lunes, marzo 07, 2011

Pan y rosas

En algún lugar de la modernidad, entre los engranes y las líneas de ensamble en un mundo industrializado surgió la imperiosa necesidad de reconocer la importancia de la feminidad, de valorar sus esfuerzos y ponderar su influencia en un mundo edificado con la virilidad…

A finales del siglo XIX, en los albores de la industrialización, el trabajo se erigió como la única fuente de sustento y subsistencia; la aguda desigualdad social y la pobreza galopante obligó a las mujeres a salir del hogar e incorporarse al lumpen de las fuerzas productivas. El 8 de marzo de 1857 en Nueva York, las mujeres que trabajaban en la industria textil (garmet workers) protestaron contra los salarios bajos y las inhumanas condiciones laborales. La policía reprimió la protesta y dispersó a las manifestantes. Dos años más tarde, también en marzo, estas mujeres crearon su primer sindicato con el fin de protegerse y conseguir los derechos laborales básicos. El 8 de marzo de 1908, 15.000 mujeres se manifestaron por las calles de Nueva York para exigir un recorte del horario laboral, mejores salarios, el derecho al voto y el fin del trabajo infantil. El eslogan que eligieron fue "Pan y Rosas": el pan simbolizaba la seguridad económica, y las rosas, una mejor calidad de vida. En 1910, en Copenhague, en la conferencia internacional de organizaciones socialistas se propuso la creación de una Día de la Mujer con carácter internacional para conmemorar la huelga de las "garment workers" de los Estados Unidos.

Hoy por hoy, en el imperio del mercado, las celebraciones del Día Internacional de la Mujer consisten en eventos que exaltan el “empoderamiento” femenino en un mundo falocéntrico. Pero en el ímpetu feminista posmoderno se omite reconocer la influencia de la mujer cuando intervenía en la construcción del destino desde el hogar.

En la oscuridad de los tiempos la reproducción de la especie fue posible por el cuidado que las primeras mujeres prodigaron a los hijos en las cavernas y en las chozas; el derecho materno fue la única secuencia confiable para establecer los parentescos y linajes; la agricultura, el detonante del desarrollo de la especie humana, se atribuye a las mujeres prehistóricas que esperaban en la aldea el regreso de los hombres que salían a cazar. En la modernidad, el reconocimiento a la mujer surge cuando ellas deben incorporarse al mercado laboral, pero en la posmodernidad se agudizan los estragos de la ausencia de la figura femenina como el centro del hogar. El declive de los “memes” se confirma en la falta de hábitos alimenticios, en la carencia de conciencia, de valores éticos y en el egoísmo trepidante de la generación digital.

Por eso ahora, en el umbral de la sociedad del conocimiento cuando la información fluye vertiginosamente, la formación de seres humanos, pensantes y sensibles es un imperativo global porque el empoderamiento de la mujer fuera del hogar dejó un vacío que nada ni nadie han logrado compensar en un mundo materializante y edificado con el criterio de la virilidad…

No hay comentarios.: