domingo, noviembre 24, 2013

El porcentaje de la crueldad


 

“Puesto que yo soy imperfecto y necesito la tolerancia y la bondad de los demás,

también he de tolerar los defectos del mundo

hasta que pueda encontrar el secreto que me permita ponerles remedio.”

Mahatma Gandhi

 

            En algún lugar de la estadística, entre las curvas de los resultados y las parábolas de las probabilidades, en el eje de una coordenada intangible se detecta el factor humano de las cifras y se ponderan los estragos de un flagelo social…

 

Los números son fríos porque reflejan objetivamente resultados, carencias o  excesos pero el impacto de una cifra reside en las implicaciones emocionales. Hoy por hoy, los porcentajes relativos a la violencia entre semejantes reflejan el incremento de la  crueldad y su contagio social, porque es una práctica que se incorpora paulatinamente en la cotidianidad. Y la frialdad de las cifras es devastadora: los estudios realizados en  la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), indican que México ocupa el primer lugar internacional en casos de bullying entre estudiantes de secundaria. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), señaló que 11%  de los estudiantes mexicanos de primaria han robado o amenazado a algún compañero, mientras que en secundaria es el 7%. Y la incidencia de casos de acoso escolar va en aumento: 4 de cada 10 niños son victimizados por sus compañeros.

 

            El dramatismo implícito en estas cifras se revela con las muertes provocadas por el acoso, ya sea físico o virtual. El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), detectó que en las tres últimas décadas, la tasa de suicidios en México se cuadruplicó al pasar de dos por cada 100 mil habitantes a 7.6, hasta el 2011, según las últimas cifras disponibles.  Según datos oficiales, cada día, en promedio, al menos 20 personas en el país intentan suicidarse y el  42% de los casos de suicidio se registró en jóvenes entre 15 y 24 años de edad. Cada 24 horas fallecen alrededor de 16 jóvenes por esta causa y el sector más susceptible de tomar esta decisión son las mujeres que cursan el nivel secundaria.

 

            Los estragos de la crueldad y el acoso ascienden al nivel de una tragedia social porque las ofensas y los daños a las personas “diferentes” o en evidente desventaja, sea cual fuere el motivo, no son tipificadas como conducta delictuosa y no existe la normatividad jurídica que la sancione o la castigue.  Además, la sensibilización social es intermitente porque sólo se produce  cuando se divulgan los casos de acoso y sus consecuencias.  Durante algún tiempo la mediocracia describe exhaustivamente los pormenores de algún incidente de acoso provocando el desconcierto general pero la constante exhibición de episodios violentos reduce significativamente la capacidad de asombro en la población, y los eventos posteriores que logren provocar indignación y alarma serán cada vez más grotescos.

 

            La crueldad hacia los débiles es la manifestación más perversa de la fuerza y las estadísticas del acoso y la crueldad entre semejantes reflejan la pérdida, al parecer, inexorable de la empatía como el móvil de la socialización, el contagio virulento de la intolerancia y la impunidad predominante a los trasgresores. La frialdad de las cifras describe un entorno hostil y deshumanizado donde se esparcen y proliferan  los estragos de un flagelo social…  

domingo, noviembre 17, 2013

La cultura del deseo


"Debemos cambiar América desde una cultura basada en las necesidades

a una cultura basada en el deseo. La gente debe ser entrenada para desear, para querer nuevas cosas, incluso antes de que las cosas viejas hayan sido consumidas totalmente.

Los deseos del hombre deben eclipsar sus necesidades".

Paul Mazer

 

            En algún lugar alejado de las multitudes y en un complejo industrial se fabrican los artificios de la ingeniería del consentimiento;  en una línea incesante de producción se manufacturan los deseos que habrán de convertirse en una necesidad existencial…

           

            En las coordenadas occidentales del planeta,  desde la perspectiva del mundo libre y civilizado, suele condenarse la radicalización de los dogmas orientales satanizando el exceso del rigor y el fanatismo. Una de las críticas recurrentes al régimen socialista fue el despojo paulatino de la voluntad a los ciudadanos, quienes moldeaban su actitud y su conducta a los mandatos de un régimen represivo. Y ante la emergencia del terrorismo como secuela exacerbada de un sacramento distorsionado, toda la indignación del planeta se dirigió contra el fanatismo  musulmán que enaltece a los que ofrendan su vida en una lucha sin cuartel contra los invasores.

