martes, agosto 29, 2006

De la gente y los animales

"Él es su amigo, su compañero,
su defensor, su perro.
Usted es su vida, su amor, su líder.
El será suyo, fiel y verdadero
hasta el último latido de su corazón.
Le debe a él, ser digno de tal devoción.”


A: Junior

En algún lugar de la casa, en un estratégico rincón donde se perciben todos los sonidos, se acurruca un celoso guardián: es la más dócil de las fieras y el compañero más agradecido, lleva la lealtad a flor de piel y cubierta de pelos y en su corazón brota la alegría cuando reconoce la voz de su amo…

El proyecto “Gente por los Animales” emprende una búsqueda legítimamente humanista, porque pretende despertar en los seres humanos el músculo adormecido de la generosidad y desterrar la crueldad de la condición humana.

¡Sí! Es una ironía en cuatro patas: encontrar en la superioridad de la especie humana la gratitud hacia las especies pequeñas. Y tal vez parezca un esfuerzo innecesario, porque la visión de los humanos tiende hacia arriba, siempre hacia lo excelso y lo sublime, y difícilmente ubicamos las grandes virtudes en los seres pequeños y sumisos que se postran a nuestros pies.

La soberbia humana surgió en el preciso momento en que los hombres ascendieron a la cima del proceso evolutivo; sin embargo, en el genoma humano existen vestigios de nuestra bestialidad.

Tal vez debido a una cruel mutación o por el capricho de los dioses, mientras el hombre ascendía al mundo de la razón, declinaba su capacidad para la compasión; mientras los humanos nos adueñábamos del planeta y ejercíamos el poder de la superioridad, emergía de nuestras entrañas la capacidad despótica para la crueldad y el castigo.

Y quizás… porque somos imperfectos y estamos inconclusos, porque en realidad somos una supra-especie de monos parlantes y lampiños, o porque nunca hemos perdido la grotesca habilidad para herir a los débiles… pero una multitud inconmensurable de seres humanos da un trato inhumano e inmoral a los animales.

Suponemos que las mascotas sólo son graciosas mientras son cachorros, que su compañía es desechable, que su vida es una bagatela, y que no tienen sentimientos porque no se les permite la entrada al expendio celestial de las almas.

Por nuestra tendencia al consumo, adquirimos mascotas como si fueran objetos, sin asumir ninguna responsabilidad, por eso, los abandonamos en cuanto nos cansa su presencia; y esos animales pierden su hogar y su dignidad, su rincón y su sustento y están destinados a vagar y a mal vivir.

La cuestión es: si somos capaces de infringir un daño, imponer castigos crueles y abandonar a un ser desvalido… ¿existirá alguna diferencia si el desvalido es un ser humano o un animal?

Por eso, todo en la naturaleza obedece a ciclos inexorables y la justicia abarca a todos los seres vivos: en la misma medida en que infringimos un mal a nuestros animales, envilecemos nuestra condición - mal llamada- “humana”.

¿Yo?... Tuve la fortuna de compartir muchas tardes con el “Junior”… un sharpei que le hizo honor a su nombre porque siempre fue feliz como un cachorro; quiero creer que siempre percibió nuestro cariño, que interpretaba todos los tonos de mi voz y que comprendía los mensajes de mi mirada…porque ahora, estoy plenamente convencida que uno “no se conoce a sí mismo hasta que atrapa el reflejo de otros ojos que no sean humanos”.

Humanicémonos. Acérquese al proyecto “Gente por los Animales” y contribuya a esparcir la dignidad a esos pequeños y maravillosos seres que nos entregan el corazón en cada lenguetazo.

Bríndele una oportunidad y un rincón en su vida a la más dócil de las fieras y al compañero más agradecido, a esa mascota con la lealtad cubierta de pelos, en cuyo corazón brotará de nuevo la alegría al reconocer la voz de su nuevo amo…

Gente por los animales
http://genteporlosanimales.mujeresempresarias.com.mx/web



Laura M López Murillo
enalgunlugarlaura@hotmail.com

miércoles, agosto 23, 2006

Donde los senderos se bifurcan

En algún lugar de la historia, cuando las paradojas juegan con el destino, lo que alguna vez fue una tragedia se transforma en comedia, los líderes se envilecen y los ideales se pervierten; es por eso que en el mundo la realidad es fugaz y cambiante, y ya nada es lo mismo, ni es igual…

La resistencia civil pacífica en apoyo al candidato Andrés Manuel López Obrador es la evidencia, clara y contundente, de las incongruencias del destino: el PRD ha perdido hasta el último vestigio del ideario que lo configuró como fuerza política.

