“La luz de la pantalla tiene su parte de sombra:
cuando se
vuelve refugio, la vida se difumina en el señuelo
de la experiencia delegada y en la tibia banalidad de
lo ya formateado.”
Lipovetsky –
Serroy
En
algún lugar congénito, las razones se desquician por un imperativo existencial
que no admite mutaciones; y con la incesante búsqueda de afinidades se escribe
el argumento de una vida…
Desde
la oscuridad de los tiempos, el rechazo y la exclusión han sido castigos
implacables de la naturaleza; la vida fluye en compañía de los congéneres y las
especies se extinguen por el flagelo de la soledad. Desde entonces, un mandato
genético nos impulsa a buscar la mirada donde culmina el porvenir y el suspiro
que apacigua todos los anhelos; y así, se han escrito capítulos épicos de la historia.
Las
interpretaciones son diversas: la selección natural compagina los genes que se
complementan en un espécimen destinado a sobrevivir; esotéricamente, las auras
se impregnan; y Octavio Paz explica que “el mundo cambia cuando los que se
buscan se miran y se reconocen”; a pesar de su solidez, esos argumentos se desvanecieron cuando las relaciones amorosas se incorporaron al
calendario del mercado como un motivo para trivializar un anhelo biológico con
matices poéticos y místicos.
Esther
Howland comercializó tarjetas con mensajes amorosos en1847 para conmemorar el
14 de Febrero a un santo que celebraba bodas clandestinas, desde entonces, en ese
día todos los seres sensibles adquieren el compromiso de expresar con objetos
los sentimientos que deberían manifestarse con acciones todos los días y la
soltería suele convertirse en un cruel indicio de fracaso. En esta tradición
mercantil el instinto congénito aflora por el condicionamiento publicitario y el
consumismo se enardece: la venta de flores, chocolates, joyería, celulares y
otras cursilerías se incrementa en un 30%
según los registros de la Cámara
de Comercio, Servicios y Turismo en Pequeño de la Ciudad de México (Canacope); para
la Cámara Nacional de la Industria del
Restaurante y Alimentos (Canirac) esta fecha representa “un ingreso de 550
millones de pesos y un incremento del 20% en sus ventas”.
Y hoy por hoy, en la tangente más sutil
del mercado, este 14 de Febrero miles de chocolates de enviaron en un doodle y
en la nueva prueba del amor consiste se comparten las contraseñas de Facebook.
En la hipermodernidad la búsqueda vital se realiza sobre un teclado emitiendo
caracteres y dígitos, las almas gemelas suelen coincidir en una pantalla y el
amor se encuentra a un click de distancia. Por el feliz efecto de las coincidencias
instantáneas, la vida transcurre en las redes sociales y en la pantalla de un
teléfono inteligente se disipa la soledad en una mutación del aislamiento. En
un giro inesperado del progreso, la pantalla se incorpora a las necesidades
existenciales, sólo lo que se comparte
en línea es real y verdadero y en el muro de Facebook se exhiben los momentos
significativos y la incesante búsqueda de afinidades en el argumento de una
vida…
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[i]
“Pantalla mundo.
Pantallas por todos lados. El mundo es del tamaño del celular y pronto será del
de un reloj. Miniaturización y gigantización de las pantallas. Pantallocracia.
A diferencia de los años 60, las pantallas son el enlace al mundo. La manera de
contactarlo. Vivir es estar conectado. El modo actual de comunicación ya no es
uno hacia todos, sino todos hacia todos. De los medios de masas a los
automedios. La generación de contenidos es horizontal, en bloque y en ambos
sentidos, como una pared con colocación de ladrillos en todo momento y en
cualquier sitio. Ha cesado la enajenación del individuo a costa de la
pantalla-espectáculo. Las personas se han apropiado de las pantallas y los
medios. Aparecen conceptos como el de la teledemocracia y la contrapolítica.”
[ii]
”amar es combatir, si
dos se besan/el mundo cambia, encarnan los deseos,/el pensamiento encarna,
brotan las alas/ en las espaldas del esclavo, el mundo/
es
real y tangible, el vino es vino,/ el pan vuelve a saber, el agua es agua,/
amar es combatir, es abrir puertas, /dejar de ser fantasma con un número/ a
perpetua cadena condenado/ por un amo sin rostro;/ el mundo cambia/ si dos se miran y se
reconocen,/amar es desnudarse de los nombres”
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