domingo, noviembre 07, 2010

Convicción y vocación

“Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos; sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizá no merezcamos existir”
José Saramago

En algún lugar de mi memoria, en un corazón saturado, cuando la presión de los silencios sobrepasó su límite natural, buscó frenéticamente una salida, y entonces, surgió la imperiosa necesidad de escribir…

Dicen los que saben, que las vocaciones suelen ser esquivas y ambiguas, que son manifestaciones tempranas o incógnitas perpetuas, pero que tarde o temprano pueden reconocerse, y que por eso, en una afortunada casualidad o por las veleidosas ironías del destino el abrazo de la vocación es impostergable.

Por eso ahora, cuando tienden a uniformarse los criterios, cuando la ética humanista se desvanece ante el afán lucrativo que todo lo materializa, la crítica se ejerce por vocación, como el imperativo moral del intelectual, porque es la única construcción racional que no corre el peligro de totalizarse, ni de convertirse en un dogma.

En la aldea global, en el auge de las mediocracias, la crítica no es una negación directa de la realidad, sino la renuncia a la aceptación irreflexiva de la realidad social tal y como se nos presenta. La crítica surge por las contradicciones de la realidad, desde todo aquello que nos hace pensar en una sociedad distinta. La sociedad misma señala los temas y las líneas de investigación en aquello que reprime, en aquello que silencia. El pensamiento reflexivo trata de descubrir aquellos aspectos de la realidad que no figuran en los discursos formales.

El periodismo es el entorno donde sobrevive la crítica, como convicción y vocación, donde se asume la responsabilidad de revelar al mundo lo que le afecta profundamente y que hasta entonces se ignoraba, como el mayor servicio que un ser humano puede prestar a sus semejantes.

Hace ya muchos años, abracé la vocación de las letras y la convicción de la crítica. Desde aquel momento, en la solitaria autoría del que escribe, cuando arrastré el lápiz se produjo un diálogo instintivo entre el papel y mi conciencia.

Fue entonces cuando acudí a La Crónica buscando un espacio, aquí me concedieron esta invaluable oportunidad y se configuró el pequeño territorio de esta columna. Desde entonces, en tres mil caracteres con espacio, mis palabras adquieren forma, substancia y color cuando una mirada las recorre. Mis ideas y mis sueños cobrarán vida cuando alguien les regale un breve lapso en su recuerdo.

Y ahora, en este lugar, es menester agradecer el privilegio que este periódico me ha concedido al publicar esta columna todos los lunes. Es imperativo felicitar a todos los que hacen posible la publicación de este periódico, a todos aquellos que han ejercido el periodismo por vocación y convicción.

Feliz aniversario!!

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