En algún lugar estadístico, donde se capturan las
percepciones y se ponderan las preferencias existe una parábola marginal que
concentra los silencios y las omisiones en un dígito esquivo…
Conforme se acerca la jornada electoral se consolida la
ponderación de los indefinidos en un porcentaje constante que impide establecer
con certeza cualquiera de las probabilidades; sin embargo, el efecto de las
cifras de una encuesta puede incidir en el amplio sector de los electores que
aún no definen su voto: algunos decidirán en función del candidato que acapara
las preferencias, otros por aquel que podría remontar la desventaja y muchos,
muchos entrevistados, votarán como castigo.
En cuestiones de probabilidad y estadística, la tendencia
se comprueba únicamente cuando el margen del error es mínimo, cuando el tamaño
de la muestra es suficiente para representar a una población y cuando los
sesgos se eliminan. Pero la veracidad de los sondeos de opinión como ejercicio científico
de la probabilidad es muy frágil porque depende de la veracidad de las
respuestas y de la espiral del silencio, que compendia las opiniones omitidas:
callamos para no contradecir la opinión predominante en nuestro entorno,
ocultamos nuestras preferencias para evitar las críticas o el rechazo.
Y al margen de los silencios, pululan los rumores en una
vulgar tendencia a desvirtuar la contienda. Esta semana se realizó la
demostración del marcador para votar y del líquido indeleble que identificará a
los votantes que ya sufragaron, y en una secuela inmediata, surgieron las
descalificaciones y las sospechas infundadas. Se refuta la efectividad del
marcador, el grosor del papel de las boletas, la permanencia de la tinta, y lo
que se acumule esta semana, pero al hacerlo, se ofende la buena voluntad y la
disposición de todos los involucrados en los comicios. Proceso tras proceso, se
perfeccionan estos instrumentos para garantizar el respeto de la voluntad
popular y la integridad de los votos emitidos. No obstante, elección tras
elección aparecen testimonios fuera de contexto para desalentar a los votantes
en una estrategia sustentada en el abstencionismo. En caso de que arraiguen las
dudas y las sospechas: consulte a las autoridades electorales.
Es probable que los porcentajes de las encuestas no
reflejen las preferencias verdaderas; tal vez, los rumores logren desvirtuar
todos los esfuerzos invertidos en la preparación de la contienda; quizás, los
desvaríos, los exabruptos y los escándalos acentúen el repudio hacia la clase
gobernante, pero el único mecanismo de legitimar la voluntad popular es la
cuantía de los votos emitidos y el mejor argumento para votar es la igualdad
que implica: el domingo 1 de julio, no habrá diferencias, estratos ni rangos
porque todos los votos tienen exactamente el mismo valor y su importancia
reside en el acto de votar.
El domingo electoral, la soberanía del país se
fragmentará en partes alícuotas, iguales y semejantes, manifestaciones inequívocas
de las percepciones y las preferencias que descifrarán la parábola marginal de
los silencios y las omisiones con la exactitud de un dígito…
Porque mi país me
importa: Voto libre!
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