En algún lugar digital, el tiempo se expande con los
devaneos del ocio hasta la impasible frontera del olvido y súbitamente se evapora
por la premura de los plazos en una agenda inaudita…
Por el confinamiento
en esta pandemia, muchas actividades migraron al entorno digital; tras la
suspensión de las clases presenciales, se implementaron las sesiones virtuales
para compensar la ausencia en las aulas y continuar con el programa en curso.
De la noche a la mañana, los alumnos, profesores y padres de familia se
involucraron en la educación en línea y todos los días, le dedican el mejor de
sus esfuerzos pero la adaptación a la modalidad virtual no ha sido fácil.
Una de
las variantes en la educación a distancia son los pretextos: ya no es posible
culpar al perro de la casa que se comió la tarea porque en el entorno digital,
los pretextos son de índole tecnológico. Por la contingencia, imparto cursos en
línea a estudiantes de licenciatura y suele suceder que a las 11:58 PM, un
minuto antes del cierre de la recepción de tareas, todas las fuerzas ocultas
del universo conjuran contra mis alumnos: se desconfigura la computadora, cortan
la señal de internet por fallas en el servicio, la plataforma del curso no
acepta el archivo con la tarea, no se concluye el envío o no se confirma la
recepción, la contraseña ya no es válida porque la cambió un hacker malvado…y
todas las excusas tecnológicamente aplicables.
Estos
contratiempos son frecuentes porque la pasividad del confinamiento modifica la
percepción del tiempo; el plazo para enviar las tareas parece muy lejano y los
estudiantes lo desplazan a un futuro incierto que llegará en algún momento
después del torneo de videojuegos, de la revisión exhaustiva de los memes en
Facebook o del maratón de series y películas. La bitácora de actividades en la
cuarentena suele ser muy breve porque el tiempo transcurre plácidamente durante
la procrastinación digital hasta que repentinamente concluye el plazo para la
entrega de las tareas: entonces, el tiempo ya no alcanza para leer ni siquiera
las instrucciones y la premura evapora la concentración impregnando
valemadrismo a lo que debería ser el producto de la reflexión.
Dicen los que saben que el éxito
de la educación virtual depende de la disciplina de todos los involucrados pero
el apego a los plazos se complica en el entorno digital, saturado de distracciones.
Los efectos de las pandemias son trágicos, aleccionadores y la reingeniería social
es inmediata. La súbita migración a la virtualidad impone una adaptación instantánea
que no admite excusas ni pretextos; la disciplina y la voluntad deberán
fortalecerse para emular los niveles de excelencia que tuvimos en las versiones
presenciales. La templanza será imprescindible para controlar los devaneos del
ocio, para reubicar la frontera de las responsabilidades evaporando las
premuras en esta agenda inaudita…
Con mi admiración a tod@s los
involucrad@s en la educación durante el confinamiento.
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