"Cierto
que en el mundo de los hombres nada hay necesario, excepto el amor.”
Johann
Wolfgang Goethe
En algún lugar congénito, entre los
mandatos de la herencia y la urgencia de los instintos, germina una ansiedad
incontenible, un motivo incuestionable y la única razón de todos los desvelos…
Los capítulos de la vida en la
Tierra inician con felices coincidencias y concluyen por las inclemencias del destino: las especies
surgen y se extinguen en la secuencia inexorable de los caprichos de la selección
natural pero al margen de los instintos,
la aceptación se erige como el motivo primigenio de todos los afanes del
hombre. El temor al rechazo ha
moldeado nuestras palabras, reacciones y actitudes desde siempre; la aceptación
del grupo es tan urgente como la sobrevivencia y la aprobación nos confiere una
fortaleza extraordinaria. Y así, se han escrito epopeyas y proezas inauditas
pero también se ha desencadenado un sinfín de conflictos por todas las variantes
del rechazo: desde los celos y el desaire hasta la exclusión y la xenofobia.
En una gran parte de nuestra
historia la marginación fue el peor de los castigos y la soledad equivalía al
peor de los fracasos; pero la única constante en el devenir de los tiempos es
que todo cambia y hoy por hoy, la tecnología modifica los hábitos y las
actitudes y la aldea global se fragmentó en millones de burbujas
interconectadas.
Los días en la vida de los
habitantes de la globalidad transcurren de prisa entre nuevos hábitos de comunicación, circulación
y consumo; los usuarios dependen de la conectividad y glorifican todos
los artificios que la implican, los solitarios deambulan en la virtualidad
buscando las afinidades que no encuentran en el entorno real donde las
cualidades se han materializado en la sociedad de mercado. La soledad es
relativa y opcional pero aún en este entorno esquivo, la necesidad de
aceptación sigue siendo el motivo primigenio de todas las expresiones y las acciones:
ahora, esta necesidad se satisface con el número de amigos o la cantidad de
“likes” en el muro de Facebook, la
popularidad virtual se eleva con el número de seguidores en Twitter o
Instagram, en índices que pretenden ponderar
la aceptación masiva.
Las visiones futuristas siempre son
arriesgadas pero casi siempre la realidad excede los pronósticos y en esta
secuencia vertiginosa de avances tecnológicos surgirán nuevas formas de cortejo
y el amor se adaptará a las nuevas circunstancias porque nuestra especie siempre
obedecerá al mandato congénito y a la urgencia de los instintos y será necesario un cataclismo universal para
extinguir la ansiedad incontenible que nos impulsa, el motivo incuestionable de
todos los proyectos y la única razón de todos los desvelos…
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