domingo, marzo 31, 2013

Paralelo 38°


En algún lugar victorioso, en el justo medio de la tensión que separa a las antípodas, se  erigió un criterio caprichoso que se desplazó sobre las líneas imaginarias del globo terráqueo; y así,  imponiendo la visión de unos sobre la realidad de otros, destruyendo gentilicios y arrancando esperanzas, se configuró el destino de los vencidos…

 

El fin de las hostilidades de la Segunda Guerra Mundial se concretó en Yalta, Crimea, con el reparto estratégico de los territorios liberados y de las naciones vencidas. Se estableció el paralelo 38° como la frontera entre las porciones coreanas concedidas a la hegemonía soviética y al imperio norteamericano. La división artificial de la nación coreana y el triunfo del comunismo en China despertaron al afán patriótico de la unificación, implacablemente exterminado en un conflicto armado donde midieron sus fuerzas las potencias que competían por el predominio mundial. A partir de entonces, en el globo terráqueo se trazó una brutal Línea de contención y las potencias se confrontaron varias veces en territorios ajenos con el pretexto de ayudar a naciones divididas. Vietnam, Afganistán, Guatemala, El Salvador, Chile, Argentina, son algunas de las desventuradas naciones que han sufrido el flagelo del intervencionismo militar.

 

El desenlace de la Guerra de Corea fue un empate bélico y es el primero de los fracasos de la diplomacia internacional (léase ONU). El Armisticio en Panmunjong firmado por las Coreas confrontadas es un pacto de no agresión pero no las obliga a sostener la paz como un compromiso adquirido; desde entonces, el estado de guerra es una realidad latente. Una y otra vez, en el concierto internacional y en el Consejo de Seguridad de la ONU, se impusieron la visión Occidental y la ética del lucro en un criterio ambivalente que permite en los “países libres” lo que castiga en la porción no alineada del mundo. El 7 de marzo la ONU anunció nuevas sanciones a Corea del Norte por su última prueba nuclear realizada en febrero y confirmada en el registro sísmico. La parcialidad del criterio imperante omite categóricamente las pruebas nucleares realizadas subrepticiamente por agencias norteamericanas en desiertos, océanos y valles olvidados en países tercermundistas.

 

Y la campaña del miedo rojo se actualiza: EEUU  mantiene 28.500 efectivos en Corea del Sur y está comprometido en la defensa de su aliado en caso de un hipotético ataque de Corea del Norte; en la ONU, EEUU  afirma que dos tercios de los 24 millones de norcoreanos encaran hambre con regularidad; se califican como bravuconadas las  declaraciones de Kim Jong-un, esta discrepancia se describe como la espiral de un círculo vicioso y por una mera coincidencia, el  gobierno de Estados Unidos advirtió hoy sobre la posibilidad de que un tsunami alcance las costas de California. Pero en la vorágine de la información referente a Corea del Norte, en los registros sísmicos de las pruebas nucleares se advierte la existencia de importantes yacimientos de uranio y plutonio, específicamente en Pyongyang, Taechon y en la frontera con China; los reactores nucleares se encuentran emplazados en Kumho y Yongbyon; los centros de investigación se ubican en Hyesan y en Hamhung.

 

Esta no será la primera vez: los nefandos intereses del mercado global suelen coincidir con la existencia de recursos naturales no renovables en los parajes de una nación desvalida y asolada por todos los males de un régimen antidemocrático a la que es imperativo salvar. Y ésta, tampoco será la última vez: la resistencia de los pueblos sometidos ha doblegado a poderosas fuerzas invasoras porque los excesos de la dominación y el afán patriótico son las antípodas que se tensionan desde que el mundo es mundo, el heroísmo nace para impedir la imposición de una visión ajena y la destrucción de gentilicios, y se enardece para reinventar el destino de los vencidos…

domingo, marzo 24, 2013

La idiotez en el rango constitucional


“Reducir todos los valores a un signo de compra-venta es una degradación.

Los medios tratan a las ideas, a las opiniones y a las personas como noticias

 y a éstas como productos comerciales.”

