domingo, marzo 10, 2013

Infundados. Infundidos. Difundidos


            En algún lugar aglomerado, donde confluyen todas las ideas y se funden todas las voces, yace un mandato legendario que le infunde a los seres  humanos la imperiosa necesidad de encontrar afinidades…

 

La incursión de las redes sociales en las actividades cotidianas se expande inexorablemente: el fenómeno Facebook inició como un enlace instantáneo entre amigos y  se transformó en una secuencia de coincidencias que ahora involucra a cientos y miles  de personas; Twitter utiliza el mismo  mecanismo de enlace y es una herramienta mediática para los personajes de la vida pública que expresan sus opiniones y sus estados de ánimo en mensajes breves que llegan a la comunidad virtual. El éxito de las redes sociales reside en aplicar las bondades de la tecnología para satisfacer la imperiosa necesidad de comunicación que pervive en todos los seres humanos.

 

Cuando surgieron los medios de comunicación, la ciudadanía estaba aglomerada en una sociedad de masas y era el receptor pasivo de la información porque sus reacciones y opiniones jamás se divulgaron en los medios masivos. Nunca se cuestionó la veracidad de la información publicada o transmitida y fue entonces, cuando la mediocracia tuvo el poder para modificar y moldear las actitudes y pautas de conducta de pueblos y naciones enteros.

 

Los hábitos de consumo, las modas y los estereotipos son el resultado de campañas publicitarias que inventan, crean o diseñan, una necesidad que debe satisfacerse con la adquisición de un producto. Las pautas de conducta de una sociedad obedecen a los miedos infundados o conceptos infundidos, que son difundidos persistentemente en los medios masivos, de tal forma que una mentira que se transmite mil y un veces termina por convertirse en una verdad incuestionable. Pero ahora, aquellas masas, receptoras  acríticas, pueden emitir y transmitir sus reacciones y sus opiniones;  es posible compartir las ideas, proyectar el talento, y difundir  las escenas que desmienten las versiones oficiales y oficiosas  transmitidas en la mediocracia. Sin embargo, este logro de la comunicación que podría erigirse como un avance hacia la democratización de los medios se trivializa en contenidos simpáticos pero insulsos porque lo más importante, desde la oscuridad de los tiempos, es lograr la aceptación de los demás.

 

Y así, sin necesidad de protocolos se divulgan en twitter los comentarios de los políticos en una nueva estrategia mediática para consolidar o crear una imagen pública; cada semana se seleccionan los 10 mejores twits o los temas de conversación que por una cantidad estratosférica de comentarios “hacen” una tendencia en la opinión de la comunidad virtual. Y en un intenso intercambio de intrascendencias se disuelve el tiempo y las grandes causas se desvanecen; la capacidad de compromiso se extingue por los efectos devastadores del desencanto pero en la naturaleza humana persiste un mandato legendario que  infunde la imperiosa necesidad de encontrar afinidades…

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