En algún lugar olímpico, cerca de las plazas y
entre los recovecos de las glorietas yacen ocultos los vestigios de la
maldad; los bemoles oscuros del dominio
se atenuaron con las melodías de la paz y las huellas del lucro se encubrieron con
los estandartes de prosperidad…
El
encanto original de los juegos olímpicos provenía de su esencia humanista y emanaba
de la excelencia como un sueño posible. En la hipermodernidad, los juegos
olímpicos son el escaparate universal del triunfo del espíritu humano sobre las
adversidades. Por el tono excelso del mensaje, debido a la magnitud de la audiencia y a la
diversidad de sus espectadores, el escenario olímpico se ha transformado en una
contienda de patrocinadores. La competencia
olímpica es el escenario exclusivo y excluyente donde se promocionan las
empresas involucradas en la organización de los juegos. Una de las paradojas
del olimpismo es que los grandes beneficiarios de esta fiesta deportiva son
consorcios internacionales ajenos e
inmunes a los ideales humanistas.
Entre los principales patrocinadores de los Juegos Olímpicos en Londres 2012, están British Petroleum,
empresa responsable del vertido de petróleo en el Golfo de México en 2010, y la
empresa estadounidense Dow Chemichals,
que rechaza cubrir la indemnización por
el desastre industrial de Bhopal que causó la muerte a más de 3,000 personas
en la india en 1984. Los uniformes de
los atletas están diseñados por firmas de alta costura y manufacturados por
empresas que explotan a sus trabajadores.
Un consorcio inmobiliario de Qatar pagó 557 millones de libras
por la adquisición de 2800 casas en el área de Stratford, donde se ubica el
Parque Olímpico. Esta operación implica la desaparición de viviendas accesibles
de carácter social y una indignante limpieza de la zona con el desahucio y la expulsión de los residentes más
pobres. La construcción de los
escenarios olímpicos fue un “proceso de planificación vergonzoso
que arruinó espacios que estaban
protegidos a perpetuidad”; para cumplir con la
disposición del Comité Olímpico Internacional que establece como
obligatoria la construcción de un gimnasio de práctica, se cortó un acceso
peatonal al parque Leyton March y se ocupó gran parte de las áreas verdes.
Pero la alarma y el
descontento social surgieron por la instalación de misiles tierra-aire
en las terrazas de varios edificios para evitar ataques terroristas. Y poco
antes de la ceremonia de inauguración, cuando todos los vestigios de pobreza se
escondían entre los recovecos del paisaje urbano, un grupo de ciudadanos marchó
a las cercanías del Parque Olímpico para
protestar contra la mercantilización de los juegos, denunciaron las practicas
inhumanas de explotación laboral y la
contaminación ambiental de los patrocinadores; su un mensaje de protesta exhibe a la clase
política y a los consorcios internacionales como los beneficiarios directos de
los juegos olímpicos.
Las protestas fueron reprimidas y la
denuncia fue desestimada por un juez. Y
la fiesta del olimpismo inició en franca contradicción con los ideales
humanistas pero gracias al financiamiento de empresas cuya visión abarca al
planeta como una fuente de suministros; el mensaje de paz se esparce a todo el
mundo en mensajes donde predomina el afán del lucro, y en una fiesta gloriosa
se atenuaron los bemoles más oscuros del dominio con las melodías de la paz
y se encubrieron las huellas del lucro
con los estandartes de prosperidad…