domingo, julio 31, 2011

El factor humano

En algún lugar de la exactitud, las cifras surgen y se reproducen en el gélido clima de la aritmética, y ahí, los cálculos y las ponderaciones sólo admiten una interpretación porque la realidad siempre es única y contundente…

Las cifras publicadas recientemente por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), indican que del 2008 al 2010 el ámbito de la pobreza se extendió para aglutinar a 52 millones de mexicanos, quienes representan un 46% de la población: 4 de cada 10 habitantes no obtiene los ingresos necesarios para subsistir y progresar.

El resultado de esta medición es implacable y no admite interpretaciones tendenciosas porque refleja el fracaso de las políticas públicas de un estado que funciona como agente de inversiones. Y si se aplicase el factor humano a la frialdad de estas cifras catastróficas se obtendría una visión realista del origen de esta inequidad social.

Como producto del entorno globalizado, la economía mexicana pretende incorporarse a un sistema de mercado que somete y doblega a las soberanías nacionales; la genuflexión ante la ética del lucro tergiversa las funciones del estado: ahora el gobierno es una mega agencia de negocios internacionales, depende de los consorcios comerciales y oficializa el criterio que define a la población como mano de obra explotable y como un sector inmenso de consumidores manipulables.

Pero aún bajo esa lógica los resultados son contundentes: los beneficios de la economía de mercado se concentran en los estratos superiores donde no existe sensibilidad social. El índice de la pobreza refleja la ineficiencia de la administración pública en la atención de las necesidades apremiantes de la población y, paradójicamente, exhibe la escasa retribución de los consorcios internacionales al erario y al nivel de vida de los habitantes.

En Baja California, uno de los estados del panismo rampante donde la inversión privada y extranjera influyen en la agenda pública, el desempleo y la falta de poder adquisitivo de grupos vulnerables que habitan en zonas marginadas dificulta que las familias puedan adquirir la canasta básica.

Ante la contundencia de las cifras, la pobreza ha sido una ambigüedad demagógica que se encubre en clasificaciones triviales, el rubro más oscuro de la economía y la asignatura pendiente de los regímenes, será el tema recurrente en las campañas políticas rumbo a la presidencia, el número esquivo en todos los discursos y una consecuencia sin causa. La paradoja reside precisamente en esa porción de los mexicanos: en el ámbito de la necesidad donde no se escuchan las promesas políticas que juegan con los cálculos y las ponderaciones, porque en el sector marginado por la pobreza la realidad siempre es única y contundente…

domingo, julio 24, 2011

La incógnita generacional

“Preguntarme a qué generación pertenezco es,
en un nivel más profundo, preguntarme quién soy”
Julián Marías

En algún lugar del tiempo y sobre un inmenso pliego de papel en blanco, cuando se escriben las biografías de los seres humanos se subrayan los efectos del entorno que incidirán en el destino de las generaciones…

Por siempre y desde entonces, en la escritura de la historia de la humanidad se detectan los estilos y acentos de las generaciones porque la percepción de los giros del destino depende y varía con la edad de quien los atestigua. Cuando atravesamos el umbral del siglo XXI había 800 millones de adolescentes que nacieron en la sociedad de mercado y crecieron rodeados de comodidades tecnológicas. Las huestes de la “Generación Y” se conforman con los pequeños tiranos que gobiernan a su antojo en el reino familiar y que ejercen un control despiadado sobre sus padres. Los adolescentes de la posmodernidad se caracterizan por una mentalidad saturada con mensajes que inducen al consumismo, sus prioridades se establecen en función de las marcas comerciales y configuran una identidad cambiante atendiendo a las figuras esporádicas, ídolos efímeros con los que la cultura de masas pretende resolver la carencia de modelos de excelencia permanentes.

La incógnita de esta generación incide en su destino, en la construcción del porvenir en un entorno donde todo es válido, en un clima social desolado por la violencia cotidiana y la ausencia de límites. La incógnita es insufrible pero es imperativo despejarla porque el resultado de una ecuación sin valores constantes de autoridad es la apatía generalizada y el egoísmo exacerbado. Por los efectos perversos del mercado los niños abandonan prematuramente la infancia para incursionar en una adolescencia precoz. La celotipia, el acoso y el maltrato suelen predominar en las relaciones afectivas de los adolescentes “Y” y el impacto de los modelos emergentes se detecta en la incidencia creciente de casos de anorexia y bulimia en la infancia.

