En algún lugar de la gramática existe un tiempo donde todas las intenciones adquieren
la consistencia de los verbos y la inminencia de los hechos; en esa impecable
conjugación se sustentan los argumentos que de otra forma serían insostenibles
y desde ahí, el artificio del pasado obstruye la secuencia lógica del presente…
Dicen
los que saben, que el pretérito pluscuamperfecto del subjuntivo expresa lo
inexpresable porque describe acciones que nunca se realizaron aun cuando
existía alguna posibilidad. En pocas palabras: el “hubiera” no existe, pero describe
perfectamente las acciones, condiciones, circunstancias irreales (porque no se
realizaron) que deambulan en el presente. Las variantes de esta conjugación se
enfatizan en las lenguas romance que le dan forma y consistencia a un pasado
subjetivo o condicionado. Por ejemplo: Si se “hubieran” revisado todas las
firmas de los ciudadanos que brindaron su apoyo; luego entonces: el candidato
“podría” haber alcanzado el número de firmas para obtener su registro.
Y así,
utilizando el recurso de la gramática se alude a un momento perdido en el
tiempo y puede distorsionarse la percepción del pretérito sin importar si es
perfecto o imperfecto. Pero la realidad se impone, y el feudo de la gramática
no es la excepción. El pretérito pluscuamperfecto del subjuntivo se derrumba
ante la contundencia del participio: la realidad y las acciones consumadas se
imponen a las subjetividades y a todas condicionantes. Por ejemplo: Todas las
firmas fueron revisadas. Nótese el impacto de la terminación del participio
(adas). Y si a este enunciado le agregamos el adverbio idóneo, las suposiciones
se desvanecen al instante. El ejemplo quedaría así: Todas las firmas fueron
revisadas “escrupulosamente”.
Los embelecos de la gramática adquieren
sentido con los motivos que sustentaron la sentencia del Tribunal Electoral del
Poder Judicial de la Federación que ordena la inclusión del candidato
independiente Jaime Heliodoro Rodríguez, alias el “Bronco”, en la boleta
electoral. La sentencia será acatada por el Instituto Nacional Electoral pero
su cabal cumplimiento no impide el ejercicio de la crítica. Como consejera
ciudadana del INE en Baja California lamento que la sentencia se fundamente en
acciones irreales y en condiciones subjetivas porque implica un retroceso en la
aplicación de las leyes remontándonos a los desplantes de un absolutismo que
creíamos haber superado (léase como una insólita conjugación de ingenuidades).
Este
lamentable episodio altera la percepción del proceso electoral, de por sí
incipiente en la inmensa mayoría del electorado. Predomina la desinformación
respecto al Sistema electoral y suele confundirse al Instituto, con el Tribunal
y con la Fiscalía (Fepade). Sea como fuere, y desde el ámbito de mi
participación como ciudadana, he constatado (en presente perfecto que expresa
hechos realizados en el pasado) y sigo constatando (gerundio de tiempo de una
acción prolongada hasta el presente) el apego a la normatividad en el INE, la
transparencia de sus operaciones, la pulcritud y el profesionalismo de su
desempeño.
Y éstas
son más que palabras, tiempos y conjugaciones. El Instituto Nacional Electoral
es un organismo autónomo que admite la vigilancia de ciudadan@s en todas las
actividades del proceso electoral. En alguna sesión se minimizó la
participación de l@s consejer@s ciudadan@s
a la simple aprobación de acuerdos levantando la mano. Pues bien, es el momento
de aclarar que la aprobación de l@s consejer@s, a los informes y acuerdos
sometidos a su consideración, es el resultado de las verificaciones realizadas que
constatan el cabal apego y observancia a los ordenamientos de las leyes
electorales.
Como
consejer@s ciudadan@s avalamos las acciones del INE atendiendo a nuestro leal
saber y entender, empeñando nuestra palabra, la mejor de las voluntades y el
más honroso de los esfuerzos. Y desde aquí, pregunto a l@s consejer@s
ciudadan@s, en todos los distritos y en todos los estados si están de acuerdo y
coinciden conmigo. Y l@s que estén por la afirmativa, sírvanse manifestarlo
levantando la mano.
Es cuánto.
Porque mi país me
importa: voto libre!