor en el siglo XX?
Intenté refrescar la memoria pero la confusión persistía y acudí a la definición: el Estado de Bienestar debe asumir la responsabilidad de la prestación de servicios tales como la educación o la sanidad y ofrecerlos de forma no discriminatoria y sin costo para los ciudadanos”. Luego entonces, llegué a la conclusión de que el mandatario está proponiendo como nuevo un modelo de estado que funciona desde el siglo pasado.
La curva de mi desorientación llegó a su pico cuando el presidente declaró que “lo importante es el interés humanitario mundial y no privatizar la vacuna contra el covid-19”… el eco de esas palabras me remitió al mensaje del  presidente chino Xi Jinping en la 73ª Asamblea Mundial de la Salud prometiendo compartir la vacuna en el combate mundial a la pandemia. Entonces, me percaté de que alguien hace caravanas con sombreros ajenos porque las críticas le hacen lo que el viento a Juárez.
Ponderé el beneficio de la duda porque me incomodaron esas palabras a destiempo pero después lo comprendí todo: entre las líneas de las arengas presidenciales yace un proselitismo arcaico dirigido a quienes no tienen referentes para analizar su discurso en un audiencia nacional y cautiva…

11:58 PM. Breve bitácora del tiempo perdido


En algún lugar digital, el tiempo se expande con los devaneos del ocio hasta la impasible frontera del olvido y súbitamente se evapora por la premura de los plazos en una agenda inaudita…

            Por el confinamiento en esta pandemia, muchas actividades migraron al entorno digital; tras la suspensión de las clases presenciales, se implementaron las sesiones virtuales para compensar la ausencia en las aulas y continuar con el programa en curso. De la noche a la mañana, los alumnos, profesores y padres de familia se involucraron en la educación en línea y todos los días, le dedican el mejor de sus esfuerzos pero la adaptación a la modalidad virtual no ha sido fácil.

            Una de las variantes en la educación a distancia son los pretextos: ya no es posible culpar al perro de la casa que se comió la tarea porque en el entorno digital, los pretextos son de índole tecnológico. Por la contingencia, imparto cursos en línea a estudiantes de licenciatura y suele suceder que a las 11:58 PM, un minuto antes del cierre de la recepción de tareas, todas las fuerzas ocultas del universo conjuran contra mis alumnos: se desconfigura la computadora, cortan la señal de internet por fallas en el servicio, la plataforma del curso no acepta el archivo con la tarea, no se concluye el envío o no se confirma la recepción, la contraseña ya no es válida porque la cambió un hacker malvado…y todas las excusas tecnológicamente aplicables.

            Estos contratiempos son frecuentes porque la pasividad del confinamiento modifica la percepción del tiempo; el plazo para enviar las tareas parece muy lejano y los estudiantes lo desplazan a un futuro incierto que llegará en algún momento después del torneo de videojuegos, de la revisión exhaustiva de los memes en Facebook o del maratón de series y películas. La bitácora de actividades en la cuarentena suele ser muy breve porque el tiempo transcurre plácidamente durante la procrastinación digital hasta que repentinamente concluye el plazo para la entrega de las tareas: entonces, el tiempo ya no alcanza para leer ni siquiera las instrucciones y la premura evapora la concentración impregnando valemadrismo a lo que debería ser el producto de la reflexión.

Dicen los que saben que el éxito de la educación virtual depende de la disciplina de todos los involucrados pero el apego a los plazos se complica en el entorno digital, saturado de distracciones. Los efectos de las pandemias son trágicos, aleccionadores y la reingeniería social es inmediata. La súbita migración a la virtualidad impone una adaptación instantánea que no admite excusas ni pretextos; la disciplina y la voluntad deberán fortalecerse para emular los niveles de excelencia que tuvimos en las versiones presenciales. La templanza será imprescindible para controlar los devaneos del ocio, para reubicar la frontera de las responsabilidades evaporando las premuras en esta agenda inaudita…

Con mi admiración a tod@s los involucrad@s en la educación durante el confinamiento.