Sí! … La cuestión ya es impostergable. Los extremos a los que pueden llegar los adolecentes “Y” son deplorables: La Red por los Derechos de la Infancia estima que unos 30.000 menores realizan actividades para los cárteles como pasar droga, secuestrar y asesinar migrantes. Según un informe de la fiscalía general, de diciembre de 2006 a abril de 2010, un total de 3.664 menores de edad fueron capturados en operaciones contra la delincuencia organizada. Los escándalos lo confirman: un adolescente de 14 años y conocido como “Ponchis, el niño sicario”, era filmado con un teléfono celular al momento de golpear y asesinar a sus víctimas y estos vídeos fueron publicados en internet; y en Mexicali, un asesinato cruelmente premeditado fue la secuela de los celos enardecidos en la tormentosa relación de una pareja de adolescentes que no conocieron límites.

La incógnita que todos los predecesores de la “Generación Y” debemos resolver es: cómo enmendar, y en el mejor de los casos atenuar, los efectos de un criterio materializante? Cómo revertir la insensibilidad galopante que germina en un ambiente que glorifica el egoísmo y celebra la violencia? Cómo re-escribir el destino de una generación atrofiada por los efectos nocivos del entorno?…

domingo, julio 17, 2011

Fuera de lugar

En algún lugar estruendoso, cuando todas las voces se fusionan en la algarabía nacional se dispersan las angustias cotidianas, y en una celebración espontánea se contagia el aliento efímero de la victoria…

Dicen los que saben, que los triunfos son propiedad de todos y que a las derrotas se les adjudica un dueño único, que la industria del entretenimiento se consolidó gracias a ese mecanismo delirante, y que por eso, el espectáculo deportivo es el placebo social por excelencia. El 10 de Julio los mexicanos festejamos el triunfo de la selección mexicana en el campeonato mundial sub 17, y lo celebramos hasta el cansancio ese domingo porque al día siguiente se inició el proceso inexorable que desvanece las victorias deportivas. La industria del entretenimiento así lo estipula: siempre habrá un récord que igualar o superar, y al culminar un campeonato se inicia el proceso hacia el siguiente.

El aliento efímero de las victorias es un conocimiento del dominio público, pero en esta ocasión, la espontaneidad de las celebraciones se tergiversó en una alharaca política cuando Felipe Calderón, tal vez embriagado de felicidad, enarboló el estandarte de la selección nacional y declaró que México ya no será el mismo después de esa apoteósica victoria futbolera. Extasiado de orgullo ascendió a los jugadores al rango oficial de “héroes” en el pódium de los “niños de oro”, y aún días después del gran jolgorio y fuera de la cancha, emitió la urgencia por dejar atrás el “México del ya merito”… Pero claro que por supuesto y desde luego que sí! … el gran beneficiario del triunfo futbolero se llama Felipe Calderón, por eso, insiste en exacerbar y en postergar el efecto de este placebo que por un breve lapso desvaneció todos los quebrantos de la conciencia nacional.

Peros sus exageraciones están fuera de lugar. Aunque se pretenda reiteradamente dirigir la atención al campeonato de la sub 17, la contundencia de la realidad es ineludible por el flagelo de derrotas persistentes que no son divulgadas: el ingreso medio familiar decreció un 12% en dos años gracias a los incrementos en la gasolina y a la escasez de empleos, el índice de mexicanos que sobreviven en la pobreza se incrementará al fin del sexenio. Los golazos, la garra y la determinación de los futbolistas no son suficientes para ignorar los vicios ancestrales de la partidocracia, el fracaso de las políticas públicas ni la deplorable condición de la salud y la educación, tampoco bastan para olvidar a todos los mexicanos de oro que se parten el alma en la inconmensurable cancha de la economía informal ni a los que se han perdido en la cruzada contra el crimen.

Sí! … La tragedia nacional es insufrible, y al margen del usufructo oficial, los mexicanos necesitan un triunfo para festejar de vez en cuando, para exhalar el quebranto en la algarabía, para dispersar las angustias cotidianas en una celebración espontánea, para soñar y cantar sin pensar en que el aliento de la victoria es efímero…

domingo, julio 10, 2011

Temporada electorera

En algún lugar del Teatro Nacional, en los momentos previos al estreno del drama electoral se detallan las líneas y se actualizan las escenas de la patética tragicomedia que relata la lucha encarnizada por el poder; el preámbulo es un leve indicio de la intensidad de una secuencia perversidades…

La contienda electorera es una tradición recientemente adquirida en México: abarca un periodo impreciso anterior a la jornada electoral, en cualquiera de los tres niveles de gobierno, durante el cual se exhibe la deleznable esencia de la subespecie política en una secuencia dramatizada de nalgaprotismos, imbecilidades y perversiones. Es una temporada de episodios con escándalos de intensidad variable que suelen ser mediáticos: se repiten incesantemente los pormenores, se reproducen los discursos y las declaraciones, se incrementa el elenco con personajes emergentes, pero no se realiza ningún trámite en el ámbito judicial. Todo se dirime en el escaparate de los medios masivos sin repercusiones legales. Y así: en una insufrible secuencia de vulgaridades y cinismos escucharemos las versiones de los presuntos implicados, las respuestas beligerantes de los aludidos, los puntillosos señalamientos de los esbirros lamesuelas y todas las denostaciones que se acumulen hasta que decline la magnitud del espectáculo.

