domingo, agosto 20, 2017

Yerros ancestrales

            En algún lugar del pasado, en los registros de los imperios, en el Tomo de las Hazañas Épicas y en el capítulo de las Causas de Todas las Miserias, se describe con lujo de detalles una fatalidad inexorable que oscurece las mentes más brillantes y enardece a los temerarios…

            Dicen los que saben que el desconocimiento del pasado nos condena a repetirlo, que las confrontaciones entre los pueblos obedecen a los mismos motivos y que la trampa de Tucídides actualiza sus legendarios efectos cuando emerge una nueva potencia. Actualmente, los historiadores y los especialistas en relaciones internacionales coinciden con Graham Allison, al identificar  la hostilidad entre una potencia consolidada y una potencia emergente con los engranes de la trampa de Tucídides que al concatenarse provocarían una guerra entre Estados Unidos de Norteamérica y China.

            Pero si algo nos enseña la Historia, es que el pasado no es inevitable. Así lo confirma un proyecto de historia aplicada: en la Universidad de Harvard se analizaron los efectos de los imperios emergentes en un rango de 500 años.  En 12 de los 16 casos estudiados, el ascenso de una nación perturbó a la potencia dominante provocando un conflicto armado. Pero en 4 casos, la pericia de los negociadores logró evitar la trampa de Tucídides.

            El resultado es alentador pero incide en la habilidad de los hombres y de los pueblos para entender su pasado. Los 4 casos estudiados en los en que se evitó una guerra representan el 25% y atendiendo a la contundencia de las cifras, esto significa que en uno de cada tres conflictos prevalece la cordura; y el otro 75%  refleja la frecuencia con que olvidamos el pasado, la ignorancia que predomina en las elites gobernantes, o bien, el desdén deliberado a las enseñanzas de la Historia.

            Esta situación ya fue analizada desde el otro extremo de la comprensión de la Historia y varios filósofos deslindaron al pasado de sus atribuciones para impedir los mismos errores en el presente. Tropezamos con la misma piedra una y otra y otra y otra vez porque lo único constante en la Historia es el cambio, porque cada día en cada nación y en todos los imperios, el impacto de las ideas provoca transformaciones inexorables en las actitudes y en la conducta de los hombres. Aunque la trampa de Tucídides siga siendo efectiva, los posibles implicados no piensan como los atenienses o como los espartanos del siglo V aC. Y animados por esa diferencia nos convencemos de que no cometeremos los yerros ancestrales y arremetemos contra las probabilidades.

            Ya sea por los cambios inexorables en el escenario, por la precisión del  mecanismo de las trampas del dominio o por el ineludible mandato que nos impele a ignorar la Historia, los motivos de las guerras serán siempre los mismos, el ascenso de las dictaduras legitimará la sumisión de las masas, los ineptos llegarán al poder por la apatía de los talentosos. Escribimos un episodio inédito con protagonistas diferentes que actúan los mismos argumentos: he ahí el designio de los hombres que tal vez desaparezca cuando la especie alcance el siguiente estadio evolutivo; mientras tanto, la fatalidad inexorable continuará oscureciendo a las mentes más brillantes y enardeciendo a los temerarios…
           

           

Fuentes:

BBC Mundo. (2017). Qué es “la trampa de Tucídides” por la que se teme que estalle una guerra entre EE.UU. y China. Recuperado el 20 de agosto del 2017, de http://www.bbc.com/mundo/noticias-40974871

Florescano, Enrique. (2010). La función social de la historia. Recuperado el 20 de agosto  del 2017, de  http://www.jcortazar.udg.mx/sites/default/files/Funci%C3%B3n%20social%20de%20la%20historia.pdf




             


              

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