domingo, marzo 07, 2010

Secretos, silencios y complicidades

En algún lugar secreto, en las catacumbas de la violencia donde se recluyen las manifestaciones de la maldad, no se percibe luz alguna ni se vislumbra el alivio de la justicia, porque los mecanismos de la perversión obstruyen todas las esperanzas…

El abuso, en todas sus manifestaciones, sobrepasa la condición física y se aloja en un recoveco de la mente; ahí, cunde el pánico y se obstruye el razonamiento, se extinguen todas las soluciones y las vías de escape se desvanecen en un laberinto de sentimientos contrastantes.

El abusador lesiona el cuerpo de su víctima y distorsiona la realidad al sobrevalorar su poder; todo victimario es un manipulador y las víctimas no se percatan del engaño; en esa falacia se sustenta la asimetría del poder entre la víctima y el victimario y sólo prolifera en el oscuro entorno de los secretos. Es por eso que el silencio es el ámbito de los abusos; sólo en la secrecía se perpetran y se perpetúan.

Sin embargo, la existencia de los secretos es relativa. Tarde o temprano, por oscuros que sean, todos los secretos emergen a la superficie, esclarecen la percepción de la víctima y cauterizan sus temores. Es entonces cuando el victimario pierde la aureola que le otorgaba poder y se transforma en un ser humano vil y monstruoso.

Y es entonces cuando se confrontan los convencionalismos, cuando la verdad de la víctima debe superar los obstáculos de los prejuicios y elucidar la falsa imagen del victimario. Y suele suceder, que la lucha contra las inercias del conservadurismo y del criterio predominante es tan cruel como el abuso padecido. Las víctimas se enfrentan a una extensa red de complicidades hilvanada con los hilos del poder.

Esa travesía contracorriente exige una determinación extenuante, una valentía extraordinaria y una convicción imperturbable… por la crueldad de las ironías, ese sinuoso trayecto hacia la justicia lo transitan las víctimas de acoso y abuso que suelen pertenecer a grupos minoritarios caracterizados por la debilidad y la sumisión: las mujeres y los niños.

Hoy por hoy, la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) afirmó que siete de cada diez mujeres mayores de 15 años han sufrido agresiones violentas y una de cada tres de ellas padece maltrato de su compañero íntimo. Asimismo, la CNDH indicó que el 12.4 por ciento de las mujeres que trabajan han resentido al menos un acto de acoso y el 29.9 por ciento han padecido la violencia laboral, en tanto que el 19.2 por ciento reporta violencia física al interior de sus hogares. La directora de la Red Nacional de Refugios, Margarita Guillé expuso ante la Comisión de Equidad y Género de la Cámara de Diputados que debido al nivel de violencia social que se vive desde 2006, el número de mujeres amenazadas que acuden a un refugio aumentó un 30%.

Y el pasado 20 de febrero, en la parroquia de El Altillo, en la Ciudad de México, las siete víctimas del sacerdote pederasta Marcial Maciel expusieron durante casi cuatro horas su postura y plantearon sus demandas ante el obispo Watty, el visitador apostólico que les envió el Vaticano para recabar sus testimonios y elaborar después un informe sobre los Legionarios de Cristo.
“Les debe haber gustado si tardaron tanto tiempo en denunciarlo” fue la deleznable declaración de Onésimo Cepeda, obispo de Ecatepec, Estado de México, a propósito de las primeras víctimas de curas pederastas que hicieron pública su experiencia, que exhibe la intrincada red de complicidades y silencios en el escabroso ámbito de las jerarquía católica.

Mientras tanto, en Alemania se espera que el papa Benedicto XVI se pronuncie de algún modo sobre el escándalo por los casos de abuso sexual y maltratos en colegios católicos de elite que desde hace semanas no dejan de salir a la luz. La agrupación reformista católica “Somos Iglesia” solicitó formalmente la intervención del Papa porque el tiempo en que Joseph Ratzinger (el actual Papa) fue arzobispo de Múnich entre 1977 y 1982 corresponde a los años en que se produjeron los casos de abuso, según el portavoz del organismo, Christian Weisner.

Sí… la ruptura del silencio es apenas el principio de un calvario; la búsqueda de la justicia suele ser un verdadero tormento, tan violento como el flagelo del abuso, porque los mecanismos de la perversión obstruyen todas las esperanzas…

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