Allá en 1988, como consecuencia del fraude electoral perpetrado a favor del candidato oficial Carlos Salinas de Gortari, el Partido de la Revolución Democrática nació como " la expresión política del cambio social y cultural, de la dignidad del pueblo y del progreso, de la expresión de la pluralidad y de la inmensa masa ciudadana todavía no organizada".

En aquel entonces, la idea de construir un partido político nuevo estuvo alentada por la Corriente Democrática, el Movimiento al Socialismo, Fuerzas Progresistas, el Consejo Nacional Obrero y Campesino de México, Partido Liberal Mexicano, Organización Revolucionario Punto Crítico, Asociación Cívica Nacional Revolucionaria, Convergencia Democrática, y el Partido Mexicano Socialista. Y así, con personalidades íntegras, con talento e inteligencia, valiosas y valientes, se configuró el PRD como el único bastión frente al Priato.

En el discurso inaugural de la Asamblea General Constitutiva del PRD, Cuauhtémoc Cárdenas establecía que el partido sería “un instrumento de la sociedad, y no tan sólo de sus miembros o dirigentes”; cuya finalidad sería mantener “viva la posibilidad de una transición”.

El ideario de aquel PRD comprendía: restaurar la República al fundar nuevas instituciones en una cultura política de libertad, racionalidad y tolerancia”
Y “sobre estos cimientos sólidos y profundos, contra el régimen caduco del privilegio y la injusticia, del partido de Estado y el corporativismo, de la dependencia y la corrupción, levantaremos una nación de hombres y mujeres libres e iguales ante la ley y ante la vida, una patria democrática y solidaria, un México para los mexicanos todos".

Pero nada es para siempre. El discurso de López Obrador ya no coincide con el ideario original de su partido, resucita las promesas del obsoleto Estado Paternalista y juega con las expectativas de quienes creen que el gobierno solucionará todas sus necesidades. Andrés Manuel ignora que esos tiempos ya se fueron y no volverán, que ahora todo tiene un precio y que el único valor surge del trabajo, que en la globalidad cada quien vive de acuerdo a su capacidad y que cada cual resuelve sus propias necesidades.

Hoy por hoy, el proyecto lopezobradorista sólo plantea que si la resistencia se tornare en insurrección, los perredistas se defenderían con uñas y dientes, atacarían con las placas de los taxis piratas, golpearían con los palos de los puestos ambulantes, madrearían como los porros con las cadenas de los cegeacheros. Y si la victoria les favoreciera, la celebrarían con perfomances callejeros de los artistas e intelectualoides rojillos - quienes en realidad son pirrurris guevones y pandrosos -. Y toda la ciudad sería una inmensa peña bohemia.

Este mega-desmadre de Andrés Manuel deberá ser un hito en la historia del PRD; podría ser un filtro que separe a la escoria de la auténtica izquierda; tal vez, sea la encrucijada donde los senderos se bifurcan, alejando al caudillismo sin ideales de la cultura política marxista sustentada en el materialismo histórico.

Y así, podría surgir de sus cenizas una nueva izquierda, depurada y actualizada, inserta en la globalidad pero con sensibilidad social, muy diferente al actual perredismo… porque en el mundo la realidad es fugaz y cambiante, y ya nada es lo mismo, ni es igual…

12 de Agosto del 2006

Laura M López Murillo
enalgunlugarlaura@hotmail.com

El gigante de piel morena

“La adversidad tiene el don
de despertar los talentos que
en la prosperidad hubiesen
permanecido dormidos.”
Horacio

En algún lugar de la adversidad, en un entorno lejano y hostil, donde la discriminación transforma la identidad en un peyorativo y distorsiona el trabajo en explotación, ahí, en el horizonte de la desventura, emergió la templanza para llevar la dignidad a flor de piel…

Los migrantes indocumentados subsisten en un ambiente hostil, toleran injusticias y abusos; sin más patrimonio que su fuerza de trabajo, se someten a la explotación de sus patrones, y viven temerosos en la porción más débil de la segregación racial.

