domingo, diciembre 27, 2009

En el umbral de la década

En algún lugar cíclico, donde el tiempo se desplaza en saltos excéntricos, la historia se compendia en rangos decimales y la memoria se fragmenta en periodos y épocas; por eso, en el umbral de todas las décadas se agudiza el afán retrospectivo y es inevitable recapitular…

La memoria colectiva se configura con los eventos que repercuten en la vida de los individuos, porque alteran el estilo de vida o el orden de las ideas, porque provocan reacciones y actitudes generalizadas, porque conmueven o indignan, porque inciden en la visión del mundo.

Y en el compendio de la historia y en el registro de la memoria colectiva, influye la concepción decimal del tiempo. La vida sobre el planeta se estudia por siglos y milenios, las crónicas pormenorizadas se ajustan al rango de las décadas.

Y justamente ahora, a unos cuantos días de incursionar en una nueva década, en un evento mediático extraordinario, abundan los recuentos y las retrospectivas; pero detrás de las cifras y de los nombres, en la línea impronunciada de una nota informativa, yace el elemento que desencadena la reflexión.

La década de los dosmiles trascenderá a la posteridad como un periodo de crisis que produjo millones de desempleados, que incrementó alarmantemente el índice de la desesperanza. Contrastes grotescos, fundamentalismos y una soledad expansiva son algunos de los rasgos que caracterizarán a esta década.

En una de las paradojas de la posmodernidad, las redes globales de comunicación han propiciado el aislamiento y entorpecido el contacto entre los individuos; la realidad se digitaliza y la vida se desvirtúa ante un monitor.

Al leer el mensaje subyacente en las cifras, se identifican los excesos y los contrastes que alcanzaron niveles grotescos: la combinación de la crisis económica y la alimentaria ha elevado la cifra de víctimas del hambre en el mundo a niveles históricos: 1.000 millones de personas sufren hambre crónica; pero en las antípodas del desamparo, otros mil millones de individuos con sobrepeso conforman la epidemia de la globesidad que ha reducido las expectativas de vida. Y al margen de los extremos, en la tangente del hambre y la obesidad, en un entorno indiferente y materialiazante, la anorexia, la bulimia, la vigorexia y la ebriorexia destrozan la salud y la integridad de millones de personas obsesionadas con un concepto inhumano de belleza.

En pleno siglo XXI se actualizó el instinto legendario del troglodita: la necesidad de dominio, sobre el entorno, sobre los recursos y los congéneres, desencadenó las guerras del fundamentalismo. Iraq, Afganistán, Paquistán y el conflicto Palestina-Israel polarizaron al planeta, confrontaron dogmas y despedazaron la vida de millones de personas. Ocho años de ocupación estadounidense en Irak exacerbaron las diferencias hemisféricas y resucitaron las convicciones nacionalistas en las regiones invadidas.


Y en un entorno cambiante, se desmoronan paradigmas y emergen modelos e identidades; la migración por motivos de trabajo, la generalización de los divorcios, condiciones laborales demandantes, las inclinaciones afectivas alternativas, propician el surgimiento de hogares diferentes.

Y ahora, como siempre, la historia se escribe con avances y retrocesos, el devenir se configura con luces y sombras, y en el porvenir aguardan ideales y obsesiones. La única constante en todas las décadas, los siglos y los milenios, ha sido la imperiosa necesidad de vencer el miserable miedo a vivir. Por eso, la humanidad se reinventa de cuando en cuando, ejerciendo uno de sus atributos inalienables: la asombrosa facultad para olvidar y la prodigiosa determinación para empezar de nuevo…

A todo aquel que lea esta columna por costumbre, por lealtad o mera casualidad, motivado por la censura o la afinidad: le agradezco su invaluable intervención en este diálogo ubicuo y asincrónico, porque su mirada le confiere sentido a estas líneas y le concede un significado a mi existencia.


A mis lectores, a mis editores, a mis productores, a mis colegas docentes, y a quien tenga la bondad de leerme, les deseo:

Un feliz año 2010… una década extraordinaria… y un venturoso porvenir!

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