domingo, mayo 14, 2017

El rasgo inmutable

“Todo nuestro trabajo tiene sentido si heredamos a nuestros alumnos alegría para soportar los fracasos y avidez para buscar cosas nuevas de la vida”
Alberto Gárate Rivera

En algún lugar de la geografía humana, entre las espirales del mandato genético existe un rasgo inmutable, imperturbable: una pizca de la eternidad, un átomo curioso e inquieto, una molécula de luz, que nos impulsan a transmitir, una y otra vez, el relato que nos describe…

Dicen los que saben que nuestra especie superó a todos los seres vivos del planeta cuando la chispa de la curiosidad desencadenó el razonamiento pero enfatizan que la condición humana surgió con el primero de los memes: el afán de compartir las experiencias, los temores y los sueños. Como siempre y desde entonces, en la enseñanza y el aprendizaje se realiza el esfuerzo humanizante por excelencia.

Somos humanos por la generosidad que nos impulsa a transmitir lo aprendido y este atributo nos enaltece cuando la humildad nos hace reconocer que la vida es una incógnita inmensa. Y desde la caverna hasta nuestros días, el avance intelectual es impensable sin la figura del maestro: la presencia que guía y corrige sin invadir el ámbito de la paternidad, la voz que alienta la curiosidad “para descifrar el brillo de las estrellas”, el punto de apoyo de las ideas que cambiarán al mundo.

            Debo precisar que esta descripción es ajena a todos los conceptos que restringen la enseñanza a un ámbito laboral porque lo que intento definir es la docencia como el arte de enseñar, como la convicción que derriba los límites para liberar la mente y la vocación que elude todos los contornos, que se “sale de la caja”, y prodiga el aliento temerario para  “participar en la formación de otra persona”; es el motivo insólito por el cual una promesa se inventa y se reinventa, en cada clase, en cada curso, en cada consejo, una y otra vez, en un relato de largo aliento porque el impacto de la docencia, en todas sus manifestaciones, se produce mucho tiempo después cuando aparecen nuevas soluciones, enfoques diversos o capítulos inauditos inspirados en la cátedra, como lo explica Alberto Gárate Rivera en su tesis “El educador iluminado”.  

Son las palabras del maestro las que trascienden los muros del aula en un eco que alentará e inspirará la búsqueda de nuevos horizontes.  Y si la vida es una secuencia interminable de aprendizajes, la docencia exige adaptabilidad a todos los cambios y el ánimo para reubicar los hitos y las metas, para entender los designios de cada generación y perpetuar el rasgo inmutable de nuestra especie que nos impulsa a transmitir, una y otra vez, el relato que nos describe…

Con mi sincero reconocimiento a todos los que asumen la responsabilidad de enseñar, y mi total agradecimiento a Cetys Universidad por la oportunidad que me brinda para participar en la formación de los artífices del mañana. 





Fuentes:

Gárate Rivera, Alberto. (2017). El educador iluminado. México: Cetys Universidad.

Valls Esponda, Jaime. (2017). La docencia como profesión. Recuperado el 14 de mayo del 2017, de http://www.eluniversal.com.mx/entrada-de-opinion/articulo/jaime-valls-esponda/nacion/2017/05/9/la-docencia-como-profesion






            

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