jueves, septiembre 05, 2019

Un héroe en cada hijo te dio


En algún lugar virtual, la realidad se configura con fragmentos cotidianos que recopilan momentos de felicidad y de quebranto en testimonios indudables, capturados desde el ángulo más distante y en la cruel perspectiva de la indiferencia…

            En el taller “Primer repondiente en primeros auxilios” impartido en Cetys Universidad por el Consejo Estatal para la Prevención de Accidentes en Baja California (Coepra),  me percaté de los estragos de la indiferencia generalizada: El incremento de las defunciones ya sea por lesiones o por enfermedad, obedece a la ausencia del socorro inmediato. La insuficiencia de recursos en los cuerpos de auxilio ante el desbordante aumento de habitantes propensos a enfermedades crónico-degenerativas se agrava con la desensibilización social: Paulatinamente, nos desprendemos de los pocos vestigios de empatía y compasión justificándonos con las arbitrariedades jurídicas que castigan a quienes se atreven e intentan socorrer a los heridos en algún percance.

            La evidencia más cruel de la indiferencia ante el dolor ajeno es la virulenta propagación de videos capturados en el lugar de los hechos por personas que se  mantienen impasibles frente a la escena. Detrás de la cámara de un teléfono móvil se captura el momento en que permanecieron ajenos a las contrariedades que atestiguaron y de inmediato, publican el video que exhibe la ausencia de su compasión. 

            En un valeroso intento por revertir esta dolorosa tendencia, la Secretaría de Salud instituyó el Consejo Nacional para la Prevención de Accidentes (CONAPRA) para disminuir la morbilidad y mortalidad. Y así, en el Protocolo Nacional de Actuación surge el  “Primer respondiente”, identificado como la persona, cualquier persona, que decide acercarse a un lesionado para activar el servicio de emergencias médicas y brindar cuidados prioritarios a la víctima hasta la llegada de una ambulancia.

El objetivo es que haya ciudadanos capacitados como primeros respondientes en todas las comunidades, y yo agregaría, que se predique con el ejemplo la ley del buen samaritano. En el taller me explicaron el sentido común es el más raro de los sentidos y que la llegada del primer respondiente infunde calma a las víctimas;  aprendí que los héroes inspiran la nomenclatura de calles y avenidas, pero yo quiero creer que ésta es una nueva forma de heroísmo y que en cada mexicano hay indicios de una vocación heroica.

Salí del taller convencida de la urgencia de zurcir el lazo de la hermandad prodigando compasión los unos a los otros; que la calidad de la ciudadanía no depende de los dogmas religiosos o políticos y que es prioritario continuar con este esfuerzo, sea cual fuere el partido en el gobierno. Me queda claro que combatir la indiferencia y erradicar los vicios de la apatía es una proeza social que demanda un compromiso humanitario y que la compasión nos confiere un aura de heroísmo en los tiempos en que dolor y el quebranto se propagan como un ocio morboso en testimonios capturados desde el ángulo más distante y en la cruel perspectiva de la indiferencia…
                     

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