domingo, julio 20, 2014

El extraño enemigo

“Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel,
o su origen, o su religión".
Nelson Mandela

            En algún lugar de la geografía humana, en las coordenadas de la identidad se ubica una falsa certeza que envilece los ideales y desencadena la bestialidad en la incipiente condición de los hombres…
           
            El nacionalismo surge con las revoluciones sociales cuando el romanticismo impregnaba todos los ideales; en aquel entonces, los héroes  ofrendaban su vida en el altar de una patria amorosa que enaltecería su sacrificio en la posteridad. Los himnos nacionales y los símbolos patrios son la manifestación perceptible de la  convicción etérea que identifica y cohesiona a  todos los compatriotas. Pero como suele suceder, todos los excesos son perniciosos y desde el siglo XIX, el nacionalismo exacerbado en las convocatorias bélicas  engendró la idea de la superioridad nacional  y la sed de dominio   provocó el odio irracional a los extranjeros percibidos como  invasores.

            Y así, con el fervor patrio se escribieron las crónicas de las guerras: las grandes  y las infames, las fugaces y las atroces, porque todas son iguales. Y así, la xenofobia ha persistido como el detonante de la bestialidad que aún llevamos en los genes y que ha explotado en campañas de propaganda mediática que fabrican el consenso nacional y la irracional convicción de combatir al extraño enemigo.  No! … el horror causado por las guerras no ha sido suficiente para atenuar el fervor patrio y el odio irracional a lo diferente sigue más latente que nunca como puede apreciarse en la declaración que Ayelet Shaked, diputada israelí del partido ultranacionalista Hogar Judío, publicó en su página en Facebook refiriéndose a los palestinos:

    "Tienen que morir y sus casas deben ser demolidas. Ellos son nuestros enemigos y nuestras manos deberían estar manchadas de su sangre. Esto también se aplica a las madres de los terroristas fallecidos. Detrás de cada terrorista hay decenas de hombres y mujeres sin los cuales no podría atentar. Ahora todos son combatientes enemigos, y su sangre caerá sobre sus cabezas. Incluso las madres de los mártires, que los envían al infierno con flores y besos. Nada sería más justo que siguieran sus pasos. Deberían desaparecer junto a sus hogares, donde han criado a estas serpientes. De lo contrario, criarán más pequeñas serpientes".


            Y no! … no hay argumentos válidos; la única explicación al nacionalismo exacerbado reside en la perversa fabricación de odios masivos que son inculcados y aprendidos, en una convicción bélica que sacrifica a los ciudadanos para satisfacer los deseos de una ínfima minoría. Hoy, como siempre y desde entonces, es imperativo denunciar los estragos causados por el fervor patrio, esa maldición  que nos predispone a la irracionalidad, que envilece los ideales y desencadena la bestialidad en la incipiente condición de los hombres…

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