domingo, mayo 18, 2008

La vida en las aulas

En algún lugar de la memoria, sobre el pizarrón de las aprehensiones, después de mil recreos, perduran las líneas y los sustantivos que definieron el curso del destino fuera de las aulas…

La influencia de la figura de los profesores es determinante en las actitudes que los alumnos adoptarán en el futuro; muchos jóvenes eligen la carrera profesional en función de las aversiones implantadas por un pésimo profesor, y muchos otros se deciden atendiendo al llamado de la vocación que fue detectado por un buen maestro. Pero además de los efectos postreros de la enseñanza en el porvenir de los alumnos, es necesario ponderar los rasgos de la idiosincrasia que emergen en las aulas.

Hasta finales del siglo pasado, el entorno escolar era una extensión del ámbito familia, ahí se reafirmaban las nociones de autoridad y respeto adquiridas en el hogar y se practicaban los esbozos de la socialización.

Sin embargo, la metamorfosis social en la modernidad tardía desencadenó una serie de cambios en los usos y costumbres que se han reflejado principalmente en el hogar, en la composición de las familias, en las funciones que desempeñan los padres y en su relación con los hijos.

Hoy por hoy, la responsabilidad del sustento familiar recae por igual en ambos padres, que se han incorporado al sector productivo y profesional. Por eso, en la escuela, en el jardín de niños y en la guardería, los infantes reciben sus primeras lecciones de vida y adquieren los hábitos esenciales; en el hogar, la ausencia vespertina de los padres se resuelve con largas sesiones de televisión, internet o video juegos.

La enseñanza de la vida se desplazado del hogar a la escuela, que ahora es el único entorno válido para la educación de los niños y los jóvenes, porque en la gran mayoría de los hogares, las figuras de autoridad están cumpliendo, dignamente, una jornada de trabajo.

Este fenómeno se hizo evidente durante el enjambre de sismos que se registró en la ciudad de Mexicali durante el mes de febrero del presente año, cuando, por obvias razones de seguridad, se suspendieron las clases en todos los niveles educativos, lo que ocasionó la ausencia generalizada de las madres de familia en los centros de trabajo.

Esto fue así, porque al cabal cumplimiento de la jornada laboral le corresponde la vacante hogareña en la implantación de valores en los hijos; por ésta vacante, se han sobredimensionado las funciones de la escuela a tal grado, que es mucho más apreciada la estancia de los hijos en las instalaciones educativas que el nivel de la enseñanza y del aprovechamiento.

Así lo demuestra la encuesta realizada por el Grupo Reforma: los padres de familia consideran que la calidad educativa es buena, e incluso, excelente, a pesar de que los indicadores de evaluación estandarizados arrojan una tremenda deficiencia en el aprovechamiento escolar.
El factor determinante en la revolución educativa es ideológico y consiste en reconfigurar la imagen de los profesionales de la enseñanza y rediseñar las funciones de los centros escolares como instancias de formación y atención multidisciplinaria con horarios extendidos.

Pero en la explanada del absurdo, en la ceremonia oficial por el día del maestro, Felipe Calderón lanzó la Alianza por la Calidad de la Educación, que será la revolución educativa confabulada por Elba Esther Gordillo por el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, SNTE y Josefina Vázquez Mota por la Secretaría de Educación Pública, SEP.

Por décadas hemos arrastrado un sistema de maestros mal pagados, mal preparados, escuelas insuficientes, programas educativos sexenales, marchas, plantones que nada tienen que ver con la educación; subsiste el manejo discrecional de las plazas magisteriales y de la pugna por el control de los profesores y del presupuesto sindical que representa su manejo. La propuesta de cubrir las plazas de los maestros por concurso y las promociones en función del mérito profesional son buenas ideas, si se reconoce que durante décadas la venta de las plazas es secreto a voces. Los maestros merecen respeto y buena calidad de vida para que cumplan adecuadamente sus metas. Pero para lograrlo será necesario mucho más que una alianza entre el sindicato y la secretaría.

