domingo, enero 11, 2009

Epifanías

En algún lugar del firmamento, cuando el movimiento de las estrellas impulsa los engranes del destino, se manifiestan los significados postergados; y es en ese momento, súbito y contundente, cuando se revela la esencia de las épocas y emerge la naturaleza del entorno…

Nada es para siempre: el mecanismo inexorable de los engranes de la historia demuestra que los efectos de la demagogia no son perpetuos; tarde o temprano, la realidad se impone a las argucias del discurso oficial, y cuando eso sucede, las verdades, ya inocultables y contundentes, suelen manifestarse en todo su esplendor.

El 2008 estuvo plagado de barruntos respecto a la crisis económica pero en la mayoría de los pronósticos se eludió llamar a las cosas por su nombre, y así, la palabra “recesión” se consagró como un tabú globalizado.

Hoy por hoy, en un contexto eminentemente politizado por la proximidad de los comicios electorales, la crisis trasciende el ámbito de las suposiciones para instalarse en las estratagemas electoreras. Y en este rango se ubica el “Acuerdo Nacional a Favor de la Economía Familiar y el Empleo” suscrito por la administración de Felipe Calderón.

En estas circunstancias, cuando se pretende capitalizar la crisis que ya se cierne sobre una democracia incipiente, esos ejes y pilares traslapados en un plan improvisado que desafía los principios elementales de la ingeniería y la lógica, articularon un mecanismo legendario, y en una serie de epifanías mundanas, la verdad se manifiesta con todo su rigor.

La espectacularidad del plan anti-crisis se desvanece ante la ausencia de consenso y compromisos: los suscribientes conocieron el contenido del acuerdo en la ceremonia protocolaria y su adhesión al acuerdo no los compromete a nada.

El congelamiento del precio de la gasolina se anuncia después de los treinta incrementos registrados en 2008, y el plan no contempla el precio del diesel, que actualmente es la razón de la paralización de la industria pesquera nacional.

Y rayando en un sarcasmo insufrible, se anuncia una bagatela: el gobierno federal destinará una partida insignificante para que “los más pobres” cambien sus electrodomésticos, ya caducos y obsoletos, por aparatos nuevos de alta eficiencia, aunque no tengan energía eléctrica allá en la marginación de su domicilio.

Pero la epifanía más sorprendente sucedió precisamente la noche del 5 de enero, cuando se conmemora la manifestación de Jesús a los Reyes Magos: miles de de personas abarrotaron las casas de empeño y préstamos prendarios, anulando las versiones oficiales respecto a la situación económica nacional que desmienten los estragos de la recesión.

Esa misma noche, los hechos refutaron las proyecciones oficiales que niegan la posibilidad de que se produzca el contubernio fatal entre la violencia y la pobreza: una juguetería y dos tiendas de aparatos electrónicos fueron saqueados en la Ciudad de México. Este saqueo es una evidencia de la insolvencia que predomina, de la desesperación que ha entrado a los hogares como un huésped indeseado e inesperado.

Según testigos presenciales, los saqueadores huyeron en un inmenso elefante, un raudo camello y un veloz corcel con dirección a un centenar de ventanas, en todas ellas había un zapatito con una carta escrita con los sueños infantiles que iluminan la pobreza.

Esta epifanía descubre la inequidad entre los habitantes de la aldea global, pregona la cercanía de la desesperanza en tiempos críticos, cuando el movimiento de las estrellas impulsa los engranes del destino para que se manifiesten los significados postergados; en este momento, súbito y contundente, se ha revelado la esencia de esta época y ha emergido la naturaleza del entorno…

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