“Un buen día te despiertas y te encuentras con que
todo el mundo piensa como tú”
Eli Parisier
En
algún lugar volátil coincidieron los fervores silentes y las frustraciones
latentes que deambulaban en los recovecos de la
hostilidad; al encontrarse, adquirieron la consistencia de lo absoluto y adoptaron el matiz implacable de una
supremacía…
La
causa es incuestionable: los crímenes de odio son la reacción a los discursos
oficiales de la ultraderecha que inflaman el racismo que creíamos erradicado; los
efectos son insufribles: la supremacía blanca se concreta en agresiones porque
las armas se venden como caramelos. Lo alarmante, es la frecuencia de los
ataques y la ubicación donde se perpetran porque eluden cualquier patrón que
permita contenerlos.
La
xenofobia que ahora nos flagela se esparce por contagio en el entorno virtual, donde
se intensifica. Actualmente, se propaga una teoría de conspiración atribuida a
los musulmanes, y a todos los migrantes, describiéndolos como invasores que inciden
y alteran la cultura del país que los recibe con la perversa intención de suplantar
a los nativos en un futuro cercano. El autor de esta aberración galopante es
Brenton Tarrant quien la publicó en Facebook como el manifiesto “El gran
reemplazo” poco antes de perpetrar un ataque islamófobo en dos mezquitas de la
ciudad de Christchurch en Nueva Zelanda, en marzo de este año.
Al
otro lado del mundo, la misma aberración exacerbó el odio de Patrick Crusius quien
anunció la “defensa contra la invasión hispana en Texas” en su manifiesto titulado
“Una verdad incómoda”, publicado el 4 de agosto minutos antes de irrumpir en un
supermercado y disparar contra la multitud “defendiendo a su país del reemplazo
cultural y étnico”.
Éste
es el evento más reciente en una indignante secuencia de ataques perpetrados
por individuos que frecuentan foros virtuales donde comparten los mismos prejuicios,
divulgando temores infundados, compartiendo
frustraciones similares y satanizando a
los migrantes. Estos espacios digitales son exclusivos y excluyentes porque
sólo acceden usuarios afines con ideas semejantes al amparo de la intolerancia porque
las opiniones contrarias, las réplicas y las críticas, los cuestionamientos,
son inadmisibles.
En
esos espacios virtuales el grado de coincidencia entre los usuarios no es una
desafortunada casualidad sino un desliz de la tecnología porque es el resultado
del registro de sus actividades en Internet (consultas, compras, preferencias,
ubicación). Eli Parisier define como el Filtro Burbuja a la configuración del perfil digital de los
usuarios atendiendo a sus preferencias. Entonces, la inteligencia artificial crea
rutas arborescentes que conducen a una opción compartida por otros usuarios que
han buscado, comprado o elegido lo mismo,
y todos se reúnen en esa burbuja ajena a las críticas, inmune a los castigos (hasta
el momento, no existen lineamientos jurídicos aplicables), y ahí, el odio se
intensifica inflamando los fervores silentes y reprimidos, hermanando las
frustraciones latentes en un afán aberrante que se proclama como absoluto y se
propaga con el matiz implacable de un dogma perverso…
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