Octavio Paz

 

            En algún lugar distante y ajeno a la realidad, en un giro intempestivo del progreso surgió un código intangible y persuasivo; desde entonces, los atributos del pensamiento fueron desplazados por la fascinación de la mirada…  

 

La reforma constitucional en materia de telecomunicaciones presentada por el presidente Enrique peña Nieto postula la desaparición de monopolios como requerimiento para liberar la competencia y  facilitar el acceso a los medios electrónicos. En el cabildeo se defendieron los intereses de los gigantes mediáticos en México y en el debate se manejaron cifras, cantidades y porcentajes pero jamás se mencionó la calidad de los contenidos y se eliminó del artículo 6º. Constitucional el adjetivo “veraz” como requerimiento de la información transmitida.  Interpretando literalmente el texto modificado del artículo: se garantiza el libre acceso a la información transmitida en los medios electrónicos pero esta información está exenta de los requerimientos éticos de la comunicación: la veracidad, la imparcialidad y la objetividad. Luego entonces: se garantiza el libre acceso a noticias editadas, a los contenidos superfluos y a los datos triviales de un criterio idiotizante. Porque lo que se legisla en estos momentos es la recomposición del imperio mediático  (su funcionamiento, sus atribuciones y sus ganancias) y la reconfiguración del estado como el rector de las telecomunicaciones que recuperará el dominio sobre el “cuarto poder” a través de organismos (supuestamente) autónomos.

 

Es por eso que las expectativas que esta reforma ha generado son de índole económico. Con un optimismo desbordante, se  espera una reducción significativa en las tarifas de los servicios de internet y telefonía: México tiene la banda ancha más cara por Megabit por segundo (Mbps) y las tarifas más elevadas en telefonía de los 30 países que conforman la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). El libre acceso a los medios electrónicos y la reducción en las tarifas facilitarán la conexión de los mexicanos con la aldea global; pero la conexión no debe equipararse con la comunicación y tampoco debe confundirse la información con el conocimiento. Los contenidos difundidos en la telecracia están (y estarán) diseñados para incidir en la opinión pública y condicionar las pautas de conducta, el control social se logra por la persuasión mediática en un simulacro de comunicación. Es ahora, cuando se aprecia nítidamente el efecto de la telecracia descrito por Octavio Paz: “Nada menos democrático y nada más infiel al proyecto original del liberalismo que la ovejuna igualdad de gustos, aficiones, antipatías, ideas y prejuicios de las masas contemporáneas.”

 

Aunque sería un gran avance, reducir los beneficios de la telecomunicación a las facilidades de acceso y al abatimiento de costos y tarifas es trivializar la curiosidad intelectual y perpetuar la estrategia que controla a las masas y a los pueblos con un código intangible y persuasivo que desplaza los atributos del pensamiento con la fascinación de la mirada… 

domingo, marzo 10, 2013

Infundados. Infundidos. Difundidos


            En algún lugar aglomerado, donde confluyen todas las ideas y se funden todas las voces, yace un mandato legendario que le infunde a los seres  humanos la imperiosa necesidad de encontrar afinidades…

 

La incursión de las redes sociales en las actividades cotidianas se expande inexorablemente: el fenómeno Facebook inició como un enlace instantáneo entre amigos y  se transformó en una secuencia de coincidencias que ahora involucra a cientos y miles  de personas; Twitter utiliza el mismo  mecanismo de enlace y es una herramienta mediática para los personajes de la vida pública que expresan sus opiniones y sus estados de ánimo en mensajes breves que llegan a la comunidad virtual. El éxito de las redes sociales reside en aplicar las bondades de la tecnología para satisfacer la imperiosa necesidad de comunicación que pervive en todos los seres humanos.

 

Cuando surgieron los medios de comunicación, la ciudadanía estaba aglomerada en una sociedad de masas y era el receptor pasivo de la información porque sus reacciones y opiniones jamás se divulgaron en los medios masivos. Nunca se cuestionó la veracidad de la información publicada o transmitida y fue entonces, cuando la mediocracia tuvo el poder para modificar y moldear las actitudes y pautas de conducta de pueblos y naciones enteros.

