En algún lugar de
la aglomeración y en el momento más exasperante se produce una metamorfosis
instantánea y las identidades se desvanecen entre la multitud para proyectar
las razones enardecidas por el anonimato..
Dicen los que saben que el elemento
de cohesión de las masas es la
exasperación compartida; que las reacciones suelen ser superlativas pero fugaces
y que la ausencia de identidad enardece
los reclamos. Es cierto que la libertad
de expresión no conoce límites en el territorio del anonimato pero también es
cierto que la frontera entre la veracidad y la infamia se diluye cuando no es
necesario sustentar lo dicho con la identidad propia: el 24 de Noviembre, en
Tijuana y en la frontera internacional, 200 migrantes y deportados que
intentaron cruzar a Estados Unidos sin documentos fueron convocados por un
volante firmado por el movimiento “Viva Villa. La raza unida” cuya convocatoria
se propagó de “voz a voz” entre “los paisanos, raza y camaradas”. El avance masivo
de migrantes fue replegado por la
Patrulla Fronteriza con gases
lacrimógenos, balas de goma y choques eléctricos.
Y si trasladamos el comportamiento de las masas a la virtualidad, el
proceso de agudiza y se agiliza: la exasperación de las respuestas suele
incrementarse, las reacciones se propagan en cuestión de segundos y los
mensajes de odio pululan en las redes sociales gracias a la inmunidad que
concede el anonimato: Hace unos días, en la página 1dmx.org se publicó el mensaje “La operación #1DMX. La
historia por adelantado” dirigido a “los anarquistas, a los jóvenes, a la
prensa libre y a las mochilas asesinas”.
A través de las redes sociales se ha propagado la alerta
porque "algo va a suceder" el 1 de diciembre. Esa mañana, durante la marcha para protestar
por el primer año de gobierno de Enrique Peña Nieto y contra la reforma
energética desde el Ángel de la Independencia hacia el Zócalo Capitalino, un
centenar de jóvenes con el rostro cubierto, conocidos como “anarquistas”, se incorporaron
a la marcha causando molestia entre los organizadores, protagonizaron actos
vandálicos y un enfrentamiento con la policía metropolitana.
Hoy, como siempre y desde entonces, la validez de los argumentos reside
en su comprobación y en la acreditación quien los sustenta. Las excepciones a
la regla suceden cuando la verdad es universal o científicamente incuestionable
pero en la gran mayoría de las veces, la autoría es un imperativo ético
imprescindible, aún en la virtualidad, y quizás con mayor exigencia, por la velocidad y el rango de propagación de
los mensajes. Hoy por hoy, en la sociedad de la información, es imperativo
discernir los datos y mensajes y el primer factor para conceder la atención sigue
siendo el autor que la firma y la publica. En el entorno digital, el seudónimo
ha permitido la libre expresión de ideas y opiniones contrarias al criterio
predominante, pero aún bajo un seudónimo, deben
acreditarse las fuentes que sustentan el mensaje. Las reacciones masivas
o multitudinarias provocadas por un mensaje sin autor reflejan la asombrosa maleabilidad
del ánimo, la volatilidad de los ímpetus en un momento exasperante; el factor
de riesgo reside en la perversa intervención de agitadores para proyectar las
razones enardecidas desde el anonimato…