Pero así como una frontera que delimita la pobreza y el porvenir, todo en este mundo tiene un límite: y las tendencias neofascistas y xenofóbicas de los legisladores y las autoridades norteamericanas ya traspasaron los márgenes del racismo y la explotación.

Por eso, las manifestaciones de la comunidad hispana en Norteamérica a favor de los derechos de los inmigrantes y en contra de la iniciativa de ley HR4437, conocida como la Ley Sensenbrenner que criminaliza a los trabajadores indocumentados, constituyeron la evidencia, insoslayable y contundente, de las virtudes que surgen en circunstancias adversas.

Ese fue un movimiento social sin precedentes en Norteamérica: el impacto de las protestas en contra de la reforma migratoria de George Bush se expandió rápidamente a varios estados norteamericanos, y decenas de miles de latinoamericanos participaron en las marchas pacíficas en defensa de la dignidad de los inmigrantes. Fueron explícitos el poder de convocatoria, la solidaridad de la comunidad latina, y las extensas redes humanitarias que han formado los inmigrantes en el tejido social norteamericano.

Sin embargo, en esta manifestación convergen miradas y percepciones contradictorias, procedentes de realidades ajenas y excluyentes.

La administración pública reparó en la existencia de los paisanos cuando las remesas enviadas por doce millones de trabajadores mexicanos indocumentados en Norteamérica alcanzaron el segundo lugar en el ingreso nacional, solamente superado por los ingresos provenientes del petróleo. Y por eso, en el Senado Norteamericano se estudia la iniciativa de imponer un cargo adicional del 5% a las transferencias electrónicas de dinero de los indocumentados.

Desde la perspectiva de la política exterior, el fenómeno migratorio nunca ha sido prioritario para la cancillería mexicana que ha demostrado su inutilidad y sometimiento a las exigencias de los gobiernos estadounidenses. Y peor aún, se agudiza el riesgo de una intervención económica extranjera con el pretexto de fortalecer la agricultura mexicana e impulsar la creación de empleos para detener el flujo de trabajadores indocumentados a Norteamérica y solucionar el problema de la inmigración ilegal.

Desde la comodidad de las clases medias y altas, la realidad de los indocumentados se sintetiza en las imágenes de un noticiero porque viven en un mundo ajeno a la pobreza, ostentan una identidad vacía imitando modas y patrones extranjeros, son el eco inconsciente de un desdén generalizado hacia los inmigrantes; carecen de sensibilidad para solidarizarse con sus compatriotas en desgracia, pues la idea de abstenerse de cruzar la frontera para ir a comprar bagatelas o un galón de leche es una catástrofe inaudita.

Pero desde cualquier perspectiva, la comunidad de inmigrantes en Norteamérica ha manifestado lo que ninguna instancia o autoridad ha reconocido: el potencial y la influencia económica de los indocumentados en la generación de la riqueza en la nación más poderosa del mundo.

Han trascendido la frontera de la discriminación y despertaron al gigante de la raza bronce que reivindicará el color de sus nostalgias… porque allá, en el horizonte de la desventura, emergió la templanza para llevar la dignidad a flor de piel…morena!

26 de Marzo del 2006

Laura M López Murillo
enalgunlugarlaura@hotmail.com

Una patria sin geografía

En algún lugar de la identidad, donde se desvanecen las coordenadas de la patria, cuando el éxodo culmina en los linderos de la marginación, trascendiendo las distancias y las diferencias, florece una nación sin territorio donde germinan las creencias y anidan las querencias, porque en el relieve de la hostilidad, la migración es una planta que sobrevive sin raíces…


La comunidad de migrantes indocumentados en Norteamérica traspasó las fronteras de las minorías en el preciso momento en que manifestó su influencia en la economía, su participación en la generación de la riqueza, su intervención en el mercado y en el funcionamiento de la sociedad que los discrimina. Hoy por hoy, los migrantes ilegales constituyen una inmensa y contundente minoría.

