En algún lugar de la conciencia, en un recoveco de la evolución surgió
la curiosidad y desde entonces se desvaneció la distancia entre los cielos y la
tierra…
La congruencia entre el decir y el
vivir es una de las cualidades más escasas entre los seres humanos y la
congruencia que ha demostrado el Papa Francisco lo erige como un personaje
extraordinario tanto en el ámbito religioso como en el político y el social. El
Papa Francisco ha llevado un mensaje de humildad y misericordia al mundo y ha
predicado con el ejemplo. Por eso, la imagen de Francisco proyecta autoridad
moral y ética ante escépticos, creyentes
ateos, agnósticos y demás.
Francisco vive y predica los valores
primigenios del cristianismo y su personalidad se percibe en su plena
convicción en el prodigio del perdón y se extiende en un abrazo de comprensión
a todos los marginados y excluidos por un dogma anacrónico que es
imprescindible depurar.
Lo han descrito como un personaje
imprevisible porque defiende la autonomía de su papado respecto a los estados:
en sus discursos elude la censura oficial y elabora su agenda en función de los
creyentes. El nuncio apostólico en México, Christophe Pierre, declaró que “el
Papa es libre de decir lo que quiera” y en su próxima visita a México, Francisco
estará en ciudades asoladas por la violencia: Ciudad Juárez, Ecatepec, San
Cristóbal de las Casas y Morelia. En la Ciudad de México visitará el hospital
pediátrico Federico Gómez donde atestiguará un dulce ritual de esperanza y
alegría: cada vez que se declara a un paciente libre del cáncer se toca una
pequeña campana adornada con listones de colores.
Y las campanas repicarán como
manifestación de júbilo popular en todas las ciudades que visite Francisco y
predique su mensaje humanizante. Si su visita contribuye a la dulcificación de
un dogma rancio y vetusto, si su presencia debilita los prejuicios y desalienta
los exabruptos de la intolerancia, entonces, las campanas deberían repicar
todos los días. Si Francisco toca el corazón
de los mexicanos, entonces comprenderemos más
y criticaremos menos porque la intolerancia es una de las inercias que
conducen a México a un estado confesional donde se anteponen los prejuicios
religiosos a las leyes, a los derechos humanos y al sentido común.
Con su visita el Papa trae la posibilidad de depurar las imposiciones
obtusas de un dogma arcaico y quiero creer que su mensaje fortalecerá los lazos
de la solidaridad que nos unen, que nos acercaremos al cristianismo por un
nuevo camino libre de estigmas. La espiritualidad es el atributo que distingue
a nuestra especie, y ahora, podría enlazarnos en un abrazo de comprensión. Las guerras
santas y los fundamentalismos nos han degradado a niveles infrahumanos pero la
cualidad que nos hizo humanos perdura en un recoveco de la conciencia para
hermanarnos, y ahí, la distancia entre los cielos y la tierra no existe…
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