En algún lugar próspero,
muy lejos del proselitismo y en la zona donde se desvanecen las promesas, por
el influjo de las tendencias externas se traza el rumbo hacia el porvenir…
Por los intrincados argumentos
jurídicos, el ocaso del mandato saliente
y los albores del nuevo régimen coinciden durante un periodo de transición; en
este compás de espera se realiza la entrega de las carpetas a los sucesores en
la administración pública y la tersura en el cambio de poderes depende de la confirmación de los compromisos
adquiridos. En esta ocasión, cuando se extingue el periodo calderonista y se
avecina el retorno del PRI, se ha
divulgado la percepción de un periodo de transición que transcurre lenta y
parsimoniosamente por la incomodidad que provoca el fatal contraste entre las despedidas del
régimen derrotado y las albricias del vencedor. La aspereza es el argumento que
sustenta la propuesta para reducir a su mínima expresión el periodo entre la
declaración del presidente electo y la ceremonia del cambio de poderes.
Pero al margen de las incomodidades Enrique Peña Nieto realiza una gira
por Europa y Felipe Calderón acude a foros internacionales. Y allá, muy lejos de los electores y de la realidad
nacional, en las declaraciones de ambos mandatarios se ha identificado el factor común en sus proyectos
de nación: la genuflexión del estado mexicano ante el imperio financiero
internacional. La textura que predomina
sobre el contraste en esta transición se hilvana con el respeto a los acuerdos pactados
con corporaciones internacionales y todo parece indicar que no habrá giros
abruptos en el trayecto de la economía nacional cuando el priato recupere el
poder perdido.
Porque el desmoronamiento de los estados nacionales como rectores de
las actividades productivas es una tendencia global, imperturbable, ajena a los partidos en
el gobierno y la tersura en esta transición lo confirma. Enrique Peña Nieto insiste en la apertura del
sector energético a la inversión privada y extranjera antes de asumir el
mandato presidencial y mucho antes de iniciar el protocolo legislativo con el envío de esta iniciativa
para su discusión y aprobación en las cámaras; en un comunicado del equipo para la transición gubernamental de
Peña Nieto se emite el respaldo al contrato entre Pemex Internacional (PMI) y
los astilleros españoles para la construcción de dos “floteles”, por considerar que este acuerdo “fortalece la
competitividad de la industria petrolera mexicana”. Y ya en las postrimerías del poder, Felipe
Calderón envió un proyecto al Congreso de la Unión que propone una mayor
participación de la inversión extranjera en telecomunicaciones y en otros
sectores estratégicos de la economía nacional. El Grupo Banamex reveló que el proyecto modificaría la legislación que
impide a empresas extranjeras tener más de 49% de sus acciones en telefonía
fija y televisión por cable.
Hoy por hoy, cuando la
contienda quedó atrás, la figura de los líderes nacionales se desdibuja ante
las fuerzas del mercado internacional; muy lejos de las ideologías, el estado
hipermoderno transmuta en un negociador y en la zona donde se desvanecen
las promesas se vislumbra el signo de los tiempos venideros porque el influjo
de las tendencias externas trazan el rumbo hacia el porvenir…
No hay comentarios.:
Publicar un comentario