“Nadie
nace odiando a otra persona por el color de su piel,
o su
origen, o su religión".
Nelson
Mandela
En algún lugar de la geografía
humana, en las coordenadas de la identidad se ubica una falsa certeza que
envilece los ideales y desencadena la bestialidad en la incipiente condición de
los hombres…
El nacionalismo surge con las
revoluciones sociales cuando el romanticismo impregnaba todos los ideales; en
aquel entonces, los héroes ofrendaban su
vida en el altar de una patria amorosa que enaltecería su sacrificio en la
posteridad. Los himnos nacionales y los símbolos patrios son la manifestación
perceptible de la convicción etérea que
identifica y cohesiona a todos los
compatriotas. Pero como suele suceder, todos los excesos son perniciosos y
desde el siglo XIX, el nacionalismo exacerbado en las convocatorias bélicas engendró la idea de la superioridad
nacional y la sed de dominio provocó el odio irracional a los extranjeros
percibidos como invasores.
Y así, con el fervor patrio se
escribieron las crónicas de las guerras: las grandes y las infames, las fugaces y las atroces, porque
todas son iguales. Y así, la xenofobia ha persistido como el detonante de la
bestialidad que aún llevamos en los genes y que ha explotado en campañas de
propaganda mediática que fabrican el consenso nacional y la irracional
convicción de combatir al extraño enemigo. No! … el horror causado por las guerras no ha
sido suficiente para atenuar el fervor patrio y el odio irracional a lo
diferente sigue más latente que nunca como puede apreciarse en la declaración
que Ayelet Shaked, diputada israelí del partido ultranacionalista Hogar Judío,
publicó en su página en Facebook refiriéndose a los palestinos:
"Tienen
que morir y sus casas deben ser demolidas. Ellos son nuestros enemigos y
nuestras manos deberían estar manchadas de su sangre. Esto también se aplica a
las madres de los terroristas fallecidos. Detrás de cada terrorista hay decenas
de hombres y mujeres sin los cuales no podría atentar. Ahora todos son
combatientes enemigos, y su sangre caerá sobre sus cabezas. Incluso las madres
de los mártires, que los envían al infierno con flores y besos. Nada sería más
justo que siguieran sus pasos. Deberían desaparecer junto a sus hogares, donde
han criado a estas serpientes. De lo contrario, criarán más pequeñas
serpientes".
Y no! … no hay argumentos válidos;
la única explicación al nacionalismo exacerbado reside en la perversa
fabricación de odios masivos que son inculcados y aprendidos, en una convicción
bélica que sacrifica a los ciudadanos para satisfacer los deseos de una ínfima
minoría. Hoy, como siempre y desde entonces, es imperativo denunciar los
estragos causados por el fervor patrio, esa maldición que nos predispone a la irracionalidad, que
envilece los ideales y desencadena la bestialidad en la incipiente condición de
los hombres…
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