domingo, diciembre 05, 2010

La saga inexorable

En algún lugar inescrutable, detrás de los siete sellos de la censura, en las profundidades donde el aire respirable se perturba, merodean los energúmenos que envilecen la realidad y la traducen en estigmas…

Dicen los que saben que la especie humana se distingue por su predisposición genética al dominio, que al erigir la sociedad se construyeron los mecanismos que manipulan las ideas, y que por eso, el pensamiento crítico suele germinar fuera de los bastiones del poder.

Una de las características de los regímenes totalitarios es el control que se ejerce sobre el discurso social para eliminar cualquier discrepancia con el criterio predominante; una de las evidencias del control ejercido es el acceso restringido a los medios de comunicación masiva y uno de los mecanismos del dominio es la fabricación de mensajes tendenciosos e insulsos. El predominio del criterio de los grupos dominantes y su influencia en la idiosincrasia de las multitudes a través de mensajes mediáticos es el fundamento de la concepción hitleriana de la propaganda, cuyo elemento imprescindible es el traslado de la frustración. Desde entonces, una estrategia mediática consiste en señalar con índice de fuego a los enemigos sociales que amenazan el orden público.

Esa lógica perversa esclarece muchas arbitrariedades cometidas por la clase gobernante. En México existe el antecedente de la campaña contra Julio Scherer y el periódico Excélsior orquestada por el régimen diazordacista que culminó en el sexenio de Luis Echeverría. En una saga inexorable: nueve días después de que el semanario Proceso publicara las declaraciones del presunto narcotraficante Sergio Villarreal, “El Grande”, según las cuales éste sostuvo un encuentro con el presidente Felipe Calderón, Televisa, a través del noticiero que conduce Joaquín López Dóriga, acusó a Proceso y al reportero Ricardo Ravelo de haber recibido dinero del narcotráfico para acallar información.

La versión divulgada por Televisa y que suscita el conflicto tiene su origen en declaraciones de informantes encubiertos por la figura judicial del testigo protegido, y ésta ha sido la estrategia predilecta del régimen calderonista para tipificar como delito contra la salud cualquier declaración que afecte el prestigio del régimen. Desde el primer minuto, el calderonismo se ha distinguido por el ejercicio implacable de la censura buscando legitimidad con un mega operativo judicial y militar como proyecto político.

Por consiguiente, todas las frustraciones del régimen se han trasladado hacia el crimen organizado y el narcotráfico, tipificados como la causa y el efecto de la inseguridad y la pobreza, esgrimidas como la acusación inapelable contra aquellos que incomodan al régimen. Y así, la destrucción de identidad y la dignidad de quienes se atreven a romper la espiral del silencio es la tarea ignominiosa de energúmenos serviles que envilecen la realidad y la traducen en estigmas…

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