En algún lugar postergado, en un legajo extraviado en
un “cajón de sastre” y amenazadas por los efectos del olvido, yacen las profecías
de un cataclismo que se creía improbable…
El 31
de octubre iniciaron las reparaciones en el sistema Cutzamala que surte de agua
potable a la zona metropolitana, por lo que inició también, el corte del
suministro. Los días previos al corte se divulgaron, intensamente y por todos
los medios, las causas y los efectos de las reparaciones y las recomendaciones
para solucionar las necesidades elementales con un volumen ínfimo de agua.
El
ritmo de la ciudad entró en un compás de espera: Para evitar daños en la salud
por la falta del agua, la autoridad educativa federal suspendió labores en
4,300 escuelas públicas de educación básica extendiendo el puente del Día de
Muertos. Para prevenir desfiguros y molestias, muchas empresas, comercios,
despachos y todos los changarros capitalinos dejaron de prestar sus servicios.
Con singular alegría, tod@s enfrentaron
el corte: los memes alusivos inundaron las redes sociales; aquell@s que suelen
encontrar la solución más divertida a los problemas aprovecharon la ocasión
para vacacionar en las playas; la escasez del agua desató el ingenio y
surgieron alternativas para mantener la frescura y la higiene de los recintos,
de los individuos y del ambiente.
La ciudad recuperará el ritmo habitual
cuando el sistema Cutzamala sea reparado y se reanude el suministro de agua. La
escasez temporal dejará miles de anécdotas y millones de incomodidades
convertidas en chistes, albures y bromas. Pero más allá de lo hilarante, este
episodio debería alertarnos lo suficiente para cambiar los hábitos adquiridos
en tiempos de abundancia por la mesura ante la escasez, en la Ciudad de México,
en el territorio nacional y en el planeta.
En este momento, cuando el destino casi
nos alcanza, las distopías de la ciencia ficción se transforman en alertas
porque el peor cataclismo en la historia de la Tierra se dispone a abandonar el
ámbito de la imaginación para instalarse en la realidad. Y éste, podría ser el
punto sin retorno donde los senderos se bifurcan hacia dos versiones del
futuro. Las advertencias de la Sexta Extinción (Elizabeth Kolberth) identifican
a la humanidad como el elemento más nocivo y destructivo sobre el planeta, pero
también es cierto que hemos remontado crisis, inclemencias y adversidades.
El peligro inminente reside en ignorar
las advertencias y en la resistencia al cambio de hábitos; si la humanidad será
la causa del próximo cataclismo, más letal y mortífero que la extinción del
Pérmico, en la humanidad recae la responsabilidad de revertirlo con todos los
artificios del ingenio. Para no desaparecer en la última de las extinciones, apresuremos
la mutación social fortaleciendo el músculo de la mesura y respetando al
ambiente y a todas las formas de vida. La fatalidad no es irreversible… aún; y las
distopías permanecen en el universo de las ficciones como profecías de un
cataclismo, todavía, improbable…
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