domingo, agosto 12, 2007

Uno de dos

En algún lugar de la teoría política, en el sistema de pesos y contrapesos, se establece que el equilibrio debe ser la única condición para ejercer el poder, y que por eso, en una democracia todas las instancias deben coexistir, sin exclusiones ni restricciones…

La semilla de la democracia sólo puede germinar en un clima de tolerancia donde confluya el viento de la diversidad. El éxito de cualquier gobierno democrático deberá sustentarse en la participación de todos los enfoques en la toma de decisiones, atendiendo siempre al bien común.

Luego entonces: el terreno ideal para cosecha democrática sería un régimen incluyente y tolerante, libre de la influencia perniciosa de la partidocracia.

Sin embargo, la teoría y la praxis nunca suelen coincidir debido a los excesos y abusos provocados por la condición humana, o mejor dicho infra-humana, de los políticos.

Hoy por hoy, en Baja California, después de dos siglos de experimentación política en México, que incluyen varios ensayos, innumerables errores y demasiados horrores, en un total retroceso, se refrendó el bipartidismo en el reciente proceso electoral.

Los dos partidos con posiciones de poder en el actual régimen, el Revolucionario Institucional (PRI) y Acción Nacional (PAN) ejercieron sus privilegios para incorporar las obras y el presupuesto del gobierno a las estrategias de proselitismo; también acapararon la atención por su insospechada capacidad para realizar costosas campañas mediáticas, para movilizar contingentes de simpatizantes y promotores del voto.

El bipartidismo, y sus estragos, se agudizaron en Baja California porque el porcentaje de indecisos y apáticos nunca logró abatirse y prevaleció el desencanto entre el electorado. La ausencia de candidatos con credibilidad y carisma obligó a los electores a elegir al menos peor cuando se pidió el voto útil para evitar que ganara uno de los dos contendientes más fuertes.

Pero el voto útil fue inútil porque fue en realidad un voto de castigo; muchos votantes eligieron una de las dos opciones mayoritarias, pensando que votar por otros partidos políticos es malgastar el voto, por la escasa probabilidad de su victoria.

Es por eso que el próximo régimen en Baja California será absolutamente panista, ubicado en la derecha hacia la hegemonía.

No se vislumbra un régimen equilibrado porque no existe oposición alguna. Tan sólo perdura la rivalidad exacerbada entre los partidos que han detentado el poder.

El gobierno en Baja California no será un sistema democrático de pesos y contrapesos porque estará configurado solamente con dos coaliciones antagónicas en el espectro político: una de ellas en el gobierno, y la otra, en el segundo lugar en las preferencias de voto y en la oposición oficiosa y oficial al gobierno.

Por eso, el reciente proceso electoral tiene dos lecturas, dos versiones: para la clase política gobernante será un éxito porque la jornada electoral les permite permanecer en el poder; pero para la ciudadanía fue tan sólo el ejercicio del deber cívico que implicó elegir sin convicciones, sin esperanzas.

Por eso, la hegemonía azul asumirá el gobierno del estado y el ejercicio de las funciones del poder político y la pretendida dirección intelectual y moral. Predominarán las propuestas favorables a las clases dirigentes y se creará una alianza con los diversos sectores sociales mediante una idea compartida que impida el contraste de los intereses, aún cuando sean latentes.

No obstante, el fatal retroceso de la hegemonía azul se ha manifestado porque, aún manteniendo el dominio político y pretendiendo imponer a toda la sociedad su propia y obtusa concepción del mundo, no ha logrado resolver los problemas más urgentes de los bajacalifornianos.

Por eso, en estos momentos cuando la figura de la oposición se desvanece, es indispensable la incursión de la ciudadanía en la vigilancia de la administración pública, para erigirse como el garante de la democracia y adquirir la fuerza del contrapeso ante el gobierno, para que exija el cumplimiento de las promesas y la transparencia en la rendición de cuentas, para lograr el equilibrio… porque en una democracia todas las instancias deben coexistir, sin exclusiones ni restricciones…

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