domingo, junio 20, 2010

La voluntad se conjuga en presente

“La voluntad es el éter, es la voluntad del hombre lo que sostiene las estrellas y es la voluntad del hombre, lo que Dios respira.”
José Saramago


En algún lugar de la gramática, en el Tratado Universal de las Letras Inmortales, se promulga la validez de una inconsistencia en la redacción: los tiempos verbales podrán alterarse únicamente en las biografías y en las semblanzas de los baluartes del pensamiento…

La vida de José Saramago es un ejemplo de valentía y de congruencia, virtudes que escasean en esta aldea global y que corren el peligro de la extinción con el fallecimiento del autor que incursionó en los senderos de la ficción para trazar el mapa de la condición humana donde señaló los precipicios de los pensamiento y ubicó el oasis del espíritu en el inmenso desierto de la materialidad.

En un mundo plagado de convencionalismos e hipocresías, Saramago es una voz libre que exhibe las falsedades dogmáticas y que condena los fanatismos esclavizantes: exige la inclusión de la herejía en la Carta de los Derechos Humanos, señala con índice de fuego los estragos causados por el Factor Dios y expresa la fatal conversión al totalitarismo de los revolucionarios.

En sus parábolas de largo aliento se eleva la ficción literaria al nivel de las posibilidades, no muy remotas: un cataclismo geológico desprende la península ibérica que de desplaza caprichosamente por los océanos; el egoísmo galopante que impregna el tejido social desencadena una epidemia de ceguera blanca, la armonía ciudadana asume el gobierno cuando los votos en blanco inundan el proceso electoral, y los vicios ocultos del edificio social aparecen cuando la muerte se toma un descanso.

Saramago denuncia la confabulación de la posmodernidad que condena a los mortales a existir sin pensar, a sobrevivir sin sentir. Su prosa desafía las reglas ortográficas y sus argumentos exacerban los bemoles de las estructura sociales. El desafío se extiende al pasado cuando altera deliberadamente el curso de la historia y el código sagrado de los dogmas. El encantador profeta del pesimismo recorre la explanada del absurdo proclamando que la indiferencia es una manifestación de la crueldad.

Su obra se desplaza por todos los recovecos de la humanidad, recorre el sinuoso trayecto desde lo sublime hasta lo grotesco, pero me atrevo a afirmar, que el mejor relato de Saramago se escribe con sus días y sus años. Saramago llegó a este mundo muy lejos de la prosperidad, y sin duda, mucho más lejos del canon literario, ese entorno excluyente y exclusivo de la intelectualidad que se ha conmocionado por la originalidad y el atrevimiento de su obra, pero sobre todo, por la humildad de un autor formado en la academia del destino.

Mi admiración por Saramago seguirá latente por el efecto perdurable e inmarcesible de sus ideas en mis convicciones; su presencia mantendrá la consistencia de mis sueños. Ante la amenaza de un criterio mercantil que destruye la natural disposición a la individualidad, en un planeta polarizado por el fanatismo, Saramago esgrime la pluma, irrumpe en el canon y desbarata la ortografía; destruye los yelmos de la obstinación y las corazas de los fundamentalismos.

Sí! … Las ideas de José Saramago deben conjugarse en presente infinito porque los tiempos verbales deben alterarse ante la trascendencia de los baluartes del pensamiento…

Esta columna es un sentido homenaje a José Saramago y a su esposa Pilar del Río, y atendiendo a la excepción de la gramática, la escribo en presente, en el tiempo de la inminencia y de la permanencia cuando se conjugan la admiración y el cariño en enunciados que eluden el punto final.

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