“El más terrible de los sentimientos,
es el sentimiento de tener la esperanza perdida.”
Federico García Lorca
Con mi
sincero reconocimiento a tod@s mis compañer@s en los 300 consejos distritales y
en los 32 consejos locales del INE, a tod@s l@s capacitador@s y asistentes
electorales, a tod@s los funcionari@s de casilla y a tod@s los obsercador@s
electorales.
En algún lugar dominical y en el momento
exacto, una fuerza descomunal se fraccionó en miles de partes alícuotas y se
revirtieron los estratos del poder ante el derecho inalienable de la
ciudadanía…
El
domingo 7 de junio y durante las horas de la jornada, miles mexicanos asumieron
la autoridad electoral en cada una de las casillas y se integraron a un
minucioso mecanismo diseñado para eludir los artificios de la desconfianza. Los
ciudadanos recibieron y contaron los
votos, llenaron y publicaron las actas, realizaron
el cómputo en los distritos. Sin embargo, los afanes de este pequeño
contingente suelen ser insuficientes comparados con la inmensa mayoría que no ejerce
el derecho a votar y que rehúsa participar.
El
abstencionismo es el resultado de las expectativas destrozadas por candidatos
que alcanzaron la victoria y decepcionaron a sus electores, por las promesas
que nunca se cumplieron, por el bienestar que nunca llegó. La apatía también se
justifica por el bombardeo que sacudió la percepción de todos los mexicanos en
la mañana, en la tarde y en la noche, en las avenidas, en radio y por
televisión con una diversidad de lemas y ritmos que impregnó el imaginario
colectivo con promesas baladíes emperifolladas con los sueños guajiros de los
candidatos.
Campaña tras campaña se produce el mismo
fenómeno agudizando la apatía. Una y otra vez y otra vez, los rostros cambian
pero las promesas son las mismas y pululan
los mensajes genéricos sin fundamento ni
sustento, y entonces: el hartazgo prolifera, porque para eso fue diseñado este artificio. Y
muchos mexicanos se niegan a creer en las líneas someras de un mensaje
mediático pero no encuentran una vía para expresar su rechazo porque la
legislación, diseñada por la partidocracia, no contempla ni el voto en blanco, ni la ponderación
jurídica del voto nulo, ni la segunda vuelta.
Este dilema merodeaba en la mente de
muchos mexicanos cuando los ataques y agresiones contra las autoridades
electorales (en Oaxaca, Chiapas, Guerrero, Puebla) y los violetos
enfrentamientos entre militantes enardecidos complicaron el ambiente y
propagaron el miedo.
Escribo
esta columna horas antes del inicio de la jornada electoral y lo hago plenamente convencida asumiendo el compromiso de fortalecer a la democracia, la única utopía que hoy perdura. Sean cuales
fueren los resultados, espero que representen un avance en la participación ciudadana
porque el vetusto mecanismo de la democracia ha permanecido en reposo por mucho
tiempo y para revertir esa inercia se requiere de una fuerza descomunal,
equiparable a la voluntad de un pueblo fraccionada en miles de partes alícuotas que garanticen el
derecho inalienable de la ciudadanía…
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