“El
mayor espectáculo es un hombre esforzado luchando contra la adversidad;
pero
hay otro aún más grande: ver a otro hombre lanzarse en su ayuda.”
Oliver
Goldsmith
En algún lugar remoto, desde las tinieblas
del pasado emergen las estrellas que iluminan un sendero incierto; los nuevos
matices de la luz rescriben la historia y la ciencia se autocorrige una vez
más…
En la profundidad de una cueva en
Sudáfrica se encontraron los restos de una especie ancestral cuya edad aún no
se determina con certeza; a la cueva se le conoce como “Rising star” y a la
especie recién descubierta, “Homo naledi”. Por las características de los
fósiles se les ubica entre los primeros homínidos: su postura es erguida, sus pulgares
son opuestos, los dedos de sus manos conservan una ligera curva que le permitía
desplazarse entre las ramas de los árboles y sus pies son planos; pero lo más
asombroso del hallazgo es la confinación de los restos en un recoveco de
difícil acceso lo que se interpreta como la realización de los primeros ritos
funerarios, que anteriormente se atribuía a especies con mayor capacidad
craneana. Y así, el primer vestigio de la condición humana podría ubicarse en
un rango más remoto del tiempo cuando la empatía fortaleció los lazos de la
sangre.
El ascenso de esta nueva estrella
esclarece los orígenes de la especie y a la vez, intensifica la paradoja
existencial de los hombres: la empatía y la solidaridad que llevaron a la
especie humana a la cúspide biológica se atenuaron, casi hasta extinguirse, en el avance hacia la
civilización. En contraste con nuestros ancestros, los especímenes de la hiper
modernidad en el holoceno se caracterizan por una hiriente indiferencia, por el
individualismo exacerbado y su capacidad para infringir dolor.
El contraste es intenso. El “homo
naledi” surge durante una de las peores crisis humanitarias en la historia de
nuestra especie cuando miles de sirios huyen de la guerra y buscan refugio en
el extranjero. Son víctimas de la deshumanización: sufren por la violencia de
sus compatriotas, se someten al abuso de los traficantes de personas, padecen
el desprecio de grupos xenófobos. La
comunidad europea mantuvo las restricciones en sus fronteras, lo que benefició
a la industria aeroespacial y armamentista con subsidios para la producción de
sistemas de seguridad contra la migración clandestina. Pero persiste una
esperanza, aún en las peores crisis: la apertura de las fronteras fue la
secuela ineludible de la desesperación de un pueblo, a los desventurados que
arriesgaron todo y perdieron hasta la vida en el éxodo. Pero la esperanza ha
sido el aliciente de nuestra especie en los momentos críticos y la bienvenida a
los refugiados sirios es una expresión de la primigenia empatía que nos
humanizó.
Hoy por hoy, la vocación de los
hombres por buscar su origen despejó las tinieblas del pasado para contemplar
las estrellas que iluminan un sendero incierto; los contrastes de la condición
humana se intensifican por los nuevos matices de la luz, se rescribe la
historia y la ciencia se autocorrige una vez más…
Fuentes
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