La dignificación del profesor se logrará: sí, se erradican los estigmas del chambismo y la mediocridad, y sólo sí, se concientiza a los profesionales de la educación de la trascendencia de su labor.: luego entonces, será necesario un ideario en el que se revaloren los efectos de la vida en las aulas.

La vida en las aulas será una experiencia enriquecedora cuando todas las mañanas, antes de entrar al salón de clases, los profesionales de la enseñanza se arranquen el estigma de las fuerzas vivas, se despojen del lastre de un magisterio sindicalizado, y recuperen los principios éticos involucrados en la profesión más noble y humana de todas.

Ahora, como siempre pero más que nunca, la presencia del profesor debe ser suficiente para solventar la ausencia de una figura de autoridad, para establecer modelos de comportamiento e inculcar la curiosidad intelectual en los alumnos.

En todas las revoluciones se produce el rompimiento de paradigmas por la fuerza del convencimiento colectivo; los cambios sociales son la consecuencia de las convicciones compartidas. La verdadera revolución educativa implica una restructuración ideológica, no se realizará por decreto presidencial porque implica el resurgimiento del aura de honorabilidad y el prestigio moral que solían envolver a aquellos maestros, cuyos trazos… líneas y sustantivos definieron el curso del destino de sus alumnos, fuera de las aulas…

Con todo mi agradecimiento y mi sincero reconocimiento a todos aquellos profesores que no han perdido la dignidad, a quienes aún conservan la facultad de escuchar los designios de la vocación.

2 comentarios:

Lázaro Buría dijo...

Bella Laura:

El azar y Saramago me han traído hasta usted. Y entre las varias causas que multiplicaron la casualidad, su nombre es una de ellas por ser el mismo que el de mi hija menor que, además, termina este año la Licenciatura en Enseñanza Especial en la Universidad de Oviedo, Asturias. Pero, probablemente, esas analogías y proximidades son circunstanciales y están dentro del campo de lo probable que nos ocurre a muchos en el planeta. Lo que realmente me hace distinguirla y dedicar estos minutos a dejar testimonio de que he pasado "por aquí" -lo cual en la dimensión virtual significa acudir a un lugar que no existe, al menos tangiblemente-, es la manera en que usted coloca una palabra a continuación de otra, es decir, su orden y lo que desea comunicar con él. Es muy hermosa la forma en que usted se expresa, no sólo por el estilo sino por su capacidad de revelar con claridad lo que aborda y lo útil y edificante del asunto. Leí apenas un par de post, elegidos bajo el impulso de mi ludicidad -ante la tanta información que porporcina La Red me he acostumbrdo a hacerlo de esa manera-, mientras repasaba sus titulos. Pero lo poco que confronte, me bastó para conocerle y descubrir qué palpita tras la imagen inmóvil de su fotografía.

En fin, que agregaré su blog a mi carpeta de Favoritos y alguna vez volveré aquí cuando me sienta triste y desaminado para que usted me de fuerzas y sentirme acompañado, como has hecho hoy.

Un saludo,

Lázaro Buría

Nota: tengo mi blog, pero creo es demasiado "personal" y probablemente no despierte el interés que el tuyo estimuló en mi.

Laura M. López-Murillo dijo...

Hola Lázaro!

Agradezco sus comentarios y la atención que me concede.
Acá en México, cuando alguien tiene el mismo nombre de pila le decimos "tocayo", y pues, salúdeme a su hija, que es mi tocaya.
Y celebro nuestra coincidencia con Saramago, es mi autor consentido.
Pero sobre todo, me alegra enormemente conocer el efecto de mis palabras y espero, de todo corazón, que este resquicio virtual sea un refugio donde recupere el ánimo y la esperanza.
El acercamiento con los lectores es una de las bendiciones inusitadas que emanan de la frialdad tecnológica.
Sea usted bienvenido a este lugar sin ubicación.
Un saludote: