En algún lugar victorioso, en el justo
medio de la tensión que separa a las antípodas, se erigió un criterio caprichoso que se desplazó sobre
las líneas imaginarias del globo terráqueo; y así, imponiendo la visión de unos sobre la
realidad de otros, destruyendo gentilicios y arrancando esperanzas, se configuró
el destino de los vencidos…
El fin de las hostilidades de la Segunda
Guerra Mundial se concretó en Yalta, Crimea, con el reparto estratégico de los
territorios liberados y de las naciones vencidas. Se estableció el paralelo 38°
como la frontera entre las porciones coreanas concedidas a la hegemonía
soviética y al imperio norteamericano. La división artificial de la nación
coreana y el triunfo del comunismo en China despertaron al afán patriótico de
la unificación, implacablemente exterminado en un conflicto armado donde
midieron sus fuerzas las potencias que competían por el predominio mundial. A
partir de entonces, en el globo terráqueo se trazó una brutal Línea de contención
y las potencias se confrontaron varias veces en territorios ajenos con el
pretexto de ayudar a naciones divididas. Vietnam, Afganistán, Guatemala, El
Salvador, Chile, Argentina, son algunas de las desventuradas naciones que han
sufrido el flagelo del intervencionismo militar.
El desenlace de la Guerra de Corea fue
un empate bélico y es el primero de los fracasos de la diplomacia internacional
(léase ONU). El Armisticio en Panmunjong firmado por las Coreas confrontadas es
un pacto de no agresión pero no las obliga a sostener la paz como un compromiso
adquirido; desde entonces, el estado de guerra es una realidad latente. Una y
otra vez, en el concierto internacional y en el Consejo de Seguridad de la ONU,
se impusieron la visión Occidental y la ética del lucro en un criterio
ambivalente que permite en los “países libres” lo que castiga en la porción no
alineada del mundo. El 7 de marzo la ONU anunció nuevas sanciones a Corea del
Norte por su última prueba nuclear realizada en febrero y confirmada en el
registro sísmico. La parcialidad del criterio imperante omite categóricamente
las pruebas nucleares realizadas subrepticiamente por agencias norteamericanas
en desiertos, océanos y valles olvidados en países tercermundistas.
Y la campaña del miedo rojo se
actualiza: EEUU mantiene 28.500
efectivos en Corea del Sur y está comprometido en la defensa de su aliado en
caso de un hipotético ataque de Corea del Norte; en la ONU, EEUU afirma que dos tercios de los 24 millones de
norcoreanos encaran hambre con regularidad; se califican como bravuconadas
las declaraciones de Kim Jong-un, esta
discrepancia se describe como la espiral de un círculo vicioso y por una mera
coincidencia, el gobierno de
Estados Unidos advirtió hoy sobre la posibilidad de que un tsunami alcance las
costas de California. Pero en la vorágine de la información referente a Corea
del Norte, en los registros sísmicos de las pruebas nucleares se advierte la
existencia de importantes yacimientos de uranio y plutonio, específicamente en
Pyongyang, Taechon y en la frontera con China; los reactores nucleares se
encuentran emplazados en Kumho y Yongbyon; los centros de investigación se
ubican en Hyesan y en Hamhung.
Esta no será la primera vez: los
nefandos intereses del mercado global suelen coincidir con la existencia de
recursos naturales no renovables en los parajes de una nación desvalida y
asolada por todos los males de un régimen antidemocrático a la que es
imperativo salvar. Y ésta, tampoco será la última vez: la resistencia de los
pueblos sometidos ha doblegado a poderosas fuerzas invasoras porque los excesos
de la dominación y el afán patriótico son las antípodas que se tensionan desde
que el mundo es mundo, el heroísmo nace para impedir la imposición de una
visión ajena y la destrucción de gentilicios, y se enardece para reinventar el destino
de los vencidos…