 

            Pero en cuestión de fanatismos, todo depende de la perspectiva. Busqué las diferencias  en las democracias occidentalizadas  que exhibieran la perversidad de la idiotización colectiva en el socialismo y en el islam, y debo confesar, que no encontré ninguna.  La única diferencia entre los regímenes capitalista, socialista y musulmán es el objeto de la veneración: los socialistas anteponían la supremacía del estado, los musulmanes buscan el paraíso por la vía del auto sacrificio y los capitalistas responden automáticamente a los mandatos del mercado.

 

            Hoy por hoy, en la cultura del deseo, la realidad supera con creces las proyecciones realizadas a principios del siglo XX, cuando los ciudadanos se transformaron en consumidores vulnerables a las presiones mediáticas que inciden en la percepción de la felicidad como equivalente a la adquisición y acumulación de bienes. Los objetos de culto en el capitalismo industrial siempre son novedosos pero el efecto placebo es efímero porque deberá adquirirse el modelo más reciente para satisfacer una necesidad ficticia, surgida de un deseo irracional y glorificada como sinónimo del éxito en una pequeña inmensidad de mensajes publicitarios. Así, en Norteamérica, y en todo el ámbito de su influencia, la celebración del Día de Gracias se distorsiona en una vulgar estrategia comercial. El “viernes negro”, el día de las mega ofertas y las compras compulsivas se extiende a México como el “buen fin”. Hordas de  consumidores alienados recorren las tiendas y los almacenes buscado la los precios más bajos porque su  felicidad  consiste en aprovechar la mejor oferta y adquirir el producto  aunque no sea indispensable.

 

            Y todos tan contentos!! Por unos días la felicidad es un objeto a mitad de precio, disponible en todas las sucursales de los consorcios comerciales. Y el fervor consumista impulsa los  engranes de la  cultura del deseo que  condiciona la actitud de las  multitudes por  los artificios de la ingeniería del consentimiento; y el círculo vicioso se reinicia  en una línea incesante de producción donde se manufacturan los deseos que habrán de convertirse en una necesidad existencial…

 

domingo, noviembre 10, 2013

Memorias de madrugada


En algún lugar del tiempo, desde la perspectiva del presente, se moldea y se reconfigura el pasado; los quebrantos se desvanecen y las vergüenzas se atenúan para soportar el lastre de los errores cometidos…

 

La memoria es un prodigio  humanizante que entrelaza los tiempos y es un mecanismo versátil y bondadoso en todos los niveles de supervivencia; es una edificación sólida aunque se ubica en un ámbito intangible,  es un recurso con límites  inconmensurables y sus efectos eluden cualquier clasificación porque los recuerdos emergen  en el momento preciso para resolver un problema pero también se transforman para endulzar sinsabores o se ocultan para aliviar una angustia.

 

Por la versatilidad deliberada de la memoria es posible modificar o minimizar los recuerdos para reescribir el pasado y así, atenuar la crueldad, la vergüenza o  el sufrimiento que alguna vez de registró en la biografía de quien recuerda. Pero las bondades de este peculiar mecanismo de defensa contra el dolor, como todas las manifestaciones de la condición humana, también se pervierte por los excesos. Es por eso que la historia de los hombres y de los pueblos se escribe con el matiz de los vencedores y ahí reside la importancia de las ruinas, los documentos y los vestigios.

 

Erigido en una madrugada, el Muro de Berlín concretó la división ideológica del mundo en capitalistas y socialistas; en aquel entonces, el nacionalismo excedió las fronteras morales para impedir y castigar cualquier  trasgresión. Derribado en una madrugada, su  renovó las esperanzas desfallecidas  cuando el imperio del mercado impregnaba todas las coordenadas del mundo.

 

Sólo un tramo de aquel muro permanece en pie como un lienzo urbano que proyecta los extremos irreconciliables de la condición humana: sobre los represivos bloques de hormigón y concreto se exhiben todos los colores y las formas de la libertad. Es la galería de arte al aire libre más extensa del mundo porque abarca 1.3 kilómetros de lo que fue el Muro de Berlín, ahora conocido como East Side Galery donde cientos de graffitis transmiten la euforía de la libertad y  las esperanzas por un mundo  mejor.

