jueves, agosto 22, 2019

Todo cabe en una burbuja



“Un buen día te despiertas y te encuentras con que todo el mundo piensa como tú”
Eli Parisier

En algún lugar volátil coincidieron los fervores silentes y las frustraciones latentes que deambulaban en los recovecos de la hostilidad; al encontrarse, adquirieron la consistencia de lo absoluto y  adoptaron el matiz implacable de una supremacía…

La causa es incuestionable: los crímenes de odio son la reacción a los discursos oficiales de la ultraderecha que inflaman el racismo que creíamos erradicado; los efectos son insufribles: la supremacía blanca se concreta en agresiones porque las armas se venden como caramelos. Lo alarmante, es la frecuencia de los ataques y la ubicación donde se perpetran porque eluden cualquier patrón que permita contenerlos.

La xenofobia que ahora nos flagela se esparce por contagio en el entorno virtual, donde se intensifica. Actualmente, se propaga una teoría de conspiración atribuida a los musulmanes, y a todos los migrantes, describiéndolos como invasores que inciden y alteran la cultura del país que los recibe con la perversa intención de suplantar a los nativos en un futuro cercano. El autor de esta aberración galopante es Brenton Tarrant quien la publicó en Facebook como el manifiesto “El gran reemplazo” poco antes de perpetrar un ataque islamófobo en dos mezquitas de la ciudad de Christchurch en Nueva Zelanda, en marzo de este año.

Al otro lado del mundo, la misma aberración exacerbó el odio de Patrick Crusius quien anunció la “defensa contra la invasión hispana en Texas” en su manifiesto titulado “Una verdad incómoda”, publicado el 4 de agosto minutos antes de irrumpir en un supermercado y disparar contra la multitud “defendiendo a su país del reemplazo cultural y étnico”.

Éste es el evento más reciente en una indignante secuencia de ataques perpetrados por individuos que frecuentan foros virtuales donde comparten los mismos prejuicios, divulgando temores infundados,  compartiendo  frustraciones similares y satanizando a los migrantes. Estos espacios digitales son exclusivos y excluyentes porque sólo acceden usuarios afines con ideas semejantes al amparo de la intolerancia porque las opiniones contrarias, las réplicas y las críticas, los cuestionamientos, son inadmisibles.

En esos espacios virtuales el grado de coincidencia entre los usuarios no es una desafortunada casualidad sino un desliz de la tecnología porque es el resultado del registro de sus actividades en Internet (consultas, compras, preferencias, ubicación). Eli Parisier define como el Filtro Burbuja  a la configuración del perfil digital de los usuarios atendiendo a sus preferencias. Entonces, la inteligencia artificial crea rutas arborescentes que conducen a una opción compartida por otros usuarios que han buscado, comprado o  elegido lo mismo, y todos se reúnen en esa burbuja ajena a las críticas, inmune a los castigos (hasta el momento, no existen lineamientos jurídicos aplicables), y ahí, el odio se intensifica inflamando los fervores silentes y reprimidos, hermanando las frustraciones latentes en un afán aberrante que se proclama como absoluto y se propaga con el matiz implacable de un dogma perverso…

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