En algún lugar del pasado, en los
registros de los imperios, en el Tomo de las Hazañas Épicas y en el capítulo de
las Causas de Todas las Miserias, se describe con lujo de detalles una
fatalidad inexorable que oscurece las mentes más brillantes y enardece a los
temerarios…
Dicen los que saben que el
desconocimiento del pasado nos condena a repetirlo, que las confrontaciones
entre los pueblos obedecen a los mismos motivos y que la trampa de Tucídides
actualiza sus legendarios efectos cuando emerge una nueva potencia.
Actualmente, los historiadores y los especialistas en relaciones
internacionales coinciden con Graham Allison, al identificar la hostilidad entre una potencia consolidada
y una potencia emergente con los engranes de la trampa de Tucídides que al
concatenarse provocarían una guerra entre Estados Unidos de Norteamérica y
China.
Pero si algo nos enseña la Historia,
es que el pasado no es inevitable. Así lo confirma un proyecto de historia
aplicada: en la Universidad de Harvard se analizaron los efectos de los
imperios emergentes en un rango de 500 años.
En 12 de los 16 casos estudiados, el ascenso de una nación perturbó a la
potencia dominante provocando un conflicto armado. Pero en 4 casos, la pericia
de los negociadores logró evitar la trampa de Tucídides.
El resultado es alentador pero
incide en la habilidad de los hombres y de los pueblos para entender su pasado.
Los 4 casos estudiados en los en que se evitó una guerra representan el 25% y
atendiendo a la contundencia de las cifras, esto significa que en uno de cada
tres conflictos prevalece la cordura; y el otro 75% refleja la frecuencia con que olvidamos el
pasado, la ignorancia que predomina en las elites gobernantes, o bien, el
desdén deliberado a las enseñanzas de la Historia.
Esta situación ya fue analizada
desde el otro extremo de la comprensión de la Historia y varios filósofos
deslindaron al pasado de sus atribuciones para impedir los mismos errores en el
presente. Tropezamos con la misma piedra una y otra y otra y otra vez porque lo
único constante en la Historia es el cambio, porque cada día en cada nación y
en todos los imperios, el impacto de las ideas provoca transformaciones
inexorables en las actitudes y en la conducta de los hombres. Aunque la trampa
de Tucídides siga siendo efectiva, los posibles implicados no piensan como los
atenienses o como los espartanos del siglo V aC. Y animados por esa diferencia
nos convencemos de que no cometeremos los yerros ancestrales y arremetemos
contra las probabilidades.
Ya sea por los cambios inexorables
en el escenario, por la precisión del mecanismo
de las trampas del dominio o por el ineludible mandato que nos impele a ignorar
la Historia, los motivos de las guerras serán siempre los mismos, el ascenso de
las dictaduras legitimará la sumisión de las masas, los ineptos llegarán al poder
por la apatía de los talentosos. Escribimos un episodio inédito con
protagonistas diferentes que actúan los mismos argumentos: he ahí el designio
de los hombres que tal vez desaparezca cuando la especie alcance el siguiente
estadio evolutivo; mientras tanto, la fatalidad inexorable continuará oscureciendo
a las mentes más brillantes y enardeciendo a los temerarios…
Fuentes:
BBC
Mundo. (2017). Qué es “la trampa de Tucídides” por la que se teme que estalle
una guerra entre EE.UU. y China. Recuperado el 20 de agosto del 2017, de http://www.bbc.com/mundo/noticias-40974871
Florescano,
Enrique. (2010). La función social de la historia. Recuperado el 20 de
agosto del 2017, de http://www.jcortazar.udg.mx/sites/default/files/Funci%C3%B3n%20social%20de%20la%20historia.pdf
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