“Nuestra
grandeza no radica en qué tanto podemos reconstruir el mundo,
sino
en ser capaces de reconstruirnos a nosotros mismos.”
Gandhi
En algún lugar primigenio, cuando la
incomprensión agudizaba la fragilidad de los hombres y por un prodigio
insólito, surgió la conciencia; desde
entonces, la explicación del caos, el
consuelo ante la injusticia y las causas de la prosperidad están escritas en la
magnificencia del firmamento…
Los vaivenes de la historia obedecen
a dos impulsos, esencialmente contradictorios: el impulso de la ambición
extiende las fronteras de los imperios que exportan el terror como bandera y ostentan el
poder como atributo; y otro impulso
se opone a las inercias y
propicia las transformaciones que reconfiguran la geografía humana, y es
entonces cuando se derriban los paradigmas y las prioridades se reinventan. El
imperio del mercado se extiende por el
impulso del lucro, glorificado como ética rampante, inculcado como afán y
paradigma. Las desigualdades tienden a agudizarse y los muros de la
indiferencia protegen a individuos ensimismados, alienados por el consumismo,
hechizados por la imagen de una marca. El apogeo del mercado coincide con la
deshumanización de los regímenes y es en este momento histórico cuando surge
una alternativa, la perspectiva diferente de un afán ancestral que nos hermana.
La alternativa surge de la conciliación, como el principio de un nuevo criterio, y de la
generosidad, implícita en la solución de las grandes carencias.
Francisco I es uno de los exponentes de esta visión alternativa, el
precursor de una hermandad que trasciende los límites de los dogmas para
dignificar las diferencias. Reubica al papado en los parámetros de la
imperfección, como condición humana, y ha resucitado al motivo primigenio de la fe: la necesidad
existencial de consuelo en un entorno
hostil y caótico. En su primer mensaje
al pueblo cubano enfatizó que “la importancia de una nación y de una persona
siempre se basa en cómo sirve a la fragilidad de sus hermanos. El servicio
nunca es ideológico, ya que no se sirve a ideas, sino que se sirve a las
personas”.
El discurso del papa obedece al impulso de la misericordia en franca
oposición al sistema de mercado y a los estigmas que flagelan la dignidad de
los hombres prodigando el perdón. Su agenda y sus discursos son imprevisibles
pero el viaje apostólico a Cuba y Norteamérica podría ser el escenario para
exponer su visión y sus propuestas respecto a la reanudación de las relaciones
entre Cuba y Norteamérica, al embargo
económico a la isla y al calentamiento global.
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