domingo, mayo 30, 2010

Silencio masivo

En algún lugar hermético, al final de una espiral de silencios yacen las voces que se confinan, los motivos que se excluyen y las ideas que se marginan; y ahí, entre la multitud distante y esquiva, flotando sobre el eco de las decepciones, se percibe el letargo de las convicciones…

Las restricciones en la divulgación de mensajes proselitistas en los medios masivos impuestas en la reciente Reforma Electoral se justificaron con el argumento de la equidad entre los candidatos en la contienda electoral. Pero la única equidad que se logró con la reforma incide en todos los ciudadanos ajenos a la partidocracia, porque ahora, todos los electores por igual desconocen las propuestas de los candidatos o los proyectos de los partidos, en caso de que existan.

Una de las secuelas de esa reforma es la trivialización de las campañas: las propuestas de los candidatos deben comprimirse en mensajes mediáticos, breves e intermitentes. La reforma también prohíbe la transmisión de los debates, que eran el único evento que permitía apreciar algunos rasgos de la personalidad de los contendientes. Las restricciones en la transmisión mediática se aplican a la cobertura de los discursos proselitistas, lo que impide la percepción del carisma o la pedantería de los candidatos.

Y así, la identificación de los candidatos y sus partidos se reduce al impacto visual en las calles y avenidas; el efecto de los anuncios gráficos y visuales depende de la creatividad en su diseño y no del contenido. Y en Mexicali, en este rincón de la aldea global, en el paisaje urbano se consagra aquella advertencia de McLuhan porque el medio es el mensaje.

El voto se definirá en una respuesta emocional condicionada por la creatividad en un cartel o la incesante repetición de un anuncio en radio y televisión, porque vivimos bajo el influjo de la imagen y no hay elementos para tomar una decisión razonada.

Los partidos con posibilidades de atraer simpatizantes y votos serán aquellos que puedan aprovechar las inconsistencias y ambigüedades de una reforma trunca y mostrenca; los candidatos con probabilidades de triunfo serán aquellos que logren crear una imagen, aunque sea intermitente, en la mayoría silenciosa.

Porque el triunfo en este proceso electoral, y en todos los procesos en cualquier parte del país, depende de la apatía del electorado. Gracias al abstencionismo, se han elegido gobernantes y representantes con el voto de sus militantes, de una minoría que hace valer el voto duro.

El único consuelo que existe es la remota certeza de que nada es para siempre. La democracia, simple y sin adjetivos, sólo surge por la acción de los ciudadanos. No hay democracia sin demócratas. Luego entonces: la democracia nos concierne a todos e involucra a todos por igual, incluyendo a la mayoría silenciosa que no ejerce su derecho al voto.

Si alguna vez, en algún proceso electoral, llegase a participar esa inmensa mayoría que ha guardado su voluntad en el silencio, los resultados serían diferentes. El ejercicio democrático es un derecho que yace en el limbo, en el inmenso sector de los indecisos, los apolíticos, los jóvenes con escasa formación política, los decepcionados y los desinformados.

Sí!... Sé muy bien que la convicción es una cualidad adormecida, aletargada en un clima de desencanto, que los intentos para transformar al régimen han derivado en inercias radicalizadas; pero también sé, que la única esperanza en un entorno despersonalizado reside en cada uno de nosotros, que el porvenir se construye todos los días, que seremos responsables por las decisiones que evitemos y elecciones que no hagamos, porque entre la multitud distante y esquiva, flotando sobre el eco de las decepciones, se percibe el letargo de las convicciones…

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