 

Hoy por hoy, la construcción  de un complejo de departamentos de lujo amenaza la permanencia de este tramo del Muro y su demolición parece inminente. Desde marzo de este año, los ciudadanos alemanes y la comunidad artística han protestado contra la constructora Maik Uwe Hinkel por el desmantelimiento de ese espacio dedicado a la  libertad de expresión. Pero además, la permanencia de ese tramo del muro es históricamente imprescindible porque el poder las ruinas reside en la materialización del pasado a través de testimonios incuestionables cuyo mensaje no admite las tergiversaciones de la memoria.  

 

            El mensaje de las ruinas es contundente porque recuerdan una y otra y otra vez, los niveles de virtud o de perversidad que ha traspasado la humanidad. Algunos, como el Muro de Berlín, son recordatorios incómodos, pero efectivos, que restringen una y otra y otra vez los violentos impulsos de dominio; son los fieles testigos del tiempo que resisten los devaneos de la memoria y que perduran como testimonio y como lastre de los errores cometidos…

 

domingo, noviembre 03, 2013

Imagen y semejanzas


"La muerte, es democrática, ya que a fin de cuentas,

güera, morena, rica o pobre, toda la gente acaba siendo calavera".

José Guadalupe Posada

 

            En algún lugar del sincretismo se diluyen las fronteras culturales para concretar todo lo intangible, las influencias se mezclan para trivializar lo sublime en colores y sabores mundanos; sólo así es posible festejar las tristezas y remontar la distancia entre el cielo y el suelo… 

           

En un planeta globalizado las festividades tienden a expandirse porque los recovecos de la condición humana son los mismos en todos los idiomas y en todos los pueblos. Hoy por hoy, la fiesta mexicana del día de los muertos es un ritual de exportación  que germinará dondequiera que se implante porque atenúa la incertidumbre al envolverla con  la bondad de un rebozo, porque ilumina un vacío irreparable con una esperanza inexplicable. Los quebrantos causados por la muerte se ridiculizan y las querencias se fortalecen cuando los recuerdos cobran vida.

 

La silueta escuálida de la calavera garbancera, creada por José Guadalupe Posada, recorre la aldea global inspirando nuevas interpretaciones del momento imposible en el que se reencuentran de los vivos y los fallecidos. Y la garbancera se siente como en casa en el inmenso territorio del mercado porque sus rasgos son, ahora, más vigentes que nunca cuando los efectos de la ética del lucro moldean  la actitud de los habitantes de la sociedad de consumo.

 

Actualmente, el predominio de un criterio aspiracional incide en las definiciones de la felicidad y el éxito; el valor que se concede a las personas depende del precio de las propiedades que ostenten. La similitud es evidente: el único atuendo de la calavera de Posada es un enorme sombrero cuya elegancia contrasta con su desnudez, y con esta vanalidad del siglo XIX, Posada criticó a todos aquellos que pretendían aparentar un estilo de vida superior. El autor la bautizó con el adjetivo “garbancera” aludiendo a las personas que renegaban de sus raíces indígenas y pretendían parecer europeos. La semejanza de la garbancera con los nativos de la globalidad reside en el desapego a los gentilicios y la sobrepoblación de avatares que personifican en la virtualidad los atributos que se carecen en la realidad. La población digital de identifica con una imagen, con un ícono que representa rasgos idealizados.

 

Y como siempre y desde entonces, ante lo inminente e irremediable resurge la efímera consistencia de lo humano. La muerte nos reduce a lo que somos en esencia: una microscópica partícula del polvo de estrellas;  y la insignificancia del tiempo se aplica en la biografía de todos por igual. Lo único que nos distingue en el páramo de la muerte es la fuerza del cariño que nos inmortaliza en un recuerdo.

 

El regalo de México a la aldea global es la calavera garbancera, una imagen insolente y trivial que atenúa el quebranto del duelo y que ridiculiza los devaneos de la condición humana porque sólo en su compañía se revierte la fatalidad para festejar las tristezas y remontar la distancia entre el cielo y el suelo…