En
algún lugar recóndito, al traspasar el umbral natural se distorsionan todas las
leyes y se denigran todos los principios por el imperativo afán de lucro que
glorifica la devastación…
El
dominio del fuego ubicó a la especie humana en la cima de la cadena alimenticia
y desde entonces, los fenómenos químicos
provocados por el hombre han modificado
el medio ambiente; el grado de la
afectación aumenta con la intensidad de la actividad humana y la magnitud de
los recursos que explota y, en este momento, la presencia de los hombres
adquiere la contundencia de un fenómeno natural, como lo explica Joachim
Schellnhuber, director del Instituto
Potsdam para la Investigación del Impacto Climático: “ hace tiempo que hemos
entrado en una nueva época geológica, y en el llamado Antropoceno la humanidad
se ha convertido en una fuerza geológica por sí misma.” En pocas palabras: somos un cataclismo
rampante.
Peor
aún, porque no es suficiente explotar sin misericordia los recursos naturales:
es menester obtener ganancias. Todo lo susceptible de cuantificarse debe
generar riqueza y si este criterio se instala en las esferas del gobierno: la
devastación está en marcha. La sexta extinción habrá de explicarse en términos
de concesiones y tratados gubernamentales.
Hoy por hoy, la realización de proyectos que invaden, alteran y
destruyen el ambiente natural es el costo insufrible de una visión
gerencial que exhibe la gran diferencia
entre “gobernar” y “administrar”, como sucede ahora mismo en Baja California
donde las protestas se desvanecen por la enorme distancia entre la ciudadanía y
las autoridades. La Secretaría del Medio
Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) autorizó la construcción y operación
de una planta fotovoltaica de EcoZone en
14,600 hectáreas en la Sierra Cucapá, en la etapa inicial de un mega proyecto conocido como “La
ciudad industrial verde” que también pasará a la historia como la saga de la
extinción del borrego cimarrón, del palo fierro y de todas las formas de vida
que no resistieron el ecocidio.
Bajo
esta deleznable lógica, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH),
autorizó la devastación de vestigios arqueológicos en Valle de Bravo, Estado de
México, para la construcción del supermercado,
locales comerciales, restaurantes, cines y cajones de estacionamiento en los
17, 355 metros cuadrados del complejo comercial Patio Valle. La firma adquiere
poderes insólitos porque con un trazo autógrafo se altera el medio ambiente y
hasta se borran los vestigios de la historia. Y así: la sexta extinción seguirá
su curso implacable, irreversible, inexorable. Las emisiones de dióxido de
carbono han postergado la próxima glaciación por 50,000 años; los expertos
afirman que en el siglo XXII estarán extintos los grandes mamíferos; cada año
mueren miles de animales en los zoológicos. Esta es la sumatoria de miles de
acciones inconscientes pero esta tendencia debe revertirse. Y es posible.
Los
científicos identificaron al antropozoico como la era del hombre y será el
hombre quien revierta el daño infringido con la propagación de un compromiso
ético y moral en la búsqueda de energías alternativas respetando todas las
formas de vida; reorientar el rumbo y migrar a una percepción diferente que nos
iguale con todas las especies extinguiendo el imperativo afán de lucro que glorifica la
devastación…
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