domingo, octubre 15, 2006

Avances y Retrocesos

En algún lugar de la cartografía nacional, entre las líneas imaginarias que desglosan el territorio en latitudes y longitudes, existe un paralelo que destroza los paradigmas anacrónicos para definir el hito en nuestra historia que separa las esferas del pasado y del porvenir…

Los estragos causados por el efecto Norte-Sur, que siempre han sido evidentes en la geografía política y social, son más contundentes en los últimos días del régimen foxista, caracterizado por el vacío de autoridad y la insuficiencia de las instituciones publicas.

La nueva cartografía nacional establecerá el desarrollo por regiones y la configuración de alianzas estratégicas entre la academia, la empresa y el gobierno. Sin embargo, el desarrollo suele ser un proceso con avances y retrocesos.

Mientras en la frontera Norte se consolida una región de oportunidades y compromisos, con una visión que percibe las debilidades como oportunidades, en el Sur se libra una lucha sin cuartel entre los cacicazgos del Priato arcaico.

Los enfrentamientos violentos en Oaxaca son la manifestación de la crisis intrapriísta exacerbada por la intervención de los grupos de choque, legado grotesco del Priato, y de la APPO, que surgió por la fusión de las organizaciones que se beneficiaban del presupuesto estatal.

El contraste con la región fronteriza del norte se agudiza en el Sur por la desarticulación entre la sociedad civil y las autoridades gubernamentales: la educación en Oaxaca es el último rubro en las prioridades en la agenda pública de un Estado cuyos ingresos provienen eminentemente del turismo.

Cuando en el Norte se mira hacia el futuro y se busca conciliar todos los enfoques en un visión compartida, el Sur es una retrospectiva lacerante por la putrefacta herencia del Priato.

Los pronósticos en el sureste mexicano no son alentadores: el conflicto en Oaxaca y las elecciones en Chiapas y en Tabasco agudizarán el radicalismo de las organizaciones sociales, obstaculizando la reorganización institucional de esos Estados. Las elecciones para la gubernatura de Tabasco serán decisivas en el fortalecimiento o debilitamiento del Movimiento por la Justicia y la Democracia que promueve Andrés Manuel López Obrador.

Pero en una cruel paradoja del destino, el rezago ancestral del sureste mexicano es la consecuencia del sistema pernicioso de cacicazgos priístas de los cuales surgieron los protagonistas que actualmente se disputan el control de la región: la gran mayoría de los ahora perredistas provienen del PRI.

Además, la inestabilidad social puede convertirse en un padecimiento crónico en una región donde el rezago se manifiesta cruelmente en todas las vertientes: educación, infraestructura, gobierno y bienestar social.

Así pues, una sumatoria inclemente acentúa el vacío de poder en el régimen foxista: el terror para asumir los costos políticos ha impedido el ejercicio de la autoridad, los grupos de choque y las movilizaciones populares reemplazan los procesos democráticos por el asambleísmo a mano alzada y debilitan al Estado de Derecho.

Por eso, el actual limbo de la transición debe entenderse como la configuración socio-económica del país en la que participan instancias ajenas al Estado. En cada región existen carencias y problemas diferentes que no podrán resolverse con los planes generales de desarrollo que se diseñan en la capital de un país centralizado.

Sólo con medidas estratégicas acordes con la problemática de cada región podrá abatirse la dolorosa distancia entre los avances logrados y los retrocesos persistentes. El desarrollo debería ser una empresa donde participen todos los sectores, pero sólo cuando la sensibilidad social impregne la articulación del conocimiento, el trabajo y el gobierno, será posible destrozar los paradigmas anacrónicos y definir el hito en nuestra historia que separa las esferas del pasado y del porvenir…

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