domingo, agosto 10, 2008

Compás de espera

En algún lugar sobre la línea perpetua del tiempo, entre los hitos de la historia, transcurren lapsos fortuitos y sinuosos, claroscuros de esperanzas y decepciones; y esas prórrogas vacilantes sólo se disipan con la llegada de los visionarios…

Dicen los que saben, que los estadistas pertenecen al rango más elevado de la política porque anteponen los intereses de la nación a los personales, que tienen la capacidad para realizar los cambios que convengan y beneficien al país, que por eso, son muy pocos los políticos que han alcanzado la categoría de estadistas, y que el último de los estadistas mexicanos abandonó el escenario político en los años ochenta del siglo pasado.

La prioridad de un estadista es el lograr el desarrollo de la nación, su visión se enfoca en la transformación de la sociedad y de las instituciones, y conduce al estado hacia la funcionalidad integral: administrativa, legislativa y jurídica. Un verdadero estadista no tiene ataduras con grupos, sectores o intereses, y sus decisiones reflejan inteligencia, sensatez y compromiso.

Por todo eso, los estadistas escasean en la historia nacional; son personajes que surgen esporádicamente, y por los avatares del destino, aparecen en épocas de crisis y la influencia de su pensamiento incide en los grandes cambios sociales, aún mucho tiempo después de su intervención en la arena política.

Sí!... México está inmerso en una parsimoniosa prórroga de indefiniciones; transcurre ese compás de espera que suele caracterizarse por la ausencia de un verdadero estadista en la política nacional. Así lo confirman las recientes decisiones en el ejecutivo.

El grotesco desenlace del secuestro del joven Fernando Martí que consternó a la opinión pública, también provocó en Felipe Calderón una reacción visceral, irreflexiva, demagógica: el presidente envió a la Comisión Permanente del Congreso de la Unión una propuesta para elevar a cadena perpetua el delito de secuestro, extrapolando al ámbito nacional una tragedia en particular.

La reacción del mandatario a este crimen reveló cómo influyen las cuestiones personales en las decisiones oficiales, al grado de incurrir en la incongruencia: ahora, Felipe Calderón propone cadena perpetua contra policías secuestradores, cuando hace apenas unos meses firmó dos protocolos internacionales contra las penas mayores.

El flagelo de la delincuencia organizada vulnera a toda la ciudadanía, la industria del secuestro y la extorsión se expande a todos los niveles socioeconómicos; todos los secuestros son condenables, y en todos los casos se producen daños irreversibles, por eso, es lamentable que la indignación del mandatario surja exclusivamente ante un agravio a la cúpula empresarial. Un presidente debe velar por la seguridad y el bienestar de todos los ciudadanos, sin distinciones. Un verdadero estadista no exhibe su cercanía con un grupo o sector, y decide en virtud de un proceso inteligente y concienzudo.


La inseguridad cunde como una epidemia y nadie se encuentra a salvo. El miedo se generaliza y se esparcen las cifras negras de la vergüenza: de cinco secuestros, solamente uno es denunciado. En el 2008 se han registrado oficialmente 438 secuestros, pero se estima que realmente han ocurrido casi dos mil en todo el país. Además, la vulnerabilidad social se acentúa porque únicamente el 0.7% de estos casos son sentenciados. La derrota ante la criminalidad se produjo en todos los frentes de la lucha y mucho antes de abrir la cajuela donde encontraron el cadáver de Fernando Martí.

No!... aún no se vislumbra el surgimiento de un estadista en el país y todos los pronósticos son aventurados. Pero en los periodos de indefiniciones, el único aliciente estriba en implantar la conciencia y la sensibilidad social en las generaciones venideras, porque entre los jóvenes de ahora surgirán los estadistas que habrán de guiarnos al final de este lapso fortuito y sinuoso, clarificando los claroscuros de esperanzas y decepciones, porque esta prórroga vacilante sólo se disipará con la llegada de los visionarios…

2 comentarios:

Lázaro Buría dijo...

Es poco probable que acudan a la cita los visionarios. Los que hasta ahora lo han hecho poco remedio han dado a la enfermedad fundamental. Por ello presumo -¡y lo confirman los "tiempos"!-, que el advenimiento será de visionarias. Y su trabajo será más duro y difícil que el de sus antecesores pues cuando lleguen pocos iran a recibirla y menos aún quienes la imaginen como tal.

Laura M. López-Murillo dijo...

Es cierto: los adalides surgen en medio del caos y la confusón y deben avanzar contra la corriente. Quiero creer que pronto terminarán estos tiempos de ambiguedades y crueldades contrastantes, que aparecerá una mentalidad limpia y brillante que termine con el oscurantismo posmoderno que nos aqueja.

Lázaro: muchísimas gracias por la atención que siempre me concede.

Un saludote