viernes, diciembre 22, 2023

Desde el cosmos y en el mundo

 En algún lugar del tiempo, los movimientos de las estrellas y los astros envían un mensaje a todos los seres vivos en el planeta; entonces, inicia la búsqueda de un refugio que  prodigue amparo, y es ahí, en el reencuentro de los semejantes, donde el surge el cálido alivio que nos hermana…

En la época navideña se emiten muchas señales y signos que la distinguen de las estaciones que le precedieron, pero estos mensajes suelen ser contradictorios: mientras en el firmamento se atenúa la radiación solar, en la sociedad de mercado la bonanza económica inicia formalmente en el Día de Acción de Gracias.

Desde siempre, el solsticio de invierno influye sobre todas las formas de vida en nuestro planeta: en el día más corto y la noche más larga del año inicia una reducción en la intensidad de los rayos del sol; es un momento de transición en la naturaleza, cuando la promesa de la renovación primaveral es una cálida esperanza y todos los seres vivos perciben su vulnerabilidad y afrontan las inclemencias del invierno.

La especie humana no es la excepción. Se ha identificado que la reducción de la exposición a la  luz solar provoca el trastorno afectivo estacional (TAE) y alteraciones en los patrones hormonales asociados con la depresión estacional. Tal vez, por eso buscamos el calor del terruño y la compañía de familiares y amigos en una migración deliberada hacia el lugar de origen y el reencuentro de las raíces.

Mientras la ausencia de los rayos solares intensifica nuestra vulnerabilidad, estamos expuestos a la divulgación de estereotipos que equiparan la felicidad con la ostentación de productos, que han trivializado las manifestaciones del amor en la entrega de un regalo cuyo precio reflejará la calidad del afecto. Lógicamente, la incursión de la publicidad en la percepción del mundo es contundente: inevitablemente, asimilamos la imagen de una felicidad materializada y modificamos nuestra actitud y realmente disfrutamos comprando regalos para las personas que apreciamos agradeciendo su presencia en nuestras vidas sin percatarnos que la sincera manifestación de nuestros afectos mantiene girando los engranes de la inmensa maquinaria del consumismo que mueve a la aldea global.

Y al margen del mercado, Mary Pipher, enfatizando la promesa de luz y calor del cosmos, revela que en un mundo flagelado por la crueldad y la violencia aún es posible encontrar la luz “en las personas a las que hemos amado” quienes han estado en los momentos difíciles y que siguen a nuestro lado.

Sea cual fuere el motivo, donde quiera que se encuentre y sin importar el esplendor de la celebración, la Nochebuena es un momento propicio para reflexionar y agradecer, para aceptar el  mensaje ancestral que emite el cosmos a todos los seres vivos en el planeta; y entonces, en el refugio que nos prodiga amparo, al reencontrar a los semejantes y a quienes hemos amado, surgirá el cálido alivio que nos hermana y nos humaniza…

Feliz Navidad!

viernes, diciembre 15, 2023

La carpeta de las letras postergadas

 

En algún lugar indefinido en el territorio del quebranto, cuando la resignación germina se reinicia el ciclo de los afanes y los anhelos; las veredas del duelo culminan en un momento inesperado cuando resurge el ánimo y se recupera el impulso para seguir adelante…

Dicen los que saben que no hay mal que dure cien años, que no hay herida que no cicatrice y que el bálsamo del tiempo es el mejor remedio para todas las lesiones… y tienen razón. Después de un periodo de pérdidas que parecía interminable e insufrible, de repente y en un instante recuperé el aliento. Los motivos de la tranquilidad abandonaron la sombra de la angustia y recuperé la sonrisa habitual.  

No!.. No sé por qué, ni cómo, pero desde entonces se fusionan mis sonrisas y mis lágrimas en una sensación de alivio y cada día aprendo a vivir con las ausencias que me vulneran y agradezco las presencias que me fortalecen. Ahora, valoro la importancia de todos los episodios que tuve que recorrer para darle a mis fracasos su justa dimensión, para asumir las secuelas de mis decisiones, para ridiculizar los desaires que me infringieron, para aceptar mis carencias, mis defectos e ineptitudes.

Sí!.. Esta sensación bien podría ser el resultado de un proceso cerebral: al secarse la última de mis lágrimas se liberó la cantidad suficiente y necesaria de endorfina para mitigar el dolor prodigándome paz.  Sea como fuere, debo agradecer los efectos de este recorrido: la humildad trascendió la frontera de la vulnerabilidad y se instaló en las convicciones cotidianas eludiendo la fatal consigna que nos hace humildes sólo cuando somos frágiles.

Debo confesar que la hazaña de llegar a la meta en este penoso recorrido no es individual porque yo no hubiera avanzado sin el cariño de mi familia, sin la solidaridad de mis seres queridos. Gracias a ellos, esta mañana desperté con el ánimo para reabrir la carpeta olvidada de mis letras, para enfrentarme a la blancura de una página vacía y llenarla con palabras.

Hoy, como hace años, la imperiosa necesidad de escribir resurgió en un corazón saturado, cuando la presión de los silencios sobrepasó su límite natural y frenéticamente buscó una salida. Llegó el momento de reiniciar el diálogo instintivo entre el teclado y la conciencia. Mis palabras recuperarán la forma, la substancia y el color cuando una mirada las recorra; mis ideas y mis sueños cobrarán vida cuando alguien les regale un breve lapso en su recuerdo.

Como siempre y desde entonces, agradezco la gentil consideración de los lectores que me extrañaron, agradezco esta nueva oportunidad para sincerarme ante una audiencia invisible en este momento en que recupero la vocación postergada, cuando se reinicia el ciclo de mis afanes y mis anhelos. Y desde aquí, donde las veredas del duelo culminan, quiero compartir el resurgimiento del ánimo para seguir adelante…