domingo, agosto 05, 2012

Voces del anonimato


“No hay nada que canse más a una persona que tener que luchar,

no contra su propio espíritu, sino contra su abstracción.”

José Saramago



            En algún lugar multitudinario, las identidades se desvanecen al amparo de figuras ficticias y bajo la sombra del anonimato emerge la versión censurada de la personalidad; y ahí, ante la mirada de personajes sin rostro circulan las palabras que jamás serán pronunciadas…

                         

El ser humano es la única especie que ha logrado materializar sus pensamientos. El afán de nombrarlo todo y a todos es la manifestación primitiva de la conciencia; en todos los nombres concluye la maravillosa travesía desde el mundo tangible hacia un entorno abstracto;  este prodigio traduce a todos los objetos de la realidad en sustantivos y en cada símbolo creado por los seres humanos se comprime un pequeño universo de percepciones. Por esa dualidad, la personalidad  de los seres humanos puede comprimirse en unas cuantas letras, en un juego de caracteres o en el capricho de unos dígitos, y como lo afirma Borges, “el nombre es arquetipo de la cosa, en las letras de la rosa está la rosa y todo el Nilo en la palabra Nilo”.



Pero en el mundo de las abstracciones también existen senderos que se bifurcan y la personalidad se despoja del nombre para refugiarse en el anonimato; y es ahí, en el exilio de los nombres, donde se esgrime el seudónimo como el escudo de la verdad pero también puede adoptarse como la máscara de la cobardía. Hoy por hoy, el ciberespacio es el entorno donde se manifiesta toda la gama de los efectos que el anonimato provoca en los seres humanos. Detrás de una identidad difusa se ocultan los autores de mensajes temerarios, revelaciones desconcertantes y ofensas denigrantes. Bajo un seudónimo puede expresarse todo sin riesgo alguno porque la confrontación con el receptor del mensaje se desvanece en las redes sociales.



Sí!...  Es cierto que la privacidad absoluta es uno de los mitos en la cibercultura, pero también es cierto que una identidad ficticia es el vehículo que traslada contenidos reprimidos a la plaza virtual. Las expresiones sin autoría proliferan en las redes sociales: Twitter genera 400 millones de trinos al día, mensajes que no exceden de 140 caracteres que condensan críticas ingeniosas, ofensas superlativas o halagos sublimes. Un deleznable ejemplo de la cobardía encubierta en usuarios digitales fue el acoso masivo a la judoca mexicana Vanessa Zambotti tras su participación en los juegos olímpicos donde fue eliminada en su primer combate. En cuestión de minutos se produjo una secuela insufrible de mensajes con la versión más aborrecible del sarcasmo; la crítica se tergiversó en ofensas proferidas por seudo-personajes amparados en un seudónimo ilegible e irreconocible…  Vanessa,  no ha escrito ningún mensaje en Twitter pero declaró, entre lágrimas, que  siente mucha vergüenza por su derrota.  Los agravios procedieron de una casta de campeones  forjada en el sedentarismo que esgrimen la crítica mordaz  y despectiva  para condenar a todos aquellos que sí se atreven y realizan su mejor esfuerzo. La fase grotesca de la dualidad humana germina y se propaga bajo la sombra del anonimato; frustraciones reprimidas y complejos disolutos emergen en la plaza virtual,  porque ahí, ante la mirada de personajes sin rostro circulan las palabras que jamás serán pronunciadas…

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