La relevancia que alcanzó el problema migratorio no es un avance en las relaciones bilaterales, ni el resultado de las negociaciones en la política exterior. El gobierno de Vicente Fox confundió la diplomacia con el servilismo, y la paranoica administración de George Bush buscó enemigos hasta por debajo de la tierra, en los yacimientos petroleros.

El éxito alcanzado por las movilizaciones y las manifestaciones contra la criminilización de los trabadores indocumentados se debe a la solidaridad de
todos los migrantes, al poder de convocatoria de los líderes en la comunidad hispana, y sobre todo, a la empatía que circula a través de las redes que han
trazado en el tejido social norteamericano.

El fenómeno migratorio no puede restringirse en una ley, ni limitarse a un espacio geográfico, porque corresponde a un tejido social más complejo que el encuentro de culturas diferenciadas, y sus repercusiones exceden al desencuentro de idiosincrasias. La migración es el génesis de una nación sin geografía.

Antonio Navalón conceptualiza la realidad migratoria en Tijuana como la “Tercera Nación” en cuyo espacio metafísico se fusionan y coexisten varias culturas y nacionalidades en franca indiferencia respecto a los gobiernos, las leyes y los patrones sociales.

Pero más allá de la Tercera Nación, se extiende una red de lazos afectivos que involucran a propios y extraños, a ciudadanos norteamericanos y a extranjeros ilegales.

La comunidad de migrantes hispanos que actualmente radica en Norteamérica es muy distinta a los inmigrantes que conformaron ese país. Los inmigrantes asimilaron las costumbres del país anfitrión; en cambio, los migrantes nunca renuncian a sus tradiciones y transforman en manera significativa el entorno, impregnando su espacio vital con los colores y sabores de su identidad.

Esa patria sin territorio constituye la resistencia a la asimilación cultural, porque cada migrante lleva consigo a su nación como un legado indeleble. Sin embargo, la coexistencia de identidades diferenciadas en territorio norteamericano no ha se desplazado a la confrontación.

A pesar del desdén y la discriminación de la que son objeto, la comunidad de migrantes hispanos ha logrado transformar su ambiente involucrando a los ciudadanos norteamericanos en su espacio vital. Desde los estratos sociales más desprotegidos se han tejido lazos afectivos y extensas redes de empatía.

El ejemplo más esclarecedor es el cariño de los bebés y los pequeños norteamericanos por sus niñeras mexicanas. De igual forma, los empleadores han adquirido el gusto por los sabores mexicanos y tiende a generalizarse el idioma español como segunda lengua.

Por eso, sea cual fuere el resultado de la reforma migratoria, la patria sin geografía confirmará su independencia de la leyes y de los estados, será un fenómeno global en el siglo de las migraciones… porque más allá de los linderos de la marginación, trascendiendo las distancias y las diferencias, florece una nación sin territorio donde germinan las creencias y anidan las querencias, porque en el relieve de la hostilidad, la migración es una planta que sobrevive sin raíces…

9 de Abril del 2006

Laura M López Murillo
enalgunlugarlaura@hotmail.com

Darwin globalizado

En algún lugar de la hegemonía, más allá de la oferta y la demanda, donde se estandartizan los criterios y se uniforman las actitudes, las leyes del mercado transforman a los individuos en consumidores y cuantifican con precisión implacable el destino de las multitudes involucradas en la globalización.

Desde siempre, el comercio ha logrado el acercamiento entre pueblos distantes y ha facilitado la comprensión de costumbres ajenas y extrañas; de aquel diálogo entre las culturas la idiosincrasia se tornó receptiva y el criterio adquirió amplitud y apertura.

Y así, de cuando en cuando, la humanidad debe adaptarse a los nuevos entornos sociales provocados por las transformaciones en la actividad económica: los gremios artesanales se desvanecieron cuando los primeros intrépidos con visión y dinero instalaron las primeras fábricas; el arte se cotizó en el mercado cuando los artistas se divorciaron de los príncipes y de los mecenas; y hoy por hoy, debemos adaptarnos al entorno globalizado y pensar que ya nada es para siempre, que todo lo que existe en el mundo tiene un precio, y que la obsolescencia es inmediata.