 

Los hábitos de consumo, las modas y los estereotipos son el resultado de campañas publicitarias que inventan, crean o diseñan, una necesidad que debe satisfacerse con la adquisición de un producto. Las pautas de conducta de una sociedad obedecen a los miedos infundados o conceptos infundidos, que son difundidos persistentemente en los medios masivos, de tal forma que una mentira que se transmite mil y un veces termina por convertirse en una verdad incuestionable. Pero ahora, aquellas masas, receptoras  acríticas, pueden emitir y transmitir sus reacciones y sus opiniones;  es posible compartir las ideas, proyectar el talento, y difundir  las escenas que desmienten las versiones oficiales y oficiosas  transmitidas en la mediocracia. Sin embargo, este logro de la comunicación que podría erigirse como un avance hacia la democratización de los medios se trivializa en contenidos simpáticos pero insulsos porque lo más importante, desde la oscuridad de los tiempos, es lograr la aceptación de los demás.

 

Y así, sin necesidad de protocolos se divulgan en twitter los comentarios de los políticos en una nueva estrategia mediática para consolidar o crear una imagen pública; cada semana se seleccionan los 10 mejores twits o los temas de conversación que por una cantidad estratosférica de comentarios “hacen” una tendencia en la opinión de la comunidad virtual. Y en un intenso intercambio de intrascendencias se disuelve el tiempo y las grandes causas se desvanecen; la capacidad de compromiso se extingue por los efectos devastadores del desencanto pero en la naturaleza humana persiste un mandato legendario que  infunde la imperiosa necesidad de encontrar afinidades…

domingo, marzo 03, 2013

Buscando las utopías perdidas


En algún lugar de la historia y esparcidos sobre una línea perpetua, yacen los vestigios de una especie inconclusa; las capas del tiempo preservan los ideales fosilizados que alentaron el espíritu de los héroes, entre los ecos del pasado deambulan  las esperanzas petrificadas que alguna vez forjaron la templanza de los hombres…

 

            Dicen los que saben, que el proceso evolutivo de la especie humana aún no concluye, que las mutaciones son imperceptibles porque las transformaciones se realizan en el músculo de  las convicciones. Desde que los homo sapiens poblaron el planeta, la estructura anatómica de la especie humana ha permanecido inalterable pero las transformaciones del pensamiento han provocado efectos concretos y contundentes.

 

            Las ideas y las convicciones se adaptaron al entorno desde la época de los mitos,  bajo la imposición de los dogmas y a  la luz de la razón; los pensamientos se materializaron en el proyecto de la modernidad, se agudizaron por el desencanto posmoderno para refugiarse en la virtualidad. Pero en ese trayecto, hubo una época en que la especie humana alcanzó niveles excelsos y sublimes: en los albores de la modernidad se expandió sobre la faz del planeta la certeza del progreso universal. La convicción emanaba de la ciencia y la prioridad fue el bienestar y la hermandad.

 

            Aquellos hombres y mujeres sacrificaron comodidades y placeres cotidianos buscando la solución a los quebrantos sociales y el antídoto para las epidemias. Su perspectiva era universal y sus efectos serían imperecederos.

 

            La firmeza de aquel ideal humanista contrasta con la apatía y el individualismo galopantes de los especímenes que actualmente habitan en la aldea global. Por eso ahora, bajo el predominio de la ética del lucro es casi imposible comprender a los héroes que redactaron el proyecto de la Modernidad. Uno de ellos, José Martí, vivió persiguiendo la libertad de un país condenado a la servidumbre, como colonia española y como anexo del imperialismo. El impacto de sus ensayos, artículos, poemas y discursos emana de una convicción auténtica, de la supremacía del bien común sobre los caprichos personales.

 

            En el auge de la hípermodernidad, Martí es la evidencia de una especie casi extinta pero a la vez, es la manifestación de una posibilidad latente, la encarnación de un legado genético que nos predispone a la nobleza, a la empatía, a la generosidad y a la compasión. Quiero creer que esos atributos permanecen encriptados en las hélices del genoma, que aguardan la ocasión para emerger y expandir la obtusa visión que tenemos del mundo. Y conservo la certidumbre de que algún día rescataremos los ideales fosilizados que alentaron el espíritu de los héroes, que escucharemos los ecos del pasado para revivir las esperanzas petrificadas que alguna vez forjaron la templanza de los hombres…