La campaña electorera rumbo a los comicios del 2012 inicia con el escándalo mediático protagonizado por Elba Esther Gordillo y las mediocres actuaciones que se incorporaron a este episodio. En este preámbulo se dirige la atención al pasado para exhibir los nefastos acuerdos, las cantidades estratosféricas y el cinismo galopante de los personajes involucrados en vulgares negociaciones para alcanzar la presidencia en el 2006. Con escándalos similares o peores se confabula el drama de la próxima elección presidencial. Sí! … La voz omnisciente de la sensatez advierte que se debe desconfiar de todos aquellos que puedan percibir las inmundicias del inframundo político sin alterarse ni ofenderse. Porque a diferencia del arte dramático, que al conmover sacude la conciencia y provoca la reflexión, el espectáculo protagonizado por los especímenes de la pseudo especia política siempre provoca una vomitiva repulsión y un desdén neurálgico en los seres humanos normales, pensantes y sensibles. Pero éste es, precisamente, el objetivo del patético drama de aberraciones: provocar un repudio generalizado, enfatizar la decepción ciudadana para enardecer la llama de la apatía y provocar el abstencionismo; cuando electorado abandona el escenario, el desenlace se confabula en una sombría escena de concertacesiones entre los protagonistas de las huestes partidistas. Moraleja?... No abandones el teatro hasta que caiga el telón. Es menester esperar el momento en que se desvanezca la cuarta pared que separa a los actores del público para que la musa del teatro esgrima el cuchillo del rechazo y aniquile a esta patética tragicomedia de la lucha encarnizada por el poder…

domingo, julio 03, 2011

Título de propiedad


“Los hombres han olvidado esta verdad, pero tú no debes olvidarla.
Eres responsable para siempre de lo que has domesticado.”
El Principito. Antoine De Saint-Euxpery

En algún lugar de la casa, cuando la luz se torna suave y se fragmenta con las vivencias es posible percibir una dulce sensación; y debajo de la mesa o en el sillón de la sala, en un rinconcito de la cocina o junto al árbol más amable del jardín perdura la incondicional nobleza de una pequeña compañera…

Cuando se adquiere una mascota se le considera como una pequeña propiedad, como un regalo viviente con cartilla de vacunación. Los animalitos se incorporan al hogar y al peculiar estilo de vida de cada familia, y en la caso de los perros, una de las especies consideradas –erróneamente- pequeñas, la capacidad de adaptación es sorprendente cuando se integran a una manada de humanos. Poseen una habilidad perceptiva extraordinaria para interpretar todos los gestos y las expresiones de sus amos y gracias a la nobleza de su carácter se merecen mucho más que el cariño que reciben. Aparentemente, la convivencia con los perros implica una relación asimétrica: el amo siempre ordena y decide, educa y corrige; el perro siempre atiende, festeja y obedece. Pero en el fondo surge una dependencia recíproca y no sé en qué momento se revierten las atribuciones y el perro de apropia del corazón del amo aunque no exista ningún documento que lo certifique.

Yo?.. Tuve una perrita… Era mía porque yo elegí la raza y el color, porque yo la busqué y la encontré. Era mía porque yo la compré y la traje a mi casa, porque yo escogí su nombre y puse mi nombre en su cartilla. Era mía porque domestiqué sus instintos, porque yo la eduqué y la consentía. Era mía porque tomaba el sol en mi jardín, porque se comía mis zapatos y dormía en mi sala. Era mía porque me acompañaba cuando yo estaba sola, porque siempre esperaba mi regreso y contenta me recibía. Era mía porque yo la alimentaba y la bañaba, porque yo la atendía y la curaba, porque trataba de entenderla, aunque no siempre lo lograba. Era mía porque creció a mi lado, porque dio a luz en mi casa, porque sus cachorros fueron también míos y dispuse de ellos. Era mía porque conocía todos los tonos de mi voz, porque intuía mi estado de ánimo en la cadencia de mis pasos. Era mía porque me quería tal y como soy, porque era feliz al estar conmigo.

Pero el título de propiedad de un amo tiene una fatal expiración. Y ahora que ya no está y que ya no la tengo comprendo al fin que su compañía fue mucho más que una simple cuestión de propiedad o dominio, porque al entrar en mi vida se adueñó de mi corazón con su lealtad y su alegría, porque al morir se apropió de un pedacito en la región más festiva de mi memoria. Es por eso que en mi casa, de repente se percibe una dulce sensación; y debajo de la mesa o en el sillón de la sala, en un rinconcito de la cocina o junto al árbol más amable del jardín perdura la incondicional nobleza de mi querida Cocó, mi pequeña y añorada compañera…