viernes, diciembre 15, 2023

La carpeta de las letras postergadas

 

En algún lugar indefinido en el territorio del quebranto, cuando la resignación germina se reinicia el ciclo de los afanes y los anhelos; las veredas del duelo culminan en un momento inesperado cuando resurge el ánimo y se recupera el impulso para seguir adelante…

Dicen los que saben que no hay mal que dure cien años, que no hay herida que no cicatrice y que el bálsamo del tiempo es el mejor remedio para todas las lesiones… y tienen razón. Después de un periodo de pérdidas que parecía interminable e insufrible, de repente y en un instante recuperé el aliento. Los motivos de la tranquilidad abandonaron la sombra de la angustia y recuperé la sonrisa habitual.  

No!.. No sé por qué, ni cómo, pero desde entonces se fusionan mis sonrisas y mis lágrimas en una sensación de alivio y cada día aprendo a vivir con las ausencias que me vulneran y agradezco las presencias que me fortalecen. Ahora, valoro la importancia de todos los episodios que tuve que recorrer para darle a mis fracasos su justa dimensión, para asumir las secuelas de mis decisiones, para ridiculizar los desaires que me infringieron, para aceptar mis carencias, mis defectos e ineptitudes.

Sí!.. Esta sensación bien podría ser el resultado de un proceso cerebral: al secarse la última de mis lágrimas se liberó la cantidad suficiente y necesaria de endorfina para mitigar el dolor prodigándome paz.  Sea como fuere, debo agradecer los efectos de este recorrido: la humildad trascendió la frontera de la vulnerabilidad y se instaló en las convicciones cotidianas eludiendo la fatal consigna que nos hace humildes sólo cuando somos frágiles.

Debo confesar que la hazaña de llegar a la meta en este penoso recorrido no es individual porque yo no hubiera avanzado sin el cariño de mi familia, sin la solidaridad de mis seres queridos. Gracias a ellos, esta mañana desperté con el ánimo para reabrir la carpeta olvidada de mis letras, para enfrentarme a la blancura de una página vacía y llenarla con palabras.

Hoy, como hace años, la imperiosa necesidad de escribir resurgió en un corazón saturado, cuando la presión de los silencios sobrepasó su límite natural y frenéticamente buscó una salida. Llegó el momento de reiniciar el diálogo instintivo entre el teclado y la conciencia. Mis palabras recuperarán la forma, la substancia y el color cuando una mirada las recorra; mis ideas y mis sueños cobrarán vida cuando alguien les regale un breve lapso en su recuerdo.

Como siempre y desde entonces, agradezco la gentil consideración de los lectores que me extrañaron, agradezco esta nueva oportunidad para sincerarme ante una audiencia invisible en este momento en que recupero la vocación postergada, cuando se reinicia el ciclo de mis afanes y mis anhelos. Y desde aquí, donde las veredas del duelo culminan, quiero compartir el resurgimiento del ánimo para seguir adelante…

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