domingo, mayo 03, 2009

El terruño

En algún lugar retraído, en un recoveco del planeta, en un rincón ajeno al mundo circundante, emana la fortaleza primigenia para afrontar los avatares del destino…

Siempre que un elemento externo se percibe como una amenaza se activa el instinto de conservación; para sobrevivir en un entorno hostil es imperativo comprender el mecanismo amenazante, y para lograrlo, se agudizan los sentidos y el raciocinio se exacerba. La pandemia de la influenza humana (A/H1N1) ha desencadenado las reacciones defensivas de los individuos, ha expuesto la fragilidad de salud y los bemoles de la condición humana.

La alerta nacional emitida por el ejecutivo y la suspensión general de actividades hasta el día 6 de mayo es una respuesta tardía a una contingencia prevista con anterioridad. La asincronía de los criterios y las medidas adoptadas por la administración pública y el sector salud han generado desinformación y escepticismo, que son los ingredientes básicos para esparcir la rumología a ingenuos e incautos.

En un intento por comprender la gravedad del contagio y ponderar la magnitud del riesgo latente han surgido diversas teorías sustentadas en eventos cuasi-verosímiles:

La teoría del laboratorio del mal sostiene que el virus de la influenza humana fue creado por el laboratorio Baxter para disminuir la población mundial y salvarse de la bancarrota; la teoría del migrante establece que la pandemia fue desatada desde los Estados Unidos para cerrar definitivamente la frontera con México; según la teoría de la amenaza bioterrorista, los terrorista musulmanes pretenden contagiar a los estadounidenses y su arma secreta son mexicanos indocumentados portadores del virus; otra teoría afirma que el virus fue creado para infectar al presidente Obama en su reciente visita a México; y no falta quien afirma que la influenza A/H1N1 es el producto de los cerebros del G-7 y el Fondo Monetario Internacional para distraer a la población mundial de los efectos de la crisis financiera global…

Y así, en las calles semivacías de la ciudad, entre la desconfianza y las exageraciones, los cubre-bocas, los antisépticos y los antivirales se agotaron por la demanda superlativa, porque la histeria colectiva es también una temporada de ventas espectaculares, y aunque nadie está completamente convencido de la información, oficial o extraoficial, todos nos hemos recluido en el único refugio existencial: el terruño.

Porque el hombre posmoderno es, esencialmente, el mismo espécimen humano de la época de las cavernas; porque hoy como hace milenios, la cueva, la guarida, la choza o el hogar, es el único recoveco seguro sobre el planeta, es un rincón ajeno al mundo circundante, donde emana la fortaleza primigenia para afrontar los avatares del destino…

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