Porque la globalización, por todos tan temida y por pocos bien ponderada, ya llegó para quedarse, con sus virtudes y sus vicios, sus bondades y sus calamidades. Es por eso que se ha esparcido una nueva ideología en la que nada es indispensable y todo es desechable; también por eso, se desvanecen las identidades en un inconsciente colectivo efímero, manipulable, voluble y fugaz; pero sobre todo, es por eso que los seres humanos, ahora consumidores, se clasifican únicamente de acuerdo a sus hábitos de consumo.

Es cierto que ahora no hay fronteras que limiten la comunicación, y que el tiempo y las distancias son, literal y efectivamente, relativos; pero también es cierto que el acceso indiscriminado a la información actualizada vertiginosamente reduce el lapso de tiempo que el cerebro humano requiere para la reflexión.

Es verdad que ahora es posible encontrar una matrushka rusa en el aparador de una de las boutiques de una importante cadena de tarugadas en cualquiera de las plazas comerciales del mundo civilizado; pero también es innegable que la versión actualizada de la vida transcurre en esas esplendorosas e imponentes plazas construidas con el mismo diseño y colores similares, en un ambiente impersonal provocado por la misma mezcla de helio que enfría el aire respirable.

Por lo tanto: aceptemos que la globalización es mucho más que una palabreja dominguera de algún intelectualoide trasnochado, y para involucrarnos en este desgarriate es necesario reconocer que como país en la ubicuidad del mercado mundial, no tenemos el liderazgo en ninguna de las actividades productivas, que arrastramos un vergonzoso rezago educativo y conservamos al alza el índice de la población en condiciones de pobreza extrema… Luego entonces: en éstas nefastas condiciones: ¿es posible, justo y necesario buscar el sueño globalizado?

Es posible, es justo y es necesario. Porque en estos días globalizados Darwin sigue vigente, y debemos adaptarnos para no sucumbir en esta aldea sin fronteras saturada de mercancías, bajo la sombra de una hegemonía que impone usos y costumbres, estandariza criterios y dicta el rumbo y del pensamiento.

Para adaptarnos, dejemos de llorar por las carencias, y en cambio, valoremos nuestras aptitudes y suficiencias, porque no todo lo que se vende es tangible y concreto. Para integrarse al mundo globalizado sería suficiente identificar una necesidad que podamos satisfacer y cotizarnos en el mercado.

Y de una vez por todas, dejemos de luchar contra lo inexorable y evolucionemos, porque hoy por hoy, en este planeta, el tiempo ya es asincrónico, ahora el espacio es virtual, lo único que no se detiene es la globalización, y los actuales pecados capitales son el anacronismo y el aislamiento.

28 de Agosto del 2005

Laura M López Murillo
enalgunlugarlaura@hotmail.com

Negra consentida

En algún lugar de la política, donde la diplomacia se ampara bajo las vicisitudes del idioma, existe un patrón de medida para calcular, entre otras cosas, el tamaño del miedo, la firmeza de las convicciones y los límites de la ambición.

Existen mil y un palabras para decir y desdecir lo dicho, para desviar la atención y para suavizar la vergüenza; sin embargo, las intenciones que motivaron una desafortunada declaración yacen por debajo del escarnio y el ridículo, porque la discriminación y la xenofobia de los norteamericanos se desvanecieron ante la indignación exacerbada de los presuntos ofendidos.

Es obvio que nuestro mandatario es un personaje empresarial sui generis y que la lectura no es uno de sus hábitos, que no tiene a un funcionario pensante encargado de la redacción de sus discursos, y tal parece que nadie en el gabinete es capaz de hilvanarle dos frases coherentes y que el drama literario del sexenio podría titularse: “Fox no tiene quien le escriba”. Sin embargo, el error en la famosa declaración discriminatoria consiste, tan sólo, en las atribuciones de un adjetivo.

Y después de tantas alharacas, diatribas y peroratas vacías, el único dato firme indica que la discrepancia en los idiomas corresponde a la diferencia en las idiosincrasias. Mientras en el territorio estadounidense el adjetivo “negro” es considerado un peyorativo despótico y ofensivo, aquí en México, es un color de la piel que denota calidez… allá dicen negro para ofender, y en mi casa me dicen negra de cariño. Porque las palabras de un idioma también expresan la condición humana de los hablantes. Más allá de los signos y los sintagmas, el lenguaje comunica el estado anímico del inconsciente colectivo.

