En algún lugar remoto, el primero de
los hitos de la humanidad se erigió en el momento en que sentimos como propio
el dolor ajeno, cuando manifestamos la empatía con acciones embellecidas con
las palabras no dichas que nos hermanaron…
La Jornada Nacional de la Sana
Distancia impuso la empatía como prioridad social con un código de conducta que
debe observarse para evitar la propagación del coronavirus; las nuevas buenas
costumbres distinguirán a los individuos en función de la consideración a los
demás, de tal forma que los macuarros en tiempos del covid-19, serán todos
aquellos que expresen su valemadrismo por la salud pública.
La regla número 1 de la nueva
etiqueta es el confinamiento voluntario y los nuevos modales procuran el
distanciamiento físico cuando no es posible permanecer en casa. De esta forma,
la limpieza exhaustiva y el uso de accesorios de protección se incorporan a los
nuevos usos y costumbres: los cubrebocas y caretas se han incorporado a la
vestimenta como accesorios indispensables. Entre otras cosas, el código de la
nueva urbanidad impone la diplomacia del estornudo y la manifestación alterna
del afecto con gestos y ademanes que sustituyen a los besos y los abrazos.
Y así, con la nueva urbanidad, el
cubrebocas apareció como una barrera infranqueable que nos impide apreciar las
sonrisas de los demás. Ahora, la mirada y el tono son los únicos indicios del
ánimo de las palabras que escuchamos; en cualquier conversación la atención se
enfocará en los ojos, en la curvatura de las cejas, en la longitud de las
pestañas, en la intensidad del contacto visual… Le confieso que para mi ha sido
muy difícil hablarle a un rostro cubierto con una mirada inexpresiva.
Ya se ingeniaron los modales alternos
que remplazarán al tradicional saludo estrechando las manos y a los abrazos.
Pero también será necesaria la reingeniería de todas las expresiones faciales
con las que solíamos transmitir mil y un emociones. Imagino que los poetas del
Romanticismo estarían felices porque ya nos percatamos de que los ojos son el
espejo del alma y que, por fín, atribuiremos el justo valor a los mensajes que
emitimos con la mirada. La belleza de un rostro protegido con cubrebocas y
careta residirá en la estética de los ojos y en la calidez de su mirada; se me
ocurre que los cosméticos para embellecer los ojos serán artículos de primera
necesidad.
En la reingeniería de
la expresión, la entonación de las palabras y los ademanes adquirirán la
importancia que perdieron con la preponderancia de la imagen. La cortesía
deberá transmitirse con el tono más amable de nuestra voz, con la elección
adecuada de palabras. La empatía por los demás fue el primer indicio de
humanización y ahora, será la manifestación inequívoca del humanismo que
pretendemos recuperar; la mirada remontará cualquier distancia entre nosotros,
manifestaremos la empatía en nuevos modales embellecidos con las palabras no
dichas que nos hermanan…