En algún lugar
del olvido, en los sótanos donde yacen
miles de pretextos, deambulan impasibles los motivos siniestros que
predisponen la brutal depredación en los hombres…
Un
informe de la inteligencia estadounidense responsabiliza al presidente de
Siria, Bashar al Assad, por el ataque a la población civil con armas químicas
que causó la muerte a 1,429 personas el 21 de agosto en los alrededores de
Damasco. Ese es el argumento del gobierno estadounidense para justificar la
intervención militar de los países aliados (Francia, Reino Unido, Canadá, Australia, Italia, España
y Japón) pero hasta el momento de
escribir estas líneas, la propuesta de la acción militar en Siria no ha logrado
el consenso a favor y el parlamento británico rechazó la propuesta argumentando
la falta de evidencias concluyentes. En
estas circunstancias, el mundo atestigua una escena pletórica de incongruencias
e insólitas casualidades:
Un Premio Nobel de la Paz, Barak Obama, intenta
convencer a la ciudadanía y al congreso norteamericano de apoyar una acción
militar en solitario. Enfatiza que no
pueden permanecer inmutables e ignorar lo que sucede al otro lado del mundo
porque representa una grave amenaza a la seguridad nacional. Recurre a la
clásica estrategia de esparcir temores infundados cuando asegura que el ataque
en Siria es intolerable porque implica el riesgo de un ataque similar a la
población estadounidense perpetrado por terroristas.
Reconoce que el pueblo norteamericano ya
está cansado tras 10 años de guerras y que en ésta ocasión, única en la
historia, la intervención tendrá una fecha de conclusión porque será “limitada
en tiempo y alcance, específicamente diseñada para disuadir al gobierno sirio
de usar arma químicas contra su pueblo y deteriorar su capacidad para hacerlo”.
Afirmó que no pondrán a sus tropas en medio de la guerra de otros y que la bota
estadounidense no pisará el suelo sirio, tal vez, porque el escarmiento militar
se hará con drones o vehículos aéreos sin tripulación. Y para tocar las fibras
sensibles de la ciudadanía, la cadena de televisión CNN transmitió 13 videos
donde se observan las consecuencias del ataque químico en un grupo de niños que sufren convulsiones antes de morir.
El grado de certeza aportado por la
inteligencia estadounidense no sólo se percibe en las declaraciones del
Secretario de Estado, John Kerry, cuando afirma: “no nos pueden decir nada que no
sepamos ya” refiriéndose a los inspectores de Naciones Unidas que rastrean el
uso de armas químicas en Siria; también se confirma en la investigación
realizada por The New York Times y The Guardian que describe cómo la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de
Estados Unidos y el Cuartel General de Comunicaciones del Gobierno Británico,
diseñaron una computadora para romper los códigos de cifrado y se asociaron con
empresas de tecnología para lograr el acceso a la información digital de los
usuarios antes de que se codificara y enviara por internet.
Estas fueron las revelaciones del ex
contratista de la NSA, Edward Snowden, quien actualmente está refugiado en
Rusia gracias al asilo temporal otorgado por el presidente Vladimir Putin,
decisión que provocó el distanciamiento de los gobiernos ruso y norteamericano
en la víspera de la cumbre del G-20 en San Petersburgo, donde se escucharon
numerosos llamamientos a una solución política y una clara mayoría de los
líderes se declaró a favor de los medios pacíficos en la solución del problema sirio. Rusia, el país
anfitrión del G-20, y de Snowden, se
opone a una posible intervención estadounidense en Siria porque el Consejo de
Seguridad de la ONU no ha emitido el mandato; pero además, Rusia es un
proveedor de armas de Damasco y conserva
una base militar en Siria, en el puerto Tartus donde atracan los submarinos
nucleares y a los buques crucero de su fuerza naval.
El destino del régimen sirio se decidirá
muy lejos de su territorio, donde la población protesta contra la posible
intervención militar estadounidense. Los motivos de esta confrontación serán
los mismos de siempre: los paladines de
la justicia y de la democracia se impondrán a los dictadores y derrocarán a
todos los tiranos que lesionen la dignidad de su pueblo. Y si existiese algún yacimiento o el campo de
batalla se ubicara en una posición geográficamente estratégica, sería una mera
coincidencia, insólita e insospechada, un
pretexto más en la espiral de incongruencias e ironías, que gira una y otra vez
impulsada por los motivos siniestros que
predisponen la brutal depredación en los hombres…
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