Y en el idioma español, en toda Hispanoamérica, la cantidad de modismos se reproduce paulatina y consuetudinariamente, porque tenemos quinientos años asimilando a nuestro idioma las voces extranjeras y adaptando a nuestra cotidianidad las ideas ajenas. Tenemos una historia plena en sincretismos, un lenguaje pletórico y expresivo y una mentalidad incluyente, porque somos una nación de piel de bronce y corazón cálido que aprendió a querer a los extraños.

El ridículo y el escándalo político por una palabreja y la calidad oficial de una disculpa hicieron evidentes las profundas diferencias entre nuestro idioma e idiosincrasia respecto al país norteamericano. Mientras aquí se fundieron todas las razas creando una nación mestiza, allá se dedicaron a exterminar a los pobladores originales del suelo americano; cuando acá se asimilaron las costumbres y las ideas de los extranjeros, allá desterraron la cultura y la filosofía de los pueblos autóctonos para instaurar un compendio de hábitos incomprensibles importados por los contingentes de inmigrantes que se adjudicaron aquel territorio.

Además de las idiosincrasias, las pasiones y las emociones son diferentes: mientras aquí somos expertos en invasiones, allá son expansionistas por naturaleza. Por eso, mientras aquí una invasión es una de tantas contingencias; allá, el tamaño del miedo a una invasión equivale a la longitud del muro fronterizo que pretenden construir.

Y aunque esgriman todos los argumentos disponibles en su idioma, persiste en Norteamérica la naturaleza racista de sus convicciones. Porque las cacerías de ilegales, el rechazo y la explotación a los indocumentados en cuyo trabajo se sustenta su economía, el silencio y la indiferencia de toda la población ante los abusos y la xenofobia, son los síntomas inequívocos de una actitud generalizada, de un perverso inconsciente colectivo.

Por eso, debemos ignorar los parámetros económicos que determinan el desarrollo de los países; son más contundentes las palabras que revelan la condición humana de los pobladores…

¿Yo? … No me siento ni más menos que nadie, pero cuando estoy triste, en encanta que me canten “Negra Consentida”.

6 de Octubre del 2005

Laura M. López Murillo
enalgunlugarlaura@hotmail.com

Líneas, fronteras y climas

En algún lugar de la cosmogonía, en el principio de los tiempos emergieron del caos las leyes de la naturaleza, y desde entonces, el color de la piel coincide con el clima, el ocaso se inicia en el oeste, en los polos existen los hielos perpetuos y la prosperidad obedece a la fuerza magnética del planeta.

En la geografía económica y social del planeta aún persisten los límites legendarios que dividen a la humanidad: la línea Este- Oeste separa las naciones civilizadas y las arcaicas; la línea Norte-Sur aleja a los pobres de los ricos. La influencia contundente e irreversible de las leyes universales de la física y la biología en la especie humana se agudiza con las tendencias sociales; de esta manera, la frialdad de los polos, la prosperidad y el racismo se concentran en el norte occidental, mientras en el sur y en el poniente prevalece la calidez, el desamparo y la humildad.

Hoy por hoy, este argumento, que algunas veces fue considerado como un enfoque innovador y otras como una ingenua explicación, se actualiza y se reedita con el resurgimiento de aquellas aberraciones que se creían exitosamente superadas cuando la modernidad proclamó el triunfo de la razón sobre las ideas absolutas y totalizantes.

Ahora, las líneas imaginarias que polarizan a la humanidad se agudizan y reubican: las diferencias existenciales Norte-Sur ahora son más profundas y se traducen en la contradicción Trabajo vs. Dignidad; y la estratificación de las naciones obedece ahora al Eje del Mal que establece la lucha entre el Terrorismo y la Democracia.

Por eso, quienes creían que los genocidios se extinguieron con la derrota del nazismo duermen el sueño de los justos, y todos aquellos que celebraron la caída del Muro del Berlín deberían condenar ahora la xenofobia en la frontera de Arizona.

El neo-nazismo con sus cabezas rapadas y el KKK actualizado construyen el nuevo muro de la ignominia en la frontera entre México y EUA. En el país donde el trabajo es un fetiche y el ocio es un placebo, las víctimas de la discriminación son ahora estigmatizadas por el desempleo, que ahora coincide con el color de su piel.

Porque ahora, hacia el norte se concentran los sueños, la riqueza y la prosperidad, la libertad y el porvenir, pero ese mundo feliz y fantástico se sustenta en la explotación de los trabajadores indocumentados.


Y en esta época, cuando los grandes relatos han fracasado, y en la geografía del empleo, los efectos actuales de la línea Norte-Sur conforman un flujo, tenue pero persistente, que se inicia con la migración ilegal, la que provee a los empresarios norteamericanos de mano obra barata de trabajadores que realizan todas las tareas que nadie en ese país quiere realizar; la explotación de los trabajadores ilegales genera excedentes de producción a bajo costo, lo que incrementa las ganancias en el mercado; del infra-sueldo que reciben los trabajadores ilegales se conforman las remesas de dinero que se envían a nuestro país y que ya constituyen la segunda fuente de ingresos en el PIB (sólo la superan las divisas generadas en PEMEX); esas remesas le permiten subsistir a cientos de familias en el agro mexicano, y parte de esas remesas se destina para pagar el traslado a la frontera de otros aspirantes a indocumentados; el cruce ilegal por la frontera cada vez es más costoso por el aumento en las medidas de seguridad y la paranoia en la frontera norteamericana; sin embargo, la desesperación y el ingenio seguirán siendo la única tecnología para burlar cualquier control aduanal.

Pero, a pesar de las líneas imaginarias, ni los límites de la geografía económica ni las justificaciones de la nueva versión de los vencidos logran convencerme de la superioridad de los unos sobre los otros… y creo que nunca la aceptaré… tal vez, si yo hubiera nacido en un clima más frío, mi piel hubiera sido más blanca, mi estupidez más grande y mi corazón más duro…

3 de Abril del 2005

Laura M López Murillo
enalgunlugarlaura@hotmail.com

Dominio y alienación

En algún lugar legendario, perdido en el pasado remoto, durante el amanecer de la conciencia, el horizonte de las posibilidades del hombre se expandió en aquel instante en el que la mano se transformó en la herramienta indispensable para dominar su entorno natural y a sus congéneres.

El trabajo surgió para satisfacer la imperiosa necesidad de sobrevivir. El hombre modificó la naturaleza, la dominó y la obligó a servirle, y ésta, que es la diferencia esencial entre el hombre y los animales, es la consecuencia del trabajo humano.

Y desde entonces, el esfuerzo aplicado a una idea ha transformado el mundo en que vivimos. La esclavitud es el primer cambio social de la humanidad generado en el trabajo, y a través de la historia surgieron diferentes versiones de la esclavitud, algunas atenuadas y subrepticias, pero en todas ellas el dominio de una minoría se impone sobre los desafortunados cuya única posesión es su fuerza de trabajo

Desde la esclavitud ancestral a la servidumbre del medioevo, desde la el valor agregado de Revolución Industrial hasta el capital humano en la Globalización, el trabajo del hombre ha sido el instrumento por excelencia para dominar a los débiles. La misma brutalidad y los mismos abusos de los esclavistas del pasado se presentan ahora, sólo ha cambiado la denominación:
Los esclavos del ayer son los indocumentados de ahora.

Y de igual forma, si en el régimen de la esclavitud se registró el primer progreso económico de la humanidad, el esfuerzo de los trabajadores mexicanos indocumentados en Norteamérica ha generado los excedentes en la producción que han enriquecido a ese país.

La existencia de la explotación atraviesa con sus redes invisibles la totalidad de la existencia humana. La Ley 200 que afecta y discrimina a casi medio millón de trabajadores mexicanos en Arizona, Estados Unidos, es la más reciente manifestación de la dialéctica perversa de la condición humana: esa doble moral que convierte el trabajo en alienado no sólo por el efecto demoledor de jornadas extenuantes a las que el trabajador es sometido, sino por el efecto paradójico de condenar a la miseria a quienes producen la riqueza para otros (1).

Esa doble moral la esgrimen quienes detentan el poder y coincide con el gran triunfo de la cultura mediática que difunde la estrategia que la clase burguesa financió para aniquilar, quebrar, alienar a los trabajadores mientras los convencen de que vivir quebrados emocionalmente, sin esperanza de organización popular sin cambio de realidad, sin derecho a una vida digna, sin derechos ni medios para expresarse libremente “se puede ser feliz y agradecido” (1).

El criterio generalmente aceptado y políticamente correcto es un mecanismo de dominación, según el cual, los inmigrantes indocumentados procedentes de un país en vías de la miseria representan la parte más vulnerable de la sociedad capitalista, porque la dignidad no existe en la alienación.

La tendencia a subordinar a los débiles no se restringe a un país o a una época, porque desde siempre, se ha establecido el predominio de razas enteras sobre las demás. La discriminación es un cáncer que no hemos logrado extirpar de la naturaleza humana, porque perdura a través del tiempo, mutando y adaptándose a las circunstancias sociales.

La alineación trabaja sobre la conciencia que es también medio regulador de la actividad que ayuda a construir modelos subjetivos de la realidad objetiva (1). Tal vez, en un futuro no muy lejano, cuando ascienda al poder económico otro gigante comercial, será el criterio de la nueva potencia el modelo que determine quien es quien en el mercado del esfuerzo… y tal vez, para ese entonces, la visión perfecta será rasgada y todo lo bello y lo valioso… será amarillo!

17 de Enero del 2005

Laura M López Murillo
enalgunlugarlaura@hotmail.com


(1) Filosofía de la Comunicación. Fernando Buen Abad Domínguez.

Ofensiva Global

En algún lugar del aire, cuando las ondas del sonido se impregnan con la intensidad de la luz, surge el espectáculo en audio y video que se dispersa en todas direcciones; y suele suceder, que la velocidad y el impacto de las imágenes superan a la realidad y disuelven la reflexión.

De la difusión indiscriminada de imágenes y sonidos a la velocidad de la luz surge la quintaesencia de la globalización: la multitud de espectadores que reciben un bombardeo virtual de información creen que todo lo que aparece en la pantalla del televisor es cierto, que nada debe cuestionarse y que sólo existe la versión de los hechos que ahí se exhibe.

El poder de convocatoria de los medios masivos de comunicación, esencialmente la televisión, se constata en la reacción de la ciudadanía ante hechos concretos: del inconmensurable contingente de telespectadores, la gran mayoría adopta como propia la opinión de los medios informativos y acepta como válida e irrefutable la versión parcial y distorsionada de la realidad que ahí le presentaron.

El impacto de los mensajes difundidos por televisión adquiere matices escabrosos debido a la ausencia de ética y la carencia absoluta de profesionalismo que se materializan en la voz hueca de comunicadores sin criterio cuya única aptitud es la lectura de textos, quienes, en un ataque de nalgaprontismo y por gozar de sus respectivos quince minutos de fama, han sometido la frágil conexión entre sus dos únicas neuronas al servicio de un patrón deshonesto y cínico.

Entonces: a la percepción de miles de televidentes llegan los mensajes que distorsionan la realidad; y nadie duda de la veracidad del mensaje porque el medio de difusión lo legitima.

Si en alguna época de la historia, la humanidad se dividía en función del esfuerzo en trabajadores y patrones, ahora, la humanidad avanza hacia la tenue línea que segrega a los incautos, y que separa al homo videns del homo sapiens.

La crueldad de esta discriminación mediatizada reside en el criterio dominante, que es, el criterio de un grupo o de un tipejo, de fulanos sin escrúpulos que sólo piensan en vender entretenimiento de baja calidad y que no dudan en imponer su versión personal de la realidad en la transmisión de programas baratos que demeritan la loable tarea de comunicar y la honorable profesión de informar.

Es entonces, cuando la globalización exhibe la cara oculta de su bifrontismo y de su doble moral. Un raudal de datos e información se contaminan con una visión parcial y obtusa; y en una campaña permanente e incesante, pretenden idiotizar al auditorio cautivo. Sin una pizca de ética, la telecracia nos vende mentiras posmodernas: que el éxito consiste en comprar todas las madreolas que anuncian, que la felicidad consiste en tener una sedosa y lacia melena y que la neta del planeta puede reducirse a las tarugadas previamente ensayadas de un reality show… ¿Qué cómo descubrí este perversidad galopante?... ¡Lo ví en la tele!

1 de mayo del 2005

Laura M López Murillo
enalgunlugarlaura@hotmail.com