domingo, mayo 12, 2013

Un motivo para celebrar


En algún lugar del tiempo, por el ajetreo de la mudanza de una época a la siguiente se olvidaron los motivos de una celebración auténtica y se perdieron entre los vestigios de los paradigmas destrozados…

 

            Las primeras  fiestas y tradiciones de los pueblos estuvieron determinadas por los fenómenos naturales desatados por las divinidades y en el imperio del dogma, por el onomástico de los santos y los mártires del cristianismo; durante el siglo XX,  las prioridades del régimen de mercado se enmarcaron en nuevos rituales para materializar las cualidades y los valores intangibles. Es por eso que el año transcurre entre  celebraciones que irremediablemente implican  la compra de objetos o la contratación de servicios: desde el día del amor y la amistad hasta la noche vieja.

 

Una de esas fiestas es el día de las madres. La idea de celebrar a la madre surgió en la tristeza de un duelo: en 1905 falleció la madre de Ana Marie Jarvis  después de dedicar su vida a la dignificación de las madres trabajadoras y al mejoramiento de las condiciones sanitarias en las fábricas. Dos años después, Ana Jarvis decidió abandonar la estrechez del luto y  transformó el aniversario luctuoso de su madre  en una celebración  para todas las madres. Dirigió una campaña de promoción en todo el territorio norteamericano que culminó en 1914 con la conmemoración nacional del día de las madres el segundo domingo de mayo. La nueva costumbre se expandió a todo el mundo y en México se dedicó el 10 de mayo a la celebración del día de la madre en 1922.

 

            Pero sucedió lo inevitable y los valores sublimes se degradaron por la ética del lucro. La admiración sincera y el agradecimiento de los hijos perdieron su esencia emocional en una vulgar materialización y las cualidades maternales se estereotiparon en la imagen de una mujer  abnegada, sufrida y callada.  En 1920 Ana Jarvis manifestó su contrariedad por la comercialización del día de las madres, a partir de entonces dedicó sus esfuerzos y sus recursos para protestar contra la explotación mercantilista, incluso  fue arrestada varias veces por perturbar la paz. Casi un siglo después y en el preludio de una nueva época, es menester recuperar la esencia de una celebración que ha provocado una gama insufrible de cursilerías en el mercado de las emociones. Ana Jarvis murió con un desencanto crónico en el corazón pero ahora, la condición humana y los atributos maternales generan cifras y datos contundentes: el estudio más reciente del Instituto Nacional de Estadística y  Geografía  (Inegi) indica que el 71% de las mujeres mayores de 15 años tienen al menos un hijo; el 96% de las madres son económicamente activas y el 72% son madres solteras, viudas, separadas o divorciadas.  

 

La realidad se impone y es imperativo reconocer que la maternidad exige valentía para asumir una responsabilidad que nunca termina, disposición para la generosidad,  habilidad para atender simultáneamente el llamado de la vocación y el llanto de los hijos y la insólita fortaleza para mantener la calidez del hogar a pesar de todas las ausencias y las carencias. Y ahora, en el ajetreo de la mudanza de una época a la siguiente es menester recuperar  los motivos de una celebración auténtica, romper el molde de una figura maternal débil y olvidar esa fragilidad entre los vestigios de los paradigmas destrozados…

 

 

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