domingo, diciembre 18, 2011

Víspera navideña

En algún lugar del tiempo, entre los ciclos perpetuos de la vida existe un leve declive, una temporada de reposo; es entonces cuando el aire respirable se impregna con el eco instintivo y todos los seres vivos buscan el calor del refugio; y en esa tregua existencial, se revitaliza el ánimo y resurgen las esperanzas fallidas…

Con el solsticio del invierno principia un periodo de gracia existencial; desde la oscuridad de los tiempos, en esa época se atenuaban las pasiones y cesaban las hostilidades; los mercenarios abandonaban el campo de batalla para volver en la primavera; y en todos los rituales y en todos los dogmas, esos días se han consagrado a la reflexión. Pero la humanidad es una especie en evolución. La ruptura de paradigmas y el surgimiento de nuevos modelos ha sido la constante en el trayecto histórico de los hombres. Y ahora, en un proceso inexorable se desvanece lo que alguna vez fue un periodo propicio para reforzar los lazos afectivos y solidarios y se posterga la ocasión para reincidir en los sentimientos más sublimes.

Si alguna certeza ha sido permanente en este mundo es que nada es para siempre y que las verdades no son absolutas. La diversidad de visiones y el resurgimiento de criterios minoritarios que caracterizan a la posmodernidad han logrado cuestionar las bendiciones de un sistema de mercado y han exhibido las crueldades de la ética del lucro. Si el paradigma de esta época es el individuo egocéntrico, con la ruptura se recupera la esencia humana de los habitantes de la aldea global. Los profetas posmodernos aguardan el advenimiento de un humanismo pleno que glorifique la igualdad, la equidad y la felicidad como derechos inalienables e irrenunciables.

La crisis y las amenazas exigen esfuerzos extraordinarios, y éste es un momento decisivo, es la oportunidad para reorientar los anhelos, podría ser el umbral de un mundo más justo, tal vez, es la ocasión ideal para recuperar las utopías que desfallecieron en un sistema inclemente. Y es muy probable que en este invierno el aire respirable se impregne con un eco instintivo y todos los seres vivos busquen el calor de un refugio; y espero, de todo corazón, que en esa tregua existencial, se revitalice el ánimo y resurjan las esperanzas fallidas…

En esta Navidad, con mi sincero agradecimiento por la atención que a mis palabras se le concede, comparto mis anhelos con todas las miradas que coinciden en este breve espacio: deseo que la aspereza del entorno no endurezca nuestra esencia, que la luz del sol refrende todos los días nuestro derecho a ser felices, que el amor nos fortalezca y nos haga invulnerables, que nos hermane la convicción inquebrantable de cambiar al mundo.

